Tal vez sea mejor simplemente relatar mi historia, y que el lector la mal interprete como le dé la gana. Si por ejemplo digo la palabra "gato", a mí se me aparece uno amarillo, porque leer es siempre leer las lagunas de la infancia; pero al lector, se le puede aparecer cualquier gato, menos en que deseo transmitir, ese que mientras más describo, menos se parece. Ese hecho de vagos recuerdos, de sueños, de sombras con colores difuminados.
No es un secreto para nadie que con el talento se nace, pero que la genialidad hay que sufrírsela. Y no sólo sufrirla, sino no escapar del sufrimiento cuando aparezca.
Fue un noviembre cuando la conocí, no tardamos en acostarnos unas horas después de conocernos. Conmigo el sexo se hace a unas horas de recién conocernos o de lo contrario me alejo porque algo me hace pensar que las personas que no se acuestan inmediatamente conmigo no están mentalmente sanas.
Poco tiempo después de conocernos fue su cumpleaños, y no la felicité con énfasis, porque le aclaré que yo no celebro las fechas sino la vida. Cosa que era una manera de ocultar mi frustración por todos los cumpleaños en los que esperaba sentirme amado y no conseguía más que sentirme decepcionado; y además, de rehuirle a esta absurda hipocresía de la sociedad que se me hacía más insoportable en la medida que estaba más desadaptado a ella.
Pero para ahorrarnos cursilerías, sólo diré que ella llegó y me trajo las maravillas que componen la vida.
Todo cambió hasta el punto en el que traté de vender mis libros, pero todo el que busca promocionar la literatura sólo consigue corromperla; y sumado a eso, tenía miedo de que el éxito de mis libros no hiciera más que sumergirme -y esta vez sin oportunidad de regreso- en este profundo aislamiento.
Trabajé muy duro todas las noches en un restaurante de comida para gordos, es decir, la comida folclórica de los gringos. Fue placentero, aunque sólo puedo decir esto porque ha terminado, de lo contrario no podría alterar la memoria para decir lo mismo. Me encantaba acostarme con mis compañeras de trabajo imaginando que era ella, la utopía que aún no había visto ni sentido. Me encantaba llamarla y que tuviera una incalculable cantidad de orgasmos al escuchar cómo se me escapaba su nombre entre gemidos al cogerme a otra. Luego habría que explicarle a las gringas que ese nombre no era un nombre sino un "te amo" en español, que de alguna forma era cierto.
Logré ponerme de acuerdo con su hermano una vez reuní suficiente dinero para irme a estudiar a cualquier país menos este. De cierta forma la explotación comercial de los obreros tiene algo positivo: nos enseña que somos capaces de soportar cualquier cosa. Cada madrugada al regresar del trabajo sólo pensaba: si puedo soportar esto solo, puedo soportarlo todo, si sé que ella está esperándome en casa para dormir a su lado.
Acordamos todo, era un sorpresa, el día de su cumpleaños.
Llegué a una residencia barata para extranjeros, y de ahí partimos a la fiesta.
Fue incomodo, no conocía a nadie y recordaba esa sensación atroz que le ocurre a los enamorados cuando tienen que justificarse ante el tribunal de la familia.
Desde el comienzo siempre supe que era una puta llena de ternura, incapaz de amar porque era incapaz de entregarse porque era incapaz de exponerse hasta que quedara sin defensas en contra del sufrimiento, y el miedo, y el terror. Prefería resguardarse bajo la figura de la amiga incondicional a la que puedes cogerte hasta que aparezca la indicada, y cuando la indicada aparece y después de un tiempo te manda a la mierda, regresas a tu amiga y le dices que la amas pero realmente lo que ocurre es que necesitas con desesperación cualquier cosa que te haga escapar del sufrimiento, porque ahora que tu ego está hecho pedazos, no eres tan seductor e irresistible ¿verdad?
La encontré con un chico, en las afueras del lugar en donde era la fiesta, sorprendentemente no me sentí asustado ni tampoco resignado, uno sólo se resigna cuando tiene miedo, y en el caso de los celos, cuando tiene miedo a estar solo; no miedo de lo desconocido - ese miedo no existe-, sino el miedo a que lo conocido llegue a su fin.
Pasé a su lado cantando una canción, que muchas veces en llamadas de toda la noche, le canté a ella. Cuando soñábamos juntos acerca de cómo sería nuestro encuentro. Pero no me escuchó, los enamorados no son solamente ciegos sino que además sordos.
Observaba la luna, y comprendía que tal vez había sido lo único real en esas noches juntos, y sin ver a la pareja que estaba sólo a dos metros de mí, comprendí que así se sentía estar bajo la misma luna con quién amaste tantas veces sin jamás haber tocado.
Me sorprendía la naturalidad con la que aceptaba las cosas, al igual que los deseos, todo pensamiento es desproporcional. ¿Cuántas veces no imaginé está escena con tanto dolor? Y ella, ¿no era tremendamente más hermosa en mis fantasías? Mentiría si oculto que, una parte de mí, no ejerció una resistencia ante todo lo que pasaba a mi alrededor; más por ese hábito de nuestro condicionamiento, que al final de cuentas llamamos subconsciente, que por otra cosa.
