No las pienso mucho, extrañarlas no es parte de mi vida. No me definen.
Sólo las recuerdo en esas horas en las que me siento solo y mi corazón tiembla de abandono.
Si un Dios me diese un pergamino con cada detalle que vivimos juntos, me costaría entender por qué me importan ahora o por qué me gustaron tanto entonces.
Hay dos o tres mujeres que conocí cuando me sentía desamparado y que de mi sufrimiento no había salida.
Injustamente me aferré a ellas como Pizarnik se aferraba de sonrisa en sonrisa a la última esperanza.
Pero tú eres una carta de Cortázar que sí llegó a tiempo.
Yo me aferro a tu sonrisa ahora que mi vida no es vacía y que tengo esperanzas.
Hay dos o tres mujeres que me duelen cada vez que las recuerdo.
Porque hay dolores que duran lo que dura la vida.
Pero la dicha que me haces sentir,
Puede más que todas esas cosas que se han muerto.
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