miércoles, 6 de agosto de 2014

¿Por qué leer a Bibiana Faulkner?


 Oscar Wilde, dijo, "El único deber es el deber de divertirse terriblemente". Y Borges decía y sigue diciendo, en mi cabeza, que la lectura no puede ser obligatoria, porque "Hablar de lectura obligatoria es como hablar de felicidad obligatoria". Aclaro, porque no tengo temor a equivocarme, al decir que uno debe leer a Bibiana Faulkner, así como de forma natural, intuimos, que el placer debe buscarse ya que las desdichas vienen sin necesidad de llamarlas. Así debemos de leer a Bibiana, porque leerla es un placer, una breve felicidad segura. 

¿Por qué leer a Bibiana Faulkner? -Porque ella es dulce. Así, a secas. 

 No hay entrada de Bibiana que no nos cuente la vida de una forma, en la que uno, como lector, siente que le hablan de todo, menos de la vida. Ya que Bibiana a desarrollado en su pluma la habilidad de tomar la realidad y hacerla bella, hacerla suave, felpuda, y de ella. 

 Ella posee la vocación del encanto, el húmedo vapor de quien te hace decir que sí, a una propuesta que no se te ha planteado claramente, Bibiana escribe con alcohol en una mano, un cigarro en la otra y aún así la boca le huele a chocolate. Ella es el Jean Paul Marat de mi Revolución francesa. 

  Al leerla, es fácil sentir un olor a jazmín, se siente tan fácil que no se siente sino hasta que terminas de leer, y quedan estelas de su aroma dentro de ti. Es una sensación hermosa que se consume como cigarrillo, linea por linea, demasiado suave, demasiado rápido, y lo peor es que se acaba y no te mata. La prosa de Bibiana es tan bella que es cruel, te hace perder el aliento sólo para después dejarte seguir así, respirando, y nada más, sin saber qué hacer con las ganas de leer más, de amar más, de hacer el amor.

 De niño,  mi única pasión era tener un chupón en mi boca, coger los rizos que se me hacen justo encima de la frente y con mi dedo índice y el pulgar darle vueltas, y embriagarme, con ese entretenimiento tan irracional, como lo es todo placer sublime. Lo curioso es, que mi abuelo, el escritor de la familia, quien murió antes de publicar su primer libro, siempre que escribía, se hacía ese rollito en el pelo, dejando ver vuelta a vuelta, que al escribir uno no es consciente del placer que siente, realmente, en ningún placer deberíamos darnos cuenta de que estamos sintiendo placer,  lo hermoso es vivirlo y desconectarse,  y luego llorarlo o extrañarlo, pero eso no importa si lo gozaste en su momento, y cuando yo leo a Bibiana Faulkner, siempre me hago rollitos en el cabello. 

Si existiera un sentimiento llamado "Más allá de las palabras", así se sentiría leer a Bibiana Faulkner.


                                                                                       

 Victor Hugo Ramírez Gámez, Virginia, Diciembre 2014.