《Me hace feliz ir al mercado y ver cuántas cosas hay en él que no necesito》Era la cita que me venía a la mente, junto a una canción, y supe que era el comienzo de un poema que probablemente no escribiré al llegar a casa. A mi lado estaba ella, decepcionada de mí; por ser poeta, es decir: irresponsable, un fracasado, un perdedor, un incompetente en lo que al sistema capitalista tiene como concepto de competencia; es decir, no pensar.
Vamos caminando para irnos. Un hombre obeso, junto a su hija obesa, conversando con una mujer del mismo tono de piel que tiene el resto de los tertuliadores; pero su delgadez la hace parecer una suerte de anciana prematura. Alrededor todos son obesos. Los americanos se comen toda la comida que no comen los pobres. 《Si usted come dos panes y yo ninguno, promedio: un pan por persona》mi cabeza es una casa de citas, cuando pensé esto y lo hermoso que es mi vida gracias a la literatura, le confecé a ella que para mí la poesía lo es todo:
Hoy me di cuenta en la ducha
Imaginando sin ningún motivo aparente
Jugando en el cálido mar del pensamiento
A veces pasa, que uno piensa, sin pensar que piensa.
Después pasan tres horas en la ducha
Entonces me doy cuenta...
Para mí la vida no tiene sentido
Unicamente resisto vivir porque en la vida puedo escribir
También leer y pensar...
A ti, ¿Te queda duda de que he nacido para ser lo que soy?
Me dijo: que Era una excusa, que Soy un inmaduro, que Trabajar es lo que necesito, que Únicamente busco excusas para no madurar, que Por qué creo en cosas sin sustento razonable (¿Qué es más irracional que usar la razón para crear nuevas razones?), que Intente empezar en el mundo laboral; y luego le cuento si sigo pensando lo mismo del mundo y de ser un idealista, que Debo hacer ésto y lo otro; un montón de amarguras disfrazadas de proyectos, que Orrible es estar vivo, amigos.
Iba junto a echa; así, echa y no ella, en acento argentino, porque no soporto esa echación del castechano; en espechial por el pitazo de las chesz, que parece una pizarra de tiza en el tímpano. Pero mucho menos que eso, soporto estar vivo, y que ella, como todos... tengan razón. Esa Orrible razón miedosa e irracional.
Ser escritor es lo peor, pibes, es un acto humichante. Masoquismo puro, dejar caer una vela en la punta del pene; o mejor dicho, del clítoris de mis ideas.
Un humo se desencadena dentro del coche (sin acento argentino, porque esto va a ser serio) y entra esa mezcla de fuego y de alcohol puro, de gasolina y de azufre, y ella almorzó caraotas hoy, y esos granos le hicieron masacres en el estomago, y ahora quiero vomitar, y pienso en la náusea de Sartre, pero esto es peor.
Bajo el vidrio. Siento el frío en mi piel, veo la nieve y luce eterna. Esas casas se parecen mucho a los apartamentos donde viví por primera vez cuando llegué a este país, pero no entiendo ¿Qué me hace extrañar ese lugar? Sólo busco excusas para nostalgiar y llorar y vomitar toda esta tristeza acumulada sabrá Dios desde cuándo. Y el auto apesta. Esta ni siquiera es la ciudad adonde llegué, que tonto es estar triste. Pero bueno, aquí todas las casas se parecen, tal vez puedo nostalgiar. No, pero cuando viví allá no había ni siquiera nieve, era verano, y ni siquiera la pasaste bien ese mes viviendo allá; sólo nostalgiabas tu país, un país que ni siquiera amabas, donde eras infeliz y por eso te viniste. Sólo has ido por la vida sujetándote a las cuerdas de las nostalgias, engañándote, haciéndote creer que antes tu vida tuvo algún sentido, pero no, mi pana, has sido un miserable desde el comienzo del comienzo, y la vida no tiene importancia. Ni si quiera ese coche que se acerca a nosotros, ni siquiera ella distraída viendo el teléfono, ni siquiera esas luces de frenos rojas. Debería colocarme en una posición para resistir el golpe, pero ni si quiera distingo entre las luces rojas o la sangre, será de ella o mía. Ojalá estuviera mi madre viva, y yo no fuese un niño pero sí me sintiera como uno... mientras ella me acaricia la nuca y la cabeza. Lo peor de morirse es que este carro de mierda apesta; así, sin comas.
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