viernes, 29 de junio de 2018

El oficio de flor

Comprendía ya muy tarde que su belleza no era una cualidad propiamente suya, sino de la juventud misma, la cuál enciende nuestros sentidos por el instinto biológico que nos hace asociarla con fertilidad.

Siempre la asoció consigo misma, creyendo que el efecto que producía en otros le pertenecía, sabiéndose hermosa y deseada, hasta convertirse su belleza en una prioridad, no tanto por una necesidad de conseguir como por una necesidad de ser; y ahora estaba perdida, no la belleza, la belleza estaba ahora en otros cuerpos más recientes de esto que somos que es la especie humana, y que tratamos de ignorar a través de la noción de lo individual, a través de esa sed de ser especiales. No, quien estaba perdida, era ella misma.

La costumbre, el sentido de continuidad, ese error tan repetitivo de los jóvenes de creer que lo que ellos son durará para siempre, o por lo menos continiará indefinidamente, pero no es así, nada dura ni continúa, la continuidad es un invento del hombre, para darle un orden y un sentido a lo que no tiene o que tiene uno completamente ajeno a sus deseos y pensamientos, que es al final de cuentas lo único que conoce.

Y ahora se hallaba así, siendo las cenizas de lo que alguna vez fue, anhelando verse reflejada como un fuego en los ojos del que la miraba, del que la miraba y la confundía con sus sueños, y del que la miraba con el dolor intenso y sin final de la frustración, enfermedad del deseo.

Antes, esos ojos la agobiaban, la intimidaban, le hacían sentir miedo ante tanta presión, tantas expectativas. Lo cuál le hacía abandonar a hombres por no hallarlos sinceros en sus intenciones -y no lo eran- y otros por sentir que no debía confiar, exponer sus sentimientos, arriesgarse a ser herida -y tal vez estaba en lo cierto, pero jamás sería capaz de entenderlo porque no era capaz de ver a donde se hallaba la raíz del problema.

Ya no estaba en la edad de las agradables mentiras y de los engaños, de la realidad distorsionada, de aquello que por ignorancia o miedo llamamos felicidad o amor.

Ahora estaba sola, como si su vida ya no fuese suya. Estaba sola y asustada, pero todavía respirando y sintiendo; la vida, suponiendo que existiera, debía de ser otra cosa, algo más allá de este vacío y este terror que atormentaba su cabeza e impulsaba sus acciones a fuerza de desesperación y de un deseo de evadirlo a toda costa.

lunes, 25 de junio de 2018

Un mundo sin hombres

Irene Lopez era una chica tranquila e inteligente, de pensamiento inquieto y sensibilidad dulce. Luego de la revolución feminista, la cuál ocurrió no de forma violenta, sino cuando fueron leídos por una mujer los pergaminos de Melquíades, y el mundo quedó así sin un solo hombre sobre la faz de la tierra. Luego de la revolución feminista, Irene organizó una celebración como nunca antes vista, y el mundo estuvo lleno ese mes de celebraciones como ninguna otra antes vista sobre la tierra.

Pero no es lo mismo luchar contra un opresor que gobernar la tierra, así que  se organizó un congreso en donde se eligirían a las mujeres de mayor nivel intelectual y académico para tomar las decisiones del mundo.

Se llevaron a discusión diversos temas, como que se debía acabar la explotación, la injusticia, inclusive los países y todo los errores en los que la humanidad estaba sumergida de la mano de los hombres.

La felicidad era comparable solo con la de un dios en edad de soñar.

Irene Mancebo era impulsiva, intelectual pero indiciplinada, rota por dentro y dulce en sus mejores horas. Y entonces las dos Irenes caminaban codo a codo por las calles de un lugar que alguna vez se llamó España.

Irene Lopez iba vestida con ropa oscura, como la rockera que fue desde los tiempos de los hombres, mientras que Irene Mancebo gozaba de un traje de hombre que para ella símbolizaba la conquista total de su libertad o por lo menos su independencia.

Irene Lopez iba pensando en sus canciones de Rock favoritas, y no fue sino hasta ese momento en el que se dio cuenta que sin los hombres su lista de reproducción se vería reducida de forma significativa, y mientras su rostro se ensombrecía, no sin un poco de culpa ante la algarabía de la celebración de la extinción de la mitad de la raza humana, Irene Mancebo trataba de no verla, incómoda ante esas cavilaciones que la hacían sentir no solo ajena, sino indeseada.

