domingo, 26 de marzo de 2017

Relato: Una breve historia de amor con Lupe.

Tomé un abrigo que se hallaba en un lugar que no era el adecuado, observé la belleza de la rosa que se encuentra en mi mesa de leer alrededor de varias botellas empezadas (me gusta el sonido que hacen al triturarlas antes de arrojarlas a la basura, y por eso dejo que se acumulen para hacerlo varias veces a la vez) su color era tan profundo, un rojo sombrío, pocas cosas son tan enigmáticas como el color rojo cuando es producto de la naturaleza y no algo artificial. 

Observé los libros en la ventana, y me di cuenta que cuando el cielo está nublado sus portadas no se ven tan hermosas. Por lo general al ver las portadas uno siente algo así como el deseo de leerlos todos a la vez, y junto a ese deseo, el miedo de que tal vez la vida o la muerte no consideren que ese deseo se deba satisfacer, y uno se siente como regresando de sumergir la mirada en un abismo sin fondo, luego de contemplar todas las posibilidades que podrían impedir la lectura de todos esos libros.

Al abrir la puerta resaltaban las ramas rojas del árbol del fondo a la izquierda, esas ramas ruborizadas resaltaban de inmediato en medio de tanto verde. La mirada se fue a la ventana, como despidiéndose con un suspiro de los trescientos libros. El canto de las aves era intenso pero no cercano, estaban todas bebiendo la ausencia de sol desde la copa de los árboles.

La dirección del caminar se fue hacia la salida más cercana a la calle principal, y pensé en la ardillita Lupe, y me pregunté si me estaría viendo aunque sea por lo menos en uno de sus frecuentes sueños. 

¿Les conté cómo conocí a la pequeña Lupe? un día me hallaba trabajando, y estaba descansando del espantoso y ensordecedor sonido de las máquinas, y ella pasó junto a mí, como esas cosas que te pasan por un lado y sientes que nunca habías visto una cosa tan hermosa caminar sobre la tierra. Saltaba en vez de correr, su gracia era tan evidente como imposible de pasar por alto, saltaba con las dos patitas del frente sumergidas en su pecho, y las desenredaba para caer apoyada en ellas. Y seguía y seguía y en cada salto yo la sentía. No podía verme porque las ardillas sólo ven los movimientos. Estaba actuando tan natural y despreocupada, muy pocas cosas en el mundo podemos decir que son hermosas cuando nadie las está viendo, pero sin duda Lupe es una de ellas. Yo estaba inmóvil, paralizado ante tanta belleza, y de vez en cuando tosía pero la brisa no le permitía a Lupe escucharme.

Luego retomó su elegante saltar que era su forma de llegar a todas partes, oh, sí, cada uno de sus suaves rasgos indicaban que era un pequeña, subía al árbol como nunca vi a otra de las ardillas subirlos, con el mismo movimiento de su salto, de dos en dos, como si sus patas delanteras y las traseras fuesen dos en vez de cuatro, y se le sentía tanta energía y tanta belleza.

Las ardillas suelen tener una energía que las pone ansiosas, muchas mañanas luego de un mal sueño he sentido envidia por ellas. Nunca me he drogado porque nunca he querido tener dueño, pero a veces uno se siente tan agotado desde el comienzo del día que sin darse cuenta se halla desesperado. Pero Lupe me mostró el secreto, luego de su primer caminar, el que le dio origen a nuestra historia de amor, ella se sentó encima del tronco cortado de un árbol (que debí cortar hace unos años debido a que estaba enfermo y su existencia ya no enriquecía a los demás árboles). En ese tronco ella se veía como una de las obras de arte más hermosas que ningún humano jamás podrá realizar, y yo estaba maravillado por todas esas cosas que no puede crear el pensamiento. Luego de unos instantes, Lupe quedó dormida, con los ojos abiertos, como agotada de toda la belleza que hace con el sencillo hecho de estar despierta y viviendo. Y luego cuando se dirigió al segundo árbol, aquel en donde confirmé que era una señorita, volvió a quedarse dormida. Las ardillas se duermen con los ojos abiertos, es como si se desconectaran, y su mirada es vacía, no es una mirada sino la ausencia de esta, como la de un rostro albergado de pensamientos. 

