Veamos, en estas celebraciones la comunicación es escasa, casi inexistente. Simplemente todos se reunen a recibir un estimulo del otro. No hay una real comunicación, no hay interrelación, los otros quieren recibir, quieren que los vean llorar, quieren el placer del contacto humano. Pero eso no es una comunicación real, la manera de expresarse de la mayoría era algo de segunda mano, su mente no era viva, era la influencia que sus líderes habían hecho de ellos (sean sus padres, ídolos, líderes religiosos; todo lider es un gobierno por lo tanto hay que revocarlo) podía observar lo triste de que todos separaran la vida en años, dividieran el tiempo (en segmentos) y además hablaran de las metas como algo grandioso. Porque ese es el modelo que nos venden, el de que la vida vale porque tienes metas, y bla bla bla. Pero ¿Qué ocurre antes de que las metas se realizan? Pues la vida misma. Sólo una persona habló conmigo, interrumpiendo mis lecturas, para demostrarme lo sabio que él era, empezó preguntándome cuáles eran mis metas y mis planes. Lo miré directamente a los ojos, le dije que hacer planes es limitarse, cuando uno se pone planes uno llega hasta ahí y lo que queda es satisfacción y tedio, los planes como filosofía de vida son una manera de evadir la vida. Yo no tengo planes, porque no tengo límites. Es una sola vida y no es mía, se pertenece a sí misma y la tenemos en común todos, es una sola vida y voy a ir por todo. Luego pensé para mí que el todo incluía esto, este desprenderme de mis deseos para estar con gente llena de deseos, y reconocer en ellas que si dejo esto y me largo a caminar la tierra no me pierdo de nada que no sea absurdo. Aunque seguro extrañaré dormir en mi rico colchón, pero el mejor remedio para un mal colchón es hacer el amor como un Dios, como tú sabes muy bien que lo hago, hasta sin quitarme la ropa, hasta sin más pareja que la noche.
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