Porque acabar con la mano del presor no erradica las heridas del oprimido, y un mundo en donde reinan los oprimidos es en gran parte un mundo de infancias y vidas rotas.

Mientras que, un grupo de mujeres al ver los atuendos de Irene Mancebo se enojaron y se pusieron muy agresivas, haciendo un atentado verbal en plena calle.

La razón es que la ausencia de los hombres había tomado dos bandos, ambos tan rádicales y fanáticos como absurdos. Por un lado el de las personas que creían que todo recuerdo de esa raza maldita que fue la causante de todas nuestras desgracias sobre la tierra debía ser extirpado, y toda mujer que usara algo asociado con la masculinidad era una traidora, y por otra parte un grupo que indicaba que todo rastro de feminidad era una exaltación de aquello a lo que fuimos reducidas como mujeres; y a pesar de que estos grupos radicales y fanáticos eran minoría, se fundamentaban en un odio que estremecía con fuerza, y que tenía una tendencia muy alta a perfilarse como movimientos capaces de conquistar grandes masas, debido a que ese odio encarnizado era lo más parecido a una certeza en un mundo recién nacido y reinado por la incertidumbre.

Pero el desenlace de este primer capítulo, lo conoceremos en la siguiente historia.

domingo, 24 de junio de 2018

Dúrame la vida, dúrame el amor

Ella está acostada
como muerta en batalla
respira esperanzas
es la belleza de la ola
antes de estrellarse
y dejar esta isla
llena de sueños rotos.

Byron enojado
tiene que pagarle a Mary Shelley
Byron decepcionado
La guerra no es noble,
es corrupta
es mierda
Byron desinteresado
no quiere navegar en el Bolívar
y Shelley sale a navegar
se ahoga
adiós para siempre, mi amor.

Ojalá no quieras a nadie como yo te quise,
ojalá no te duela tanto la vida,
y que no tengas que andar
con un corazón descalzo
por una vida de sueños rotos.

Me quieres demasiado,
no quiero fallarte,
esto son mis defectos
me encantan las mujeres
y amo demasiado
te doy todo mi ser
no quiero que te decepciones
no quiero fallarte
no quiero mentirte
quiero cuidarte siempre.

Mírate,
no estás sola mi niña,
no llores
no temas,
simplemente me distraje,
me quedé leyendo.

Qué hermoso es amanecer contigo,
que me hagas sentir tan orgulloso,
mi pequeña nena
mi pequeña nena inteligente.

Soñé contigo
sostenías mi pene
se lo metías a ella en la boca
me corría en sus labios
y besaba los tuyos
mi sueño es tener
a mis niñas de mujeres
cuidarlas y protegerlas
por siempre y para siempre.

Ella ve mi pene
exclama ¡mierda!
sonrío
debe ser un pene de dos manos
las coloco para medirlo
de hecho son dos y media
eso va a dolerme
por lo menos no es tan grueso
sino me haría llorar
se lo acerco
maldita sea, lloraré
me siento feliz
orgulloso y sensual
¿por qué eres tan perfecto?
ella pregunta
inteligente, tierno,
apuesto y superdotado.

Dice que soy distante
que mis ojos se pierden en el horizonte
que le hubiese encantado conocerme
desde que tenía once
y hay un girasol en mi barba.

Debe ser que todos los hombres
que sentimos que no somos suficiente
necesitamos reafirmarnos
en mujeres
constantemente.

Mierda
vuelve a exclamar
te llega hasta el ombligo
sonrío
qué puedo hacer
soy el mejor
y no lo puedo negar.

Ahora te miro
¿roncas, mi amor?
te beso en la frente
dúrame la vida
dúrame el amor.

viernes, 22 de junio de 2018

Todo lo que callo

Y eso que no sabes todo lo que callo para no lastimarte, me cuesta tanto abrirme, sabes, y yo sé que eso al comienzo me hace interesante y misterioso, aunque luego me convierta en un ser impenetrable.

Tú me dices lo que sientes, me rompes el corazón y me lastimas, al igual que todo el que dice lo que piensa: eres implacable, egoísta, y llena de contradicciones.

Pero yo no puedo ser así, ah, si supieras todo lo que callo, todo lo que dudo.

