Leí una línea de Victor Hugo
y creo que por primera vez
fui consciente
de sentirme niño
en los brazos de mi madre.
Tantas cosas bellas,
caben en un instante
inenarrable.
Este poema es para ti,
Venezuela.
Para ti,
y para este silencio
que tal vez comparto
con millones de venezolanos.
Silencio lleno de tristeza,
de impotencia,
cada vez que alguien me quiere llamar Veneco,
o quiere decirme un chiste de mal gusto
llamándome hijo de Chavez o de Maduro.
Una ganas de matar
y no de poesía
al español que defiende al régimen
al argentino que defiende al régimen
o al latino que dice que todo es mentira pero tiene toda su vida en estados unidos.
Este poema no es folklore,
ni tampoco panfleto revolucionario
que perderá su aroma y su sabor
luego del último punto
el que no tiene hermanos suspensivos.
Este poema es dedicado al silencio,
y quiero que le arda a cada venezolano
en las lágrimas que se muerde
en esa sensación irreconciliable
con cualquiera que no haya sido destruido por la dictadura
incluyendo a los
venezolanos que se fueron antes de que Chavez llegara
porque por más que quieran sentirnos
nosotros no podemos sentirlos
aunque con esfuerzo los respetamos
y apreciamos su ayuda.
Este poema es el silencio que me conmueve
cuando un colombiano
o un mexicano
nos dan la mano
nos brindan otra patria
nos aceptan como hermanos.
Este poema es para el silencio que llevaremos hasta el día de nuestra muerte
porque es ese dolor
es esa sed
es esa ansiedad
de estar enamorados
con el sueño
del final de esta tortura
lo que nos hace
realmente ser venezolanos.
Nuestra patria esta rota,
nuestro país ya no existe,
somos una diáspora de sueños rotos,
esparcida por el mundo.
Venezuela no es tierra de poetas,
pero es el hogar perdido
que da origen a toda poesía.
Yo no quiero dar lastima,
quiero compartir
este dolor
hermano mío
morderlo contigo
tragarlo contigo
trabajar duro
porque no son sólo
nuestros hermanos
aquellos que hayan nacido
en la tierra de las siete estrellas
son nuestros hermanos
aquellos seres
llenos de disciplina
de ganas y de sueños rotos.
Sí, he estado callado,
callado muchos años,
Venezuela,
nunca te escribí poemas.
Pero es que nadie,
sólo el silencio,
sabía
tal vez sin entender
pero sabía
cuánto me has dolido
y me sigues doliendo
dolor nuestro de cada día.
Ah, patria mía,
patria perdida.
Eres todo lo que amo y no tengo.
Eres
sin duda
el dolor
que me hace
llevar una vida de poesía.
Pero daría todos los libros,
bueno, casi todos,
por verte volar libre,
como en aquellos días
en los que tanto te sueño y te añoro,
en este,
el silencio que me hace venezolano.
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