Miro esa foto. No te conozco, pero miro esa foto.
Al mirarla, se abre, y puedo sentir a través de ella
Cómo tu felpuda barbilla reposa
Brillante de placer en mi hombro.
Tu respirar es profundo,
Se estira y se quema a sí mismo
Cuando tu pecho de niña se infla.
Como niebla me invade, más allá del cuerpo, un aliento de tu boca y de paisajes sólo conocidos en sueños; nutridos de memoria y de hambre del futuro.
Recorro sin tocarlos,
los relieves de la camisa que llevas puesta.
Una camisa que no he comprado
Y jamás ha estado en mi guardarropa,
Pero que es tan mía como tú.
Y de haberla tenido en mis manos,
A ella o a ti,
Eso importaría poco, muy poco.
Mío no es lo que tengo sino lo que siento mío con un ardiente sentir del que los propietarios de todo jamás sienten por nada.
Eres mía, tú y la camisa lo son, quizá por un derecho de envidia poética.
En el abismo de tu hombro,
se desplaza,
como la sed satisfecha,
Por la garganta,
Una luz rodeada de sombras que la protegen.
Aunque no sé, ni me importa saber,
Cuál es tu nombre, de él está llena mi voz.
¿Qué no es, acaso, el misterio, el mejor lugar para conocer ese lado desconocido, que las cómodas certezas, nos ocultan?
Siento,
Que eres algo nuevo, y,
Al mismo tiempo,
Que has sido mía desde siempre,
Y que siempre lo serás.
Siento, que eres nueva;
Es decir, que en ti,
Se me llenan los instantes de tiempo.
Siento, que eres nueva,
Y que, al mismo tiempo,
La novedad absorbe al pasado,
Al futuro, y a sí misma.
Siento, musa mía,
El ardor que rompe,
El ardor de la poesía.
Tu cabello desprende tu rostro,
Entre sombras,
De la imagen.
Te veo y te no te veo,
De perfil;
Te veo de la única forma que se puede ver lo que amas: incompleta, cerrando los ojos, para llenarte las sombras con mis anhelos y ausencias.
Y al final de tu camisa,
Después del sepulcro de tela,
Que asesina, aun vivas, tus caderas:
Nace la poesía sucia,
Ese rincón árido al cual humedecen mis deseos,
Que hacen brillar en la oscuridad,
Al cerrar lo ojos, mis placeres.
Este dulce sabor de hacer amena la amargura de no poder alcanzarte.
El agitado y mudo respirar
Al borde de tu curva vertiginosa y deliciosa;
El no aburrirme nunca de este deseo,
Porque jamás será satisfecho.
El profundo apetito por sodomizarte.
Y, a partir de aquí,
Deliberadamente destruir todas las sublimes
Insinuaciones que te escribí antes.
Porque la poesía sucia es ternura y destrucción, es el caos, la convivencia de mis demonios; es lo único que quiero, el único universo donde habito sin hábitos, donde me eres posible.
Y es así, y se acabó.
Fotografía tomada por Laura "Lalu" García (@Hija_del_odio )
La modelo: alguna vez debió ser alguien, pero ahora es un poema de Raga; y, como suele pasar con quienes hago poesía, se jodió para siempre: pasará a la historia recordada por lo que nunca fue, el gran amor de un poeta menor.
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