Lupe despertó y empezó a sentirme, si hubiese sido un macho habría huido, pero las hembras siempre son más curiosas. Y a pesar de que su mirada reflejaba terror, su curiosidad era más fuerte, y no podía moverse, inquietada con mi presencia y mi intensa mirada, tal vez podía sentir además mi sonrisa de placer por tenerla aterrada, sonrisa de placer por el sencillo hecho de que sería incapaz de hacerle daño, pero me encantaba gozar de la manifestación de sus sensaciones. 

Ella estaba aterrada pero su instinto le dejaba claro que era un macho, aunque no sabía de qué especie, y como era primavera no supo hacer nada mejor que dejar caer su enorme cola, hondeándola vehementemente emitiendo una especie de grito silencioso en medio de la enorme rama, y sus excrementos de roedor caían siendo golpeados por ésta, para esparcir el aroma del llamado del amor. Pero era un llamado que yo no podía responder, sino contemplar, maravillado, al borde de unas inexplicables carcajadas de emoción por ver a la naturaleza misma manifestándose frente a mis ojos.

Lupe entró en terror, si ese no era un macho entonces qué sería. Y empezó a emitir un sonido bastante horrible y alarmado, el aire de su pequeño cuerpo se acumulaba en unas fosas nasales deliberadamente obstruidas para componer ese ruido de espanto. Lupe demandaba una respuesta. Lo más inteligente hubiese sido irse, para preservarse (a pesar de no haber peligro), pero la curiosidad le impedía hacerlo.

El ruido no cesaba, y empezaba a ser agresivo, de ataque, y como es el caso usual en las hembras, en cuánto más tratan de ocultar el miedo, es cuando uno más evidentemente puede confirmar que lo tienen.

Ya empezaba a aburrirme de Lupe, porque ya me había visto, y no iba a asustarme un animal que por más asustado que esté, no tenía la capacidad de ser peligroso. La belleza de Lupe se había vuelto tan ausente como mis ganas de dejar que siguiera asustada, y me retiré a las labores de un día azul de primavera.

Volví a verla el día que Henry, a quien le decimos por cariño "el carajito e'l coño", vino a visitarnos. Me hallaba solo (al menos que ustedes como yo consideren a un libro de Poe una compañía), y ella estaba caminando de una forma nueva, con su nariz pegada en la tierra, moviendo la pata izquierda delantera junto a la derecha trasera, y luego lo mismo con las dos restantes, pasando indiferentemente sobre unos pajaritos que salieron volando, y sus agudos sentidos me maravillaron, pasando entre tantas ramas tan delgadas y amontonadas, y no tocando ni una sola. Cuando mi mirada distraída volvió a buscar a Lupe, como acordándose de una idea que no se dijo completa, Lupe había desaparecido, y seguí leyendo en medio de tanto azul y tanto verde.

Lupe terminó apareciendo, descendiendo de un árbol bastante retirado, y quedé fascinado al recordar que ellas se mueven más ágilmente en las alturas de las ramas que en el verde del piso, las ramas son las alas y los árboles su forma de volar. Bajó hasta una enorme rama, y lo que vi fue lo último que me esperaría ver, dejó caer sus cuatro patas encima de la gorda rama, y empezó simular los rituales del amor, elevando su cola como una bandera poseída por el viento, y luego cayendo desfallecida mientras el resto de su cuerpo se hallaba en la misma posición en la que se ejecutó el acto del amor.
Luego los pasos de unos vecinos interrumpieron su sueño de ojos abiertos, y desapareció entra las ramas.

