Estaba cansado de huir de ti.
De divorciarme de los libros en donde tanto te amé.
De buscarte en tus redes sociales,
a ver si de pronto,
pensabas en mí.
De sumergirme en el trabajo,
en donde por cierto aparecías
en los recuerdos más inesperados.
Me cansé de levantar enormes pesas en el gimnasio,
de sonreír de victoria al ver como tantas mujeres allí
me deseaban a mí,
porque en cada conquista
que yacía desnuda
a mi lado en la cama
también estabas tú.
Así que me dije,
que dejaría de huir,
y me propuse pensarte
cada día,
durante 25 minutos.
Primero dolía.
Mi corazón se aceleraba,
respirar me costaba.
A veces quería llorar,
pero no me salía nada:
me dolías demasiado.
A falta de llanto recurrí al grito,
a la rabia,
a la ira.
Luego me calmaba y reía.
Nunca te he amado tanto
como cuando te amaba
entre esos desaforados
ataques de odio.
Deseé que te murieras
o morirme
lo que más te doliera.
Deseé que engordaras,
que nadie te quisiera.
Que cada hombre de tu vida,
fuese patético
para que nunca pudieras superarme.
Era peor que meterme en agua fría,
los momentos antes,
de la hora en la que empezaban
los 25 minutos,
en los que a diario
Me propuse pensarte.
Luego empecé a recordar las cosas bonitas sobre ti,
a extrañarte,
a querer protegerte,
a querer verte crecer y progresar
como antes
de que me dejaras de amar
y te fueras
con el juramento
de que siempre me ibas a amar.
Luego empecé a recordarme contigo,
era tan divertido,
cariñoso,
protector
te enseñé tanto
y viviste gracias a mí
cosas bellas
que nunca hubieras vivido
de no conocerme.
Te imaginé con otro
diciéndole que le amabas
y sintiéndote mal
porque esas palabras
apestaban
al no tener el mismo aroma
que tenían cuando por mí las pronunciabas.
Me sentí triste por ti,
me di cuenta de que tú también me habías perdido.
Luego los 25 minutos,
dejaron de tratarse de ti
o de nosotros
eran sólo sobre mí,
mis ganas de crecer,
de aprender,
de mejorar,
de ser.
Era un espacio para estar conmigo,
para conocerme,
para comprenderme
para estar en la mejor compañía que he conocido.
La mía.
Me di cuenta de que nunca te necesité,
simplemente creí hacerlo.
Acepté que te fueras,
y viví en la paz
de una mente sin recuerdos.
No puedo seguir odiándote
me veo al espejo
y me doy cuenta
no fue a mí a quien le fallaste.
Es asombroso
cómo mi vida cambió
en 25 minutos.
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