A veces veo tu rostro y en un segundo me vienen a la mente tantos momentos parecidos a este, en donde fui feliz, en donde quería que alguien me durara la vida. Pero no, cariño, te veo y me dueles porque sé que aunque diera la vida por ti un día vas a terminarte si es que no yo primero.

Tienes razón, fui un cobarde, ¿quién no lo es cuando se trata de querer y dar el paso? En especial porque el amor se siente tanto y tan hondo como una mentira que no quieres ver o como una verdad que te empeñas en negar.

Ah, cariño, somos tan diferentes, yo no podría hacerte daño como tú a mí, tú te lastimas o resientes y piensas en ti, hasta cuando me dices que me quieres pienso que estás pensando en ti, y no en mí.

Pero si supieras lo que callo, lo que me cuesta creer cuando alguien me dice que me quiere, a veces pienso que toda mi vida es una farsa, que soy tan patético, y no tienes idea lo que cuesta levantarse de ese espejo.

Y sí, un día se me ocurrió compartir con el mundo mi literatura, mi poesía, mi forma de ver el mundo. Pero hay días como estos en donde me siento tan falso, tan ficticio como todo lo que escribo, incluyendo esto.

Me cuesta tanto creer en cualquier cosa, es como si me doliera la felicidad, pero a quién puedo culpar, fui yo quien sucumbió a sus deseos es decir a sus vacíos, soy yo quien trató de construir con su pensamiento, es decir con su memoria, un paraíso jamás perdido.

Y ahora es así, por perder el paraíso me duele ver el cielo, y ahora mis palabras son mendigos sin abrigos, y me siento triste, y me siento solo, y me cuesta tanto abrirme contigo, compañera, quisiera ser todo lo que ves en mí, parecerme a ese ser hermoso que amas, que te cuida, que te defiende.

Pero a veces soy esto también que no te enseño, esto que guardo en el desamparo del silencio, este niño con miedo a todo, empezando por vivir, aferrándose al vientre de sus palabras,  y queriendo cualquier cosa, menos sentirse mejor, queriendo solo quedarse aquí, temblando de miedo, sin tener que pretender que es feliz.

miércoles, 20 de junio de 2018

Lupe y la lluvia

Estaba bajando por las líneas del final de aquel fascinante relato de Nabokov, y apareció, tenía tiempo sin ver a Lupe en mi memoria, tantas estupideces sin color o aroma pasan por esos rincones de mi mente, y volverla a ver fue una delicia, un fuego, la recordaba como el día en el que nos dimos cuenta que íbamos a enamorarnos. Ella me había dicho que no quería amor o algo serio, yo no puse resistencia, y durante el sexo la dominaba como nunca nadie antes y le ordené que me dijera que éramos novios, la pobre se sintió como si le escupiese en la cara, no pudimos seguir, fue la única vez que uno de nuestros encuentros no terminaba en insultos, heridas y más sexo hasta que ya nos alcanzaba la madrugada y nos íbamos a trabajar o a morir a menos de diez dolares la hora, para ser más exactos.

Al día siguiente ella me dijo que podía ser muchas cosas maravillosas y desastrozas, pero que a su pesar, era además mujer, y por muy artista, por muchas drogas, por mucha fiesta, caos y Pizarnik, ella sabía que yo era un hombre único y una mujer no puede conocer al malnacido Raga sin querer ser suya y amarlo y dejarse amar.

Así fue como empezó el final, qué ganas tan inconclusas las que Lupe dejó por doquier, sostuvo todo lo que creía hermoso y correcto, y lo volvió a construir, te metió en su desastre, en su belleza de muñeca rota, de poema irreparable; y al final es eso, nunca la quise como quise ni como sentí que podía, pero allí está reapareciendo en un relato, tomándose esto que escribo como un insulto, como siempre se tomó todo lo que alguna vez nació de mis manos para expresarle lo importante que era.

La mujer de Byron

No es un secreto para nadie que Virginia Woolf tiene una importancia fundamental en la literatura, no sólo como escritora sino además como lectora, Virginia Woolf nos pemitió releer -y lo más importante- repensar las obras que la moral y la tradición de su época no supieron ver. Su lucidez rádica en no comparar la obra con lo que se supone que debe ser, sino en ver la belleza de lo que la obra es o intenta ser, en sí misma. Es por esto que Woolf termina siendo esa luz que nos arroja a un Ulisses de Joyce y a un Don Juan de Byron.