Luego de unos siglos de Poe que tomaron espacio en un cuarto de hora, Lupe reapareció en la rama de un árbol cercano, contemplándome como si me amara. 

Pero en el paseo de hoy Lupe no estuvo, y las verdes enredaderas colgantes se balanceaban sobre los árboles, y me detuve otro momento antes de tomar el camino de la carretera, escuchando los pequeños gorriones alimentar a sus hijos. Y pensé en que tal vez nunca vuelva a ver a Lupe, o si la veo me odie por no ser una ardilla y no servirle de nada, lo que nos hace animales distintos es que ella no puede apreciar algo hermoso en sí mismo, para ella sólo existen las cosas que le sirven y son útiles. Lupe es indiferente a la belleza que produce y que no existiría sin ella.

En la carretera una extraña sensación bañaba mi rostro, olas cálidas de viento se mezclaban con otras bastante frías, y ambas parecían hacer el amor sobre mis mejillas, ruborizándome sin poder verlas pero sí sentirlas. A lo lejos un árbol de flores blancas con tonos violeta estallaba de belleza frente a mis ojos. Más adelante encontré un árbol de ramas secas que parecían una lluvia muerta y congelada, y de él empezaban a nacer blancas flores con un tono rosado, y las lágrimas inundaron mi rostro antes de que pudiera darme cuenta. De regreso vi a un árbol de cerezos que había sido asesinado por la última nevaba, y al verlo con cuidado me di cuenta de que nuevas flores le empezaban a nacer, y esa sensación de alegría e irracional esperanza sin esperas me colmaban como pocas cosas el sentimiento. No recuerdo cuántas horas me duró la sonrisa, las eternidades caben todas en un suspiro frente a un árbol de cerezos.

Seguí caminando y el primer árbol volvió a estallar sobre mis ojos, como si no lo hubiese visto, como si no lo estuviese escribiendo sino viendo en este momento, y se manifestaba imponente, en medio de verdes arbustos y al frente de la preciosa casa de finas piedras de mis vecinos.

Seguí caminando y me sentí tan feliz de ver las flores amarillas que sobrevivieron la nieve, como protegidas por su poderosa pero frágil belleza, y verlas brillar era más hermoso que cualquier refugio. Luego caminé y vi a mis vecinos, los que tienen a Dacota, la perra de uno de mi relatos, pero estaban demasiado ocupados y yo tenía pocos ánimos de no darme cuenta de ello. Contemplé a mi izquierda los arbustos amarillos, y me sentí tan triste al ver que se había desvanecido por completo su color de recién nacidos. La belleza es tan efímera y eso es lo único que la hace verdadera. 

Luego iba caminando y mis párpados empezaban a caer, porque es agotador ver con tanta intensidad todo lo que está a tu alrededor, y al bajar la mirada vi una bella flor del monte a la que se le empezaban a asomar unos preciosos pétalos amarillos, temblaba por la brisa y por el frío que hacía debido a que el sol se desvanecía, fríamente, como si nunca pensara volver, que es su forma diaria de desaparecer en primavera. 

Me senté y me quedé mirando bailar de frío a la flor, y con una sonrisa decidí nombrarla Laura porque era tan bella que parecía tener su raíz en el infierno y porque todas las cosas son tuyas cuando les das un nombre. Me levanté, y mi última visita de hoy fue para un joven árbol de flores blancas, que contemplé con una agotada sonrisa, y luego me devolví a casa, realmente exhausto de tanto ver. 

De regreso escuché a mi vecino, (el que cree que es dueño de Dacota, pero parece al revés), y no lo pude ver; luego pensé en que me sentía cansado, y levanté la mirada justo en el momento en el que sus ojos me reconocían, y su rostro dibujaba una preciosa sonrisa de chocolate que me llenó el abdomen de cosquillas, y yo respondí con una sonrisa tímida, avergonzada tal vez de que con mi acento y mi timidez la palabra "Hi" se exclame de forma tan estúpida. Ambos levantamos nuestras manos, la mía bajó rápidamente, la de él parece aún no haber bajado.

