Me preguntaron de qué trata lo que escribo, si es poesía, si es un diario o si es imaginación. Dicen que se siente real, y yo sólo puedo decir que se siente así, porque así lo es. Me inclino a pensar que lo que todos escribimos es un reflejo de las cosas que más nos conmueven cuando léemos y vivimos. Hay quienes me llaman intelectual, otros poeta, y tal vez nadie se equivoque. Sólo sé que lo que escribo tiene un aliento que es mío, una muerte que sólo yo he vivido. Y lo expreso con naturalidad, sin buscar nada, dejando que los textos desciendan a mí, y que se escriban como mejor les plazca, mi responsabilidad rádica no más que en mantener las herramientas en óptimas condiciones, y servirle de instrumento a la vida para que se exprese a sí misma a tráves de mí.
No me gusta llamarle obsesiones a mis temas, creo que las obsesiones son parte del miedo, la preocupación y la voluntad. En mi caso nada de eso existe cuando escribo, cuando escribo dejo de existir, y doy paso así para que exista todo lo demás.
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