Byron fue criticado por las mujeres de su tiempo debido a que un romance en el Don Juan no era sentimental sino lujurioso, y Byron celebraba los ataques de esas mujeres, porque decía que éstos no eran más que el síntoma de la su hipocresía desenmascarada. Afirmaba el poeta que el sentimiento era la máscara con la que las mujeres tapaban una pasión mucho más baja, más real, más humana. Que ese sentimiento no era más que una ilusión, una invención, una fantasía, que jamás estarían dispuestas a perder puesto que en ella, las mujeres eran reinas, adquirían poder.

Al contrario de lo que se pudiera llegar a pensar, los personajes de Byron no son los del macho poderoso, al contrario, son femeninos, con atributos de una mujer, pero una mujer que no se niega a su naturaleza ni a su instinto. Byron no ataca a la mujer, ataca a la falsedad, y por eso toda su poesía es una lucha encarnizada contra el orden preestablecido, y una lucha que mantendría hasta su último aliento.

Primavera en Fialta (no apto para poetas)

(Este texto es inspirado en un personaje de un relato de Nabovok el cuál lleva por nombre el título del relato, se le agradece a las personas que han mantenido en algún momento relaciones sexuales con el autor, no sentirse aludidas, y de hacerlo, por esa necesidad incontrolable de odiarle por todos los poemas de amor que ha escrito y no son para usted, se le agradece expresar ese odio a alguien que le interese, el autor no está incluído en ese grupo.

Gracias, el poeta.)



Y es que acaso crees que me voy a casar contigo, zorra. Pensaba él mientras veía su cuerpo en los instantes de repulsión naciente luego de la satisfación del sexo. Repudiaba ese cuerpo con un odio tan intenso como el deseo que horas antes lo perturbaba haciéndole sentir que de no alcanzarlo su vida sería miseria absoluta o muerte de sed. Pero no, no odiaba su cuerpo, esos rincones provocativos que fueron momentos antes la saciedad de todos sus apetitos, tampoco odiaba esa realidad de su papada, esos kilos de más ni aquellos lugares excesivamente delgados que eran como un gancho en el estómago para la imagen que tenía de ella, aquella que aparecía en su mente cuando la recordaba o cuando quería tenerla de nuevo.

No, su odio era ante el deseo, el deseo ingrato, que promete el abandono total de nosotros mismos sólo para devolvernos a esa existencia, a esa constante frustración de ser. Y lo peor del deseo es cuando no se realiza, porque cuando un deseo no se cumple es como si no se cumpliera ninguno, y todo es sombras, y dolor, y muerte de sed.

Y así estaban juntos, él sentía su aroma, ya no eres tan zorra, ya deja de desear saber qué pienso o qué siento, pienso que te necesito y que no te soporto, pero eso no lo diré, diré que te amo, porque quiero otro encuentro, aunque en cada uno vaya perdiendo más el sabor, aunque tu imagen cada vez dé menos placer, pero todavía queda algo, unos cuentos goces más, no te voy a durar toda la vida, pero por lo menos me quedan ganas de un poquito más, no es tu culpa, cariño, tú no me sembraste la sed, te lo agradezco, por zorra y por no zorra, por mía y por tuya, ahora sí, levantate, lávate, ¿qué te parece si desapareces? Y sólo así empezaré a estar realmente contigo, o por lo menos que el fantasma de ti, que es lo único que me hace sentir que todavía me importas.

martes, 19 de junio de 2018

Ana McCormick

Él se hallaba leyendo, el libro hablaba de Europa y de ese hábito que tenían de no entregarse al ocio, de sentirse culpables por él hasta el punto de impedirles disfrutar de las vacaciones. En su caso era todo lo contrario, se sentía un dios, era joven, hermoso, talentoso y con un poder de encantamiento sin igual, que sembraba en él el pánico de estar consciente que esas facultades no eran para durar toda la vida, aunque sin embargo muchos vivían sin haberlas tenido. Era un perezoso, el nivel de autocomplacencia era tan alto como su descomunal talento, no escribía por disciplina o porque se lo propusiese, intetaba alargar el párrafo mientras leía, evadir las ganas de escribir hasta que terminara el primer capítulo de la muerte en Venecia, pero las ganas de escribir lo desbordaban y debía sentarse a escribir a regaña dientes.