Seguí caminando pensando en lo mucho que alguien puede amarte por rescatar a su preciosa loba siberiana, y en ese momento me asomé a los gigantes pinos percatándome de la presencia de los halcones, eran demasiado y enormes, parecía que ese pino en particular tuviera la capacidad de hacerlos nacer como si fueran sus frutos. (¿Lupe me estará soñando mientras escribo esto?). Eran como unos cincuenta o tal vez más, pero no puedo culparlos por elegir como hogar la casa de la única persona en este bosque que sabe cómo volar. 





martes, 7 de marzo de 2017

Algunas mujeres son alguien, otras son algo.

Cuando uno habla de mujeres, a veces habla de alguien, y a veces de algo. Me imagino que con los hombres puede pasar lo mismo, pero ese es un tema que le corresponde tratar a quien desee hombres, yo sólo puedo hablar de mujeres porque es lo que me interesa.

Hay mujeres que son algo y hay mujeres que son alguien, y pensar que uno es mejor que el otro, que ser objeto es un insulto y ser alguien una virtud, es realmente inexacto. Todas las mujeres son algo y son alguien, en el aspecto sexual son algo, en todos los demás aspectos, son alguien. Y me parece que esto es lo que en ciertos estudios científicos se divide entre amor y deseo, y que, según esos estudios, son incompatibles.

Es decir, siempre que deseas a una mujer deseas a un objeto, tú ves senos, pero son las imágenes que esos senos desatan las que encienden el deseo. En este caso, nos referimos al tema psicológico, porque en el tema biológico, es totalmente distinto.

En el aspecto biológico, no somos conscientes de las reacciones que ocurren en nuestra actitud ante el estimulo sexual, está en nuestra naturaleza evolutiva, cuando un hombre le sonríe a la mujer de las tetas grandes o cuando una mujer es inusualmente amable con el chico atractivo, no somos conscientes de ello, es un mero instinto reproductivo que toma lugar en nuestra mente apenas ocurre.

Hay quienes han sugerido que Raga es un enfático promotor del poliamor, y no hay nada más inexacto que eso, debido a que en primer lugar, el término "poliamor" me parece no más que un eufemismo para referirse a la poligamia. El amor no tiene nada que ver con lo sexual, e identificar al amor con el apego sexual no es más que algo creado por la cultura. El amor es la forma en la que nos relacionamos con todo a nuestro alrededor, como sentimos las cosas que pasan mientras pasan. Pero eso nunca lo descubrimos porque el sexo es el centro de nuestra existencia, y casi todo lo que se hace al hablarse del amor, se trata del sexo y su importancia para nosotros.

En los estudios arriba mencionados, muchas mujeres reprimen los estímulos biológicos, en parte por educación y en parte -esto no es preciso- por el instinto, que se debe a que la hembra es fecundada, y por lo tanto, necesita tener al mejor fecundador, tener muchos fecundadores no es tan importante como tener al adecuado. En cambio, aparentemente, el macho a desarrollado un instinto de que mientras más mujeres fértiles, más seguridad tiene de reproducirse. Esto es muy instintivo, y los seres humanos somos mucho más complejos, y para entendernos hay que ahondar más profundamente, pero simplemente lo que quiero reflejar es que somos demasiado complejos como para andar tratando de definirnos. Definir no es comprender, a pesar de que se tenga la noción común de lo contrario.

Entonces, hay mujeres que uno recuerda en forma de objeto, por unos senos preciosos e interminables, por un tono de piel que te enciende, por sonrisas y gestos y manos que se tatúan en la memoria. Y este encuentro ocurre como el que puede ocurrir con un paisaje, es algo fácil, es algo simple. Por otro parte, cuando recuerdas a una mujer como alguien, recuerdas su complejidad, las historias que les entrelaza, la felicidad y por supuesto, las desdichas.

