En un mundo donde la poesía que hacen los jóvenes parece ser un simple entretenimiento, o lo que es peor aún, un llamado a la mediocridad y a conformarse, existe en medio de todo este desastre, una voz, y es una voz determinada a no callar y a no dejar de expresar lo que cree verdadero. Y esa, es la voz de Andrea Parral.
Actualmente los jóvenes se quejan mucho, y hacen muy poco. Esta de moda vestirse como los rebeldes deben vestirse, y llamarse revolucionarios más por la vanidad de parecerlo que porque realmente hagan un cambio verdadero en sus vidas.
La palabra revolución y el adjetivo de "rompe-sistemas" es el más de-moda en la poesía de los jóvenes, y luego vemos que hablan de feminismo en una página y en la siguiente describen a la perfección por qué tienen el corazón roto por esa chica que no se dejó manipular y se atrevió a herir su inmenso ego de poeta, y línea tras línea manifiestan con diferentes palabras la misma emoción: autocompasión.
Podría hacer una obra completa hablando de lo mediocre que es la poesía de-moda en nuestro tiempo, si no fuera porque es demasiada vasta y rara vez resisto más allá de la tercera línea. Así que mejor les hablaré de esta voz que arde como un fuego en medio de tanta sombra.
La voz de Parral está muy lejos de encontrarse desarrollada en su máximo punto, por el sencillo hecho de que es una joven poeta, y los jóvenes poetas no valen tanto por lo que alcanzan como por lo que gritan. La voz de Andrea es la voz de un ser humano integro, un ser humano que no renuncia a su sensibilidad ante las cosas que pasan a su alrededor y están muy mal; en ese punto donde la mayor parte de personas se refugian y protegen en el egoísmo; Andrea escribe, y escribe con todo, escribe hasta que se le queman las cenizas, y parece que ni el Ave Fénix puede arder tanto. Donde el miedo calla, Andrea está ahí, y ese silencio que ocurre luego de la pasión de sus palabras, altera las cosas, Andrea vale la pena escuchar, porque es de los poetas que cuando hablan, le cambian su significado al silencio.