Escribía sobre Ana, pensaba en su musa anterior con dolor, le dolía escribir y le daba miedo empezar a escribir sobre Ana, Ana era dejar ir su último sueño y empezar uno nuevo, toda mujer de la que escribía se iba de su vida, por eso le daba miedo escribir, sabía que las mujeres eran flores ingratas que morían al regarse demasiado, pero no podía dejar de pensar en ella, en sus defectos sin maquillar, en su ternura casi accidental, en esa incapacidad de dejarse querer que le hacía entregarse y retroceder en cada paso.

Él no hacia nada para seducirla o enamorarla, ella sola se entregaba cuando quería, víctima aunque no lo quisiese de su masculinidad, de su personalidad dominante y dulce, de su paz perturbadora ante los escenarios de drama, y de esa sensibilidad que hacia mojarse a las piedras y poner a la defensiva a las mujeres más frías por miedo a someterse a los encantos de ese ser que ni siquiera esperaba admiración de los otros seres en la tierra.

Era perturbador, su saliva se hacia verde durante los besos, Ana iba dejando caer cada extrañeza de las no pocas que tenía y esperaba el plato roto, el reclamo, el odio y el rechazo que tanto la marcó de infancia, y él tranquilo, comprensivo, amoroso. Debía no quererla, pensaba ella, tanta ternura sólo puede nacer del hecho de que no le importo. Y estaba en lo cierto, ella no era su prioridad, de serlo la necesitaria, y de necesitarla no tendría otra opción que temerla y odiarla. Pero allí estaban, ella derretida con él como un gato que viene y se va, y nadie lo busca y vuelve a venir, y él y su sonrisa de poeta, y él y sus malditas otras mujeres que lo aman por las mismas razones que yo, porque es perfecto, o por lo menos de no serlo es mejor que si lo fuese. Él, él y todas lloviendo ante sus pies como si fuese un sol, algún día llegara a viejo y nadie lo va a querer, pero yo, yo, maldita sea, yo, quiero tenelo dentro de mí, meterlo en mi interior, que se vuelva leche blanca y viva en mi estómago y se haga niño y bese mis senos y haga renacer todos mis sueños y sea la respuestas a las preguntas que no me he planteado.

Él miraba a la derecha cuando hablaba, y en cada palabra parecía que iba a volver a empezar el mundo, y las ganas, y el dolor infinito.

lunes, 18 de junio de 2018

Ve a por el quizás

Porque eso somos los hombres
niños asustados refugiados en sus deseos
¿has visto alguna vez
un hombre cuyo deseo se le aleje
cuyo propósito o sueño
se le halle tan distante
tan ajeno?
Eso dá lástima
somos tan débiles
dependientes y patéticos.

No te enojes, cariño,
él no tiene otras porque tú no seas suficiente
él tiene otras porque él no es suficiente
si no tiene siempre a alguien a su lado
haciéndole sentir
que sus deseos
gracias a sus capacidades
pueden ser realizados
créeme, amor, tú serías la última en voltear a verlo.

Mira como somos
nos quitan un empleo
o nos quitan a una mujer
en la cuál depositamos una ilusión
y empieza entonces
el miedo
la niñez irreparable
el terror
aunque odiábamos ese trabajo
aunque pensáramos en otra
porque ella era muy aburrida
al hacer el amor.

Entonces,
cariño,
no quieras a nadie
como te quise yo
mejor ve a por lo desconocido
ya me abandonaste
por lo menos ten la decencia de no repetirte
de no aceptar las palabras
y menos si son para definir al amor
ve a por lo desconocido
viva a la literatura
muere como si hubieras nacido
de las manos de Cortázar
y tal vez allí
en la presencia invisible
de ésta
nuestra ahora distancia infinita
estaré contigo
en aquel lugar
donde quizá juntases la misma florecita.

miércoles, 13 de junio de 2018

Ausencia

Hoy salí a caminar al bosque por primera vez
desde que regresé de mi viaje
me di cuenta de que no te encontré
de que ya no estabas en los caminos
en donde antes te hallaba en cada flor,
en cada verde, en cada color del cielo.