Las mujeres que son algo no es que no te importen, simplemente te importan de una forma diferente. Hay muchas cosas que influyen:

1) Incompatibilidad intelectual: Si a ti te gusta quedarte en casa y ella prefiere hacer cosas que a ti te aburren, y viceversa, es natural que no sientas tanto interés en su personalidad como en los encantos de su belleza, que son un hecho innegable, tanto como el hecho de su incompatibilidad. Es decir, lo que veo en ti es la belleza femenina, la contemplación y admiración, pero tu personalidad no es un libro que me mantenga sumergido línea por línea, y eso no está mal, muchas de las cosas hermosas se hallan en cosas sencillas. Lo que si estaría mal sería mentir e ilusionar para aprovecharte de esta persona, usarla, y lastimarla deliberadamente. Por lo tanto, esa persona es algo, como lo es una flor, un árbol, un atardecer, y pueden pasar momentos hermosos juntos. Ella sintiéndose hermosa y deseada a través de tus poemas, tú cediendo a los llamados de la inspiración.

2) Imposibilidad para enhebrar historias: Si una persona se halla casada, con hijos, y responsabilidades, definitivamente tu inteligencia instintivamente va a decirte que todo lo hermoso que ocurra con esta persona va a pasar a mediano plazo, ¿por qué? porque los deseos se vuelven destructivos cuando entran en contradicción. Lo que sientes (de tener un intelecto sano) es que la deseas, es hermosa, y te inspira; que el matrimonio no tiene sentido, y que la belleza se llama a sí misma a manifestarse a través de ustedes, pero que esa persona se haya en esa etapa en la que las personas no tienen energía para revolucionar sus vidas, y lo máximo que pueden hacer es huir de ellas, y llegará un momento en el que te des cuenta de que eres un escape para esa persona, y luego esa persona va a darse cuenta de que por más que quiera depender de ti, eso no va a salvarle de su vida, porque su vida es una máquina que genera conflicto y frustración, y tú eres sólo una breve pausa entre un ruido y otro. Temporalmente esta persona va a comprender que mientras más está contigo menos le gusta su vida, y van a tener que alejarse antes de que se arruinen la vida tratando de casarse o algo así.

En este caso, esta persona se vuelve objeto, porque es la única forma sana de disfrutarse mutuamente.

3) La edad: muchas veces nos atrae alguien mayor que nosotros, por su personalidad, sus anécdotas, y lo que puede enseñarnos, y además de que a veces la gente se vuelve sabia y madura con los años (muy pocas veces, por lo general sólo pasa cuando ya eran maduros de pequeños; el que es idiota, con los años se vuelve recontraidiota.); entonces, puedes sentirte muy atraído por esta persona, y es un capítulo que quieres vivir, sin embargo, sabes muy bien que esta persona tiene la belleza del ocaso, y eso te hace disfrutar intensamente lo que tienes mientras lo tienes, y es entonces cuando se va haciendo más y más objeto.

Así que, las personas que son algo, se vuelven capítulos en tu vida, y las personas que son alguien, con un libro entero.

Entonces, tenemos tres tipos de objeto: la flor sin intelecto, la brisa sin historia, y el ocaso que es efímero. Todas estás cosas fundamentan un conflicto entre ser alguien y ser algo, pero ¿de qué forma se puede vivir en armonía sin entrar en conflicto? sencillo, sin el deseo psicológico. El deseo de hallar seguridad en el futuro, de prolongar el placer indefinidamente, genera consigo el conflicto, sacrificas lo que vives por lo que podrías vivir. Hallas seguridad en ilusiones y al hacer esto conviertes el presente en un campo de batalla que se disputa entre lo que es y lo que debería ser.

