Brenda despertaba entre sueños, con su delgado cuerpo sobre el mío, y contemplaba los rasgos de su rostro que la hacían tan única, como una piedra extraña y preciosa.
La literatura está llena de historias de hombres con mujeres bastante jóvenes, desde Gabo hasta Allan Poe, pasando por Julieta y su Romeo.
Me he estado preguntando qué es la pedofilía, porque en mi mente es un abuso sexual a un niño, una criatura indefensa e inocente, sin un cuerpo desarrollado para empezar a tener sexo y sin poder protegerse. Es algo que sólo una persona pervertida podría disfrutar, y con pervertida me refiero al interés sexual por una criatura que ni siquiera está lista para empezar una vida sexual.
Por otra parte, observo a Brenda mientras está hablándome entre dormida acerca de sus sueños, pues tiene tanta urgencia por contarmelos que no se espera a despertarse; y en sueños su acento es mucho más marcado, porque en sueños es la niña que nunca ha dejado de ser.
Brenda es una niña cuando está conmigo, tiene cuerpo de mujer, pequeña, tierna, contrasta deliciosamente con mis músculos, mi barba y mi melena. Adoro tratarla como niña, y ella lo adora mucho más que yo. Ella es mayor de edad, pero ¿qué si no lo fuera? ¿Qué si tuviera 17 o 16? con sus deseos a flor de piel, estallando ante la fuerza y seguridad que le brinda a Brenda un hombre que no quiere más que cuidarla, protegerla, consentirla y llenarla de ternura.
A veces escribo poemas para Brenda, y algunos de mis lectores se sienten perturbados. En ellos le digo que es una niña, que le quiero hacer el amor, que se bañe para mí, que se vista para mí, que se siente en las piernas de papi. Y a mucha gente le perturba porque le excita. A qué mujer no le gusta sentirse protegida por un hombre, sentir su fuerza, esa seguridad y protección que les da rienda suelta a sentirse tiernas, niñas, y amadas.
Ahora Brenda ríe en sueños, como si pudiera sentir mis pensamientos. Así es nuestra conexión, es tan profunda que a veces parece que nuestras mentes se pueden conectar, leerse y sentirse, sin pronunciar palabras.
Me gustaría saber a qué hombre no le encataría proteger a una mujer, cuidarla, tener un sueño al cual conseguir, y ver a Brenda siendo su mayor admiradora, uno nunca se ve tan bien como en el espejo que son los ojos de una mujer que te adora como una niña. O ver a Brenda alcanzar sus sueños, y decirle que papi está tan orgulloso, que la admira tanto y tanto.
Tal vez no hay muchos hombres así, pero es lo que soy yo, me encanta cuidar y proteger, dejar a Brenda venir a mí mientras yo leo, o escribo, o me siento en mi sillón de pensar y ella llega a mis piernas para decirme algo inteligente y hacerme sentir tan orgulloso de ser su papi y que sea sólo mía. Porque ninguna mujer quiere pertenecer a nadie, hasta que conoce a un verdadero hombre, uno admirable; en ese momento, si él no la quisiese sólo suya, ella se sentiría ofendida, insegura de sí, e insegura de él.
Brenda quiere ser más y más mía a medida de que se da cuenta de que no soy celoso, de que hago las cosas mejores que sus pretendientes, que no soy débil, que no me desespero, ni soy violento porque no tengo miedo, y uno sólo es violento cuando no tiene el coraje de ser libre y vulnerable.
A Brenda le excita tanto cuando otra mujer está derretida a mis pies, siente que hizo una buena decisión, y a veces en sueños tiene fantasías en donde hago mías a todas sus amigas para que se den cuenta de que ella pudo conseguir a un hombre que hace ver como niños a todo el historial amoroso de sus amigas, y al suyo propio.
Qué podemos hacer si el instinto es así, y nos excita, aunque no se parezca a lo que nos enseñaron a creer que estaba mal o estaba bien.
Los días favoritos de Brenda son aquellos en donde vengo de estar con otra, porque se lo digo, y luego la penetro salvajemente. Nunca he visto a una mujer tan excitada como a aquella que sabes que vienes de cogerte a otra y aún así te produce tanto, tanto deseo, que puedes cogertela con fervor a pesar de ya haber cogido antes. Es como si eso le hiciera sentir que encontró al hombre perfecto, el que no se castra por miedo a perderla, el que sigue siendo hombre cazador, y ella, sigue siendo su presa, sin importar el paso del tiempo.
Puede que estas cosas vayan en contra de lo que todo el mundo dice que es correcto, pero nadie me enseñó esto, lo he descubierto, es primitivo e instintivo, y te quema ahí, en donde arden los poemas.
Ahora es hora de irme, y Brenda no quiere que me vaya, pero ella sabe que papi es un hombre que siempre va tras sus sueños.
Y eso le gusta, y eso le encanta.
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