No me sentí triste,
tampoco salí a buscarte
sólo me di cuenta de que allí estaban todas las cosas
sin rastro de ti
sin rastro de mí.

Porque al fin y al cabo qué fuiste
sino parte de mí
no te encontré en los dientes de león
y tampoco en las flores amarillas que parecían ser el hogar en donde tu presencia era soberana.

Los árboles andan verdes como nunca antes,
la lluvia ha llenado de vida el bosque
como alguna vez yo creí llenar de bosque tu vida.

No te encuentro en ningún lado
¿en que momento se me acabó
tu presencia
esa que antes por nada del mundo
lograba deshabitarme?
Tal vez cuando me miraste a los ojos
y fuiste implacable
como siempre dices que eres por amor
aunque eso te haga ver tan desalmada.

No, yo no tengo lástima
te agradezco que borraras mis dudas;
estas eternas preguntas de que si era yo
de que si era mi culpa.

Fue liberador.

A ti se te acabó el amor,
y a mí te me acabaste tú.

Ahora el cielo,
el bosque,
los dientes de león.

Todos quedaron vacíos.

Sin rastros de ti
ni de mí
o de que alguna vez fuimos juntos.

Todo acaba de nacer,
todo acaba de empezar a vivir.
Mi pasado es enorme
y este atardecer agoniza y roza mis poemas.
Todo terminó
mis pasado es un desfile de muertos
que pesa y camina como entre las aguas.

Ya nada queda de ti,
ya no siento la necesidad de compartirte
cada cosa hermosa que me pasa.
Me hiciste libre,
junto a tu amor se me fue la última esperanza.

Ahora sin esperas
comienza la vida
la que no he vivido
la que está pasando
en este que se siente
como mi primer paseo en el bosque.

Por ir a buscarte me perdí la primavera,
pero gracias a la muerte de esa vida que juntos soñamos
ahora descubro,
frente a mis pestañas,
la nueva vida,
lo única que me queda.

jueves, 7 de junio de 2018

Ella me llena de poemas

Oh, niña
al conocerte eras dolor
y eras melancolía.

Me dejaste cuidarte,
me dejaste hacerte florecer.

Oh, mi niña,
eras pobre
yo era pobre
pero qué riqueza era el querernos.

¿Sabes lo difícil que es amar a alguien con dinero?
desconfían de todo
siempre se están defendiendo
es un peligro, un riesgo,
poner en la piel
la flor del sentimiento.

Pero tú no tenías nada
yo tampoco
sólo libros
ganas de leer
de escribir
y nos vimos a los ojos
y entonces
nos dio por vivir.

Ah, miralos a todos,
quieren ganar
quieren acumular
quieren que nadie los joda
sufrieron una vez
hace ya muchas veces
y ahí les terminó la vida
el resto es temor y huida.

Pero mi amor,
mi niña,
míranos
tenemos tan poco
que nos tenemos el uno al otro
tú ahí, sentada,
dedicándome ese poemario
que estás por enviar
y que seguro vamos a perder
porque los concursos son corruptos
como todo en este país
pero igual
cada uno de esos poemas
los escribiste para mí
y me dan ganas de llorar
de besarte
me hace pensar en cuando te enfermas y te cuido
en mis trabajos de mierda
en nuestra pobreza
y en que no importa que no tengamos nada
porque al ver tus ojos, niña mía,
en esa mirada me siento
el hombre más afortunado del mundo.

Que se vayan a la mierda,
todas las mujeres
con todas sus riquezas
con todos sus poderes
yo te tengo a ti
tengo la dicha de cuidarte
eres mejor que todas
porque tú tienes el coraje de entregarte
a este hombre que te ama
que siempre va a cuidarte.

Pero llegó ella

Contigo
di tanto, sabes
tanto
más de lo que nunca dí.

Y ni siquiera sé por qué lo dí
tú simplemente recibiste
no, no es cierto,
no recibiste:
evitaste rechazarme

¿acaso era que me dabas menos que nadie
y yo lo veía como un reto,
como algo que debía ganarme?

No lo sé,
pero dí tanto
¿sabes?
¿Por qué dí tanto?
¿Será por qué esperaba algo?
¿Que cambiaras?
¿Que como no habías amado a nadie
a mí me dieras el amor infinito?

Dí tanto,
y creo que al darte
lo que realmente hacía
es inventarte.