Todas las personas son algo y son alguien, y es cuando las descubres, sin esperar nada de ellas, que misterios más allá de tu imaginación toman lugar. ¿por qué? porque aprendes de ellas, de lo que son, no de lo que esperas o te conviene que sean. Y es entonces cuando el amor toma lugar, porque amar es la forma de sentir, no lo que acumulas y controlas y mides. Y en ese punto, el sexo se vuelve una parte de tu vida, no el centro de ella, y el amor cobra un significado absolutamente nuevo.

Recordando a Laura Daniela

Hay personas que se quedan en tu corazón para siempre, y además en tu vida, y puedes disfrutar de ellos, de cada instante de ellos (suponiendo que usted sea de los que siente y no de los que se acostumbra); pero hay otras personas que se quedan en tu corazón, mas no en tu vida, y Laura es una de estas personas.

Escuchaba una canción inspirada en Maria Elena Walsh, y pensé en Laura. Laura estuvo conmigo en mis comienzos, cuando nadie me conocía, cuando nadie andaba ansioso por pretender que me conoce. Siempre pensamos a las personas que amamos en algún lugar, con ciertos colores, en un espacio que nuestra mente crea para ellos. La ciudad que hay en mi mente para Laura es una ciudad llena de bibliotecas y de tantas, pero tantas ganas de leer libros.

Laura y yo siempre nos amamos y nunca lo decíamos, porque éramos un par de niños con ganas de comerse al mundo a mordiscos de aventuras. Nunca soñé tan plácidamente como en esas noches en las que dormía con la bella sonrisa de Laura, llena, en parte de sueños, y en parte de ganas de soñar.

A mí lo que me gustaba de Laura era que en ella encontraba lo que no encontraba en nadie más, ¿y qué era eso? pues eso era Laura. Si comparabas a Laura con cualquier mujer, siempre iba a desencajar Laura, pero cuando simplemente te sumergías en Laura profundamente, te dabas cuenta de que ella era más que una mujer, y se encargaba en demostrarlo intensamente en cada instante.

Para Laura yo nunca fui Raga, ella no me llamaba así, ella no me respetaba, y tal vez sólo por eso pude confiar tan plenamente en ella, como no pude confiar en muchas de las mujeres que vinieron después, ¿cómo se supone que puedas confiar en alguien que desde el primer momento parece idealizarte y verte como la respuesta a todos sus problemas? ¿Cómo confiar en una mujer que te necesita sin siquiera conocerte?

Laura siempre tenía miedo de que la fama me corrompiese, se alarmaba un poco cuando empezaba a ver que salían admiradores y personas que me trataban como a un joven superdotado, yo no sé si llegué a corromperme, probablemente sí, porque de lo contrario no existe otra razón para que hoy Laura no esté conmigo. No me refiero a estar conmigo como pareja, de hecho nosotros jamás nos sentimos de esa forma más allá de esos momentos tan vulnerables que ocurren antes de dormir cuando uno se siente plenamente amado. A lo que me refiero es a que ella no está, y no puedo ni siquiera escuchar su voz, o mirar sus ojos llenos de emociones y deseos, y adivinar sus silencios y sus miradas, y sus gestos, porque ella no sabía ponerse en palabras, y yo era un traductor del lenguaje de sus gestos, ella podía mirarme y ya yo sabía qué quería, qué sentía, qué le aquejaba, y eso era lo hermoso de ser tal vez el único amigo verdadero de Laura.

Tal vez siempre he sentido una debilidad por esas personas que son tan maravillosas y a la vez no encuentran forma de manifestar su voz en este mundo, tal vez yo escucho su voz en sus silencios, sus secretos, su interior, y eso es lo que le da sentido a estar vivo y mi literatura. Yo no escribo por las cosas que hay que decir, sino por aquellas que no hay que callar.