"Al final para que luchar, si es simplemente una gorda más, me puedo encontrar cualquier otra que esté más buena", decía esa costumbre rencorosa que me inculcó la sociedad y que se llama ego, y que es el consuelo más inútil para cuando nos sentimos lastimados. Mi mejor amiga en las noches de mesero fue una gorda, que consumía tanta azúcar como libros clásicos, cuando hablé de ella jamás hice referencia a su peso hasta este día, porque el prejuicio es el mayor obstáculo para llegar al entendimiendo.
Por fortuna deseché todo esto apenas lo reconocí, lo que soy no es eso que se puede medir, que se pueda comparar en otros hombres. Comparar es comparar lo superficial, lo profundo sólo se puede vivir.
Me acerqué y le entregué un paquete de regalo. Creo que es la primera vez en mi vida que me emocioné al comprarle un regalo a alguien, así de drástico fue el cambio que esta mujer ejerció en mi vida. Lástima que yo no pude influir lo suficiente en la suya, no pude cambiar realmente nada; tal vez porque estaba más cerrada, tal vez porque me disfrutaba pero no me amaba.
El paquete tenía un cofre con un anillo de matrimonio, y una nota que decía algo como: "Si me fui en el taxi luego de dártelo, abre el sobre blanco; si me quedé, abre el amarillo".
Lo cierto es que ella al verme estuvo incrédula, y lloró, y me abrazó, y sentí un poco de culpa por arruinar la luna de miel de su cumpleaños, pero el calor de su cuerpo me derritió todas las ideas, y parecían lágrimas porque se derramaban por mis ojos.
Le dije que tenía que irme y me metí en el taxi antes de que me convenciera de quedarme en tan insoportablemente ruidoso lugar, y bajo tan incomodas condiciones.
En el camino pensaba en la Chama, y recordaba esa taxista catira que nos llevó una vez a una fiesta juntos, la cual hubiera disfrutado enormemente, si ella no hubiera ido o si por lo no menos no tuviese el periodo, o mejor aún, sino tuviésemos a la razón, ya cinco pesados años de noviazgo y costumbre.
Tengo muy desarrollada la hermosa cualidad de alterar recuerdos, entonces pensaba en la Chama haciéndome sexo oral en el taxi de la Catira, y sólo porque tengo la decencia de no caer en lo absurdo, no me imaginé que además hacíamos un trío.
Luego no ahondé más en eso, las cosas me gustan más sentirlas que amargarme la vida por tratar de hacerlas realidad en un momento en el que no puedo -Ya si puedo en ese momento, es otra historia-, y pensaba en lo que acababa de pasar, y me imaginaba a ella enloqueciendo y haciendo todo para dejar la fiesta, y correr a mi residencia, y pasar la noche conmigo, abrazados, y que me dijera que jamás leyó el sobre blanco -mintiendo-, porque yo jamás he estado sin ella ni ella sin mí, y llorar al mismo tiempo de alegría y de tristeza, por tener lo que quiero pero, a la vez, saber que esto ella lo hacía por ella y no por mí, como todo el que reconquista o el que hace un acto de amor por miedo y desesperación, porque un acto de amor urgente no importa tanto como las cosas que hacemos en nuestra vida cotidiana, pero no somos capaces de verlo. Lo hacía, más por su propia satisfacción que porque le importe yo, saber que todo esto es una mentira, pero que a la vez es mucho más hermosa que muchas verdades; y sentir que esto es verdad por la siguiente hora, antes de que la novedad del enamoramiento se consuma y vuelva a ser lo que jamás dejó de ser.
Sería importante tal vez explicar que el sobre blanco decía que siempre supe que todo era una mentira, pero qué hermosa. Y el amarillo contenía mi dirección y que quería una vida con la mejor mujer que he conocido.
Pero las mujeres no hacen nada, nunca hacen nada por lo que aman, y por eso son mujeres, por como las condicionan a ser y no porque hayan nacido así.
Siempre supe en el fondo que la encontraría con otro, al final de cuentas yo sólo quería venir hasta aquí para agradecerle por sacarme del pozo donde estaba.
Ahora estoy en este país nuevo para mí, durmiendo solo, solo con mis ensoñaciones, que son siempre lo único que he tenido, mis compañeras no han hecho más que maravillarse de tenerme a su lado, pero siempre son incapaces de parecerse a lo que siento, así como yo soy incapaz de escribir lo que quería, esa sensación que me produce recordar los días de mi infancia en donde llegaban visitas no deseadas, inoportunas, queriendo encontrar un pasado hermoso que no volverá, y simplemente logrando sentirse y hacer sentir incomodos a todos.
Ya no me puedo regresar a ese país, estaba como ilegal. De todas formas la certidumbre es una ilusión, lo he perdido todo, ahora puedo ir a donde quiera sin preocuparme por volver. Ya no tengo pasado ni mañana, sólo este papel, estas lindas manos que lo manchan mientras ellas a la vez se están manchando de las lágrimas más hermosas que jamás haya sentido.