Te soñaba tanto
que a veces creo
que no me enamoré de ti
sino del intento
del esfuerzo
de estas ganas de dar
dar tanto
que me arrancaban de mi existencia.

Eras perfecta, es decir, inexistente.

No estabas, eras ausencia y presencia a cuenta gotas.
No puedo decir que eras cruel,
que me usaste,
que me engañaste.

Simplemente no fuiste,
no diste
pero a la vez
no me negaste
eras un blanco lienzo
y me enamoré de eso
de mi fiesta que es pintarte.

Ah, pero llegó ella, sabes
con poemas
con cartas de amor
con entrega
y descubrí que no había nada mal conmigo
y mucho menos contigo
es que una cosa es enamorarse
del deseo
de las ganas de soñar
de las ganas de evadir la realidad
de uno mismo

porque no te amaba a ti,
amaba a la mujer que esperaba que fueras
esa egoísta extensión de mí
ese ser imaginario que nacía en mis deseos
y sólo para ellos vivía.

No me defenderé
no me justificaré
fui un egoísta
es fácil el deseo
querer poseerlo
porque lo que llamamos amor es eso
un deseo imposible de saciar

pero llegó ella
y descubrí el verdadero reto
el verdadero desafío
la verdadera vida
que es tener
la sensibilidad
de dejarse amar.

Porque dar es fácil,
darle a alguien que no está lo es más,
es imaginación pura
total fantasía
es estar solo
y usar al otro
como excusa
para prolongar
escapar
distraer

Pero llegó ella, sabes,
y está aquí
y es ahora
cuando dejo de escapar
cuando aprendo a sentir
cuando aprendo
a vivir sin ti.

El lobo feroz, Por Laura

El lobo feroz no está solo, ni disfrazado intentando devorar a la caperucita. El lobo feroz ahuya, y tú sientes sin saber que sientes, el soplo inexplicable del terror en tu pecho. El lobo ahuya ferozmente, porque debe ser muy feroz y muy inteligente, para ayudar a lo que más le importa en esta vida, que son su manada, su familia, sus pequeños colmillos blancos.

El lobo se queda sin casa, el humano feroz la está destruyendo, ya no le queda dónde vivir, y entonces va a donde los humanos, porque no tiene a donde ir, han perdido su lugar, su espacio.

Estos lobos de mi cuento, se han quedado sin libros, y vienen a devorar otras historias. Pero no es su culpa, ellos no son malos, nosotros somos los estúpidos, que no sabemos cómo vivir, no sabemos cómo cuidar este planeta.

miércoles, 6 de junio de 2018

A ti (Poema de Jessica Raga)

A ti, que llegas con el rumor de la mañana y te pierdes en la inmensidad de la noche

Yo no quiero a otro, todas las figuras me aborrecen, desvarían en mi hastío, todas esas formas falsas que no son tú, que tú no eres, todos los alientos inútiles a los que le falta tú melodía.

Quién sino tú, quién podría...nadie más que tú.
Mi sangre sólo a ti pertenece, mis ojos únicamente en ti encuentran campo, sol, montañas, mar
Que yo me hallo sólo para a ti amarte.
Hablan de mí como si algo supieran...
Hablan de mí desconociendo que el color de mi alma lo forjan tus dedos.
Mi vientre es de tu boca frondosa, ¡que todos se vayan!
Mi fiebre es de tu clamor, ¡que se vayan ya!
Mi vida es de la tuya, ¡que se larguen ya todos!
Amor que no conocen, amor al que mienten, amor que de luz falta, ése amor de ellos...
Amor, mi amor que nace de tus pestañas, amor mío que no existe si no es de tus manos, en tu aliento, sobre tu cuerpo.
Mi cuerpo que débil ya se adormila y tiembla; que todos se vayan, ellos que contigo me interrogan, ellos de trópicos ya despilfarrados, ellos a los que se les pierde el amor entre manojo de palabras.
A ti, que andas conmigo en el rumor del oleaje,
A ti, que me hallas bajo las hojas-mariposa,
A ti, que me enseñas sin por qué,
A ti, que vives desde mi entraña a plena raíz,
A ti, león y poeta, viento, mar,
A ti, hombre de hombres, mi hombre entero,
A ti, hombre mío,
Te amo.