A Laura siempre la siento como una niña, una niña siempre inconforme consigo misma, que cuando estaba sola se conmovía como nadie al ver el atardecer, pero cuando estaba conmigo buscaba siempre maneras de arruinar el momento con alguno de sus conocimientos científicos de astronomía que -aunque le irritaba- servían de inspiración para mis poemas. A Laura le encantaba arruinar todo momento tierno entre nosotros, tal vez porque era una forma de manifestarse, de hacerse presente, ella sabía que mientras me llevara la contraria sería alguien por sí misma y no simplemente la mujer de Raga, ella odiaba a Raga, a pesar de que me amaba a mí.

Laura siempre buscó maneras de no ser asociada conmigo, y de que siempre que se viese conmigo, encargarse de que se dieran cuenta de que ella no estaba babeando por mí como todas esas otras chicas, que según ella, venderían su dignidad a cambio de un poema.

Por eso es que Laura me ha inspirado tanto, porque a veces su necedad la hacía ver incorruptible.

Yo sé que tal vez Laura pueda despreciar todo lo que escribo, sencillamente porque es hermoso y ella odia esa sensación de belleza, porque no le gusta sentirse vulnerable frente a un poema, al menos que esté sola, al menos que esté dormida sujetándose a la vida mientras aprieta uno de mis fuertes brazos.

Es asombroso cuánto tiempo a pasado, es como si esa Laura ya no existiese, y formase parte de otra vida, y sin embargo, cuánto puede evocar un verso y un poema, cuántos mundos pueden nacer de un trocito de belleza.

Al irme de Laura me fui a la vez de toda la literatura latinoamericama, no por desprecio, no por idealizar lo extranjero, simplemente conseguí una tienda de libros usados y bueno, no hay demasiados libros latinoamericanos en esa tienda, así que me sumergí a la literatura universal, pero siempre que pienso en Benedetti, Sabato, Borges, Cortázar o Gabo (y Galeano, en especial Galeano), es como pensar en Laura.

Porque una persona no es sólo lo que es, sino que además es la etapa de tu vida por la que te acompañó.

He cambiado mucho, y me imagino que Laura también. Por lo menos me queda el consuelo de saber que a lo último Laura se aburría de mí, me decía que esa historia ya se la había contado, o que ya le había dicho sobre la historia de ese país, y bueno, el recuerdo de esa parte de la historia me hace pensar que tal vez le dí todo lo que pude darle mientras estuvimos juntos, y es un hermoso consuelo.

Yo no sé si Laura me recuerde, y no me molestaría si no lo hace, porque no deseo nada de ella, es imposible pedir más belleza de la que pasé a su lado.

Tal vez Laura ahora no tiene los mismos intereses, porque muchas de las cosas que Laura hacía, leía o observaba, era en gran parte porque todas las noches podía llegar y me lo iba a contar y yo la escucharía con toda la atención que le entrego a una flor o a un atardecer.

Yo he cambiado mucho, pero no cambiaría nada de lo que pasé con Laura.

Si volviese a verle, lo que haría sería escucharla, hablaría sólo lo necesario, gozaría de cada instante, de la forma en la que el aire sale de su interior, y sus dientes y lengua y labios hacen la magia de su voz.

Esto no es una despedida, yo a Laura jamás podría decirle adiós, porque Laura es una de las más bellas partes de mí. Y es necesario decir esto, porque sin su belleza y su apoyo yo probablemente no estaría aquí.

En la época de Laura, yo no tenía ganas de vivir, mi vida era una entera frustración, un conflicto entre lo que vivía y lo que quería vivir, y en esa época, los únicos momentos hermosos, eran aquellos con Laura.

Yo no sé nada de Laura, hace mucho no lo sé, pero sólo sé que deseo que le pasen todas las cosas hermosas y maravillosas que sólo un ser como ella merece que le pasen. Hablo de un atardecer, del verde del césped, de la brisa, y ojalá algún día puedas conocer ese mar al que siempre quise llevarte. Pequeña Laura, castorcito, china pendeja...