Me miro al espejo y mis ojos se ven hermosos y tristes
como si esa ausencia se hubiese metido
en donde suele meterse
en el frío
en el miedo
en la sed.
Trajiste trasnocho
y un monton de deseos
más dulces que cualquier verdad.
Ahí está el caballo aquel
que cabalga lejos de mí
porque siente todo lo que pudo y no fue.
¿Y cómo una mariposa tan pequeña te puede acariciar, ahí, en donde duelen las guitarras?
Yo sé que nadie creería que este poema no es para ti,
ni siquiera tú.
Pero juguemos que se puede mentir
juguemos que nunca fuiste
que me duermo temprano
y que soy feliz.
O mejor,
juguemos que estás aquí,
juguemos que fuiste lo que nunca pudiste,
juguemos a que te hago feliz.
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