Su pelo era rubio y sus labios muy suaves, no me gustaba, o bueno, tal vez sí, es difícil no ver magia dónde solo hay piel para un poeta.
Su voz era suave, mi conversación absorbente, no hubiese sido mi primera opción, pero no había más nadie, sólo estábamos ahí.
No lo sé, al final sus suaves besos sabían amargos, porque sabían a derrota, porque no tenían ese deseo de vuelta que otros besos tienen, y es necesario escribir al respecto, porque sólo eso me quita su sabor de la boca.
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