No, amor, no podría juzgarte. Cuando me siento triste porque te fuiste siempre recuerdo tu hermosa sonrisa cuando eras conmigo, y también recuerdo esa forma en la que me decías que me amabas, cuando lo decías se notaba en tu tono de voz que no podías creer lo que estabas diciendo, fue tan pronto y tan genuino. ¿Cómo puede uno creer que es normal que conozcas de pronto a alguien que te haga sentir tan mujer y a la vez tan libre?
-Decías: te amo, y te temblaban las dudas, porque no podías creer cómo podías decir te amo, sin sentir que una parte de ti mentía, luego de tantos daños.
Pero no, no era mentira, nos amamos libres y mirándonos los ojos, y lo que sea que resulte de esos instantes es algo que hay que asumirse, como agradecer unos segundos de fuego luego de una noche de nieve y labores que odias.
Ahora estoy mal, y casi puedo oler que estaré peor, y por eso te pienso tanto, pero algún día estaré muerto o estaré alegre, y seguiré pensando que te amo y que ojalá te encuentre aunque no sea cierto y los ratos despierte.
La parte más dura del destino es aceptar que tienes que aceptarlo. Y hoy me duelen tantas cosas, despierto y me siento más cansado que nunca, lo bueno es que cuando estoy cansado me duele tanto el cuerpo que recordarte no me duele casi y por eso queda un poco de espacio para amarte entre los pedacitos de ojos que dejaste en mi barba cuando sonreía mientras la eternidad de tu piel, a cambio de instantes de placer, entre gemidos, me entregabas.
Como los idiotas, he soñado con una droga que acabe con mis sufrimientos. Porque realmente siento que sería muy difícil sentirme aún más miserable. Pero, sabes, no quiero nada que me duerma, que me calme, me encanta la forma en la que mi piel se sigue erizando, como cuando sentía tus dedos a punto de tocarme pero todavía no lo hacías; o el sonido de tu voz, ese acento que me hacía sentir tan venezolano y tan extranjero de todas partes, menos de tus brazos, que se abrían para cerrarle la puerta a todas mis desdichas.
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