Es difícil hablar de literatura, por lo menos si la amas. Uno no trata con frivolidad las cosas que ama, esa es una de las pocas cosas claras de esta vida. Quizá algo más difícil que hablar de la literatura, es hablar de la literatura de alguien tan cercano y querido para ti, como me ocurre con Kelly Díaz.
Llenar este texto de halagos sería un insulto para Kelly. En especial porque si algo nos hace confiar el uno al otro es nuestra incapacidad para mentirnos tratando de ser agradables. Somos rudos, somos tiernos, somos escritores que no le tienen miedo al sufrimiento. Y por eso es que creemos en este proyecto que es el nuevo blog de Kelly Díaz. Con el mismo nombre, porque los nombres son apenas la sombra de su contenido, pero con una transformación que los lectores podrán sentir desde el primer momento.
Tal vez estamos locos, y tal vez es necesario estarlo si es que quieres apostarle a la literatura luego de observar por unos instantes toda la destrucción que han ocasionado en ella las mercenarias editoriales. Pero una cosa es cierta, la pureza de la literatura se encuentra al abrir el libro y no al venderlo. He comprado más de cien libros usados, en primer lugar porque soy pobre y en segundo porque soy vago, y hay algunos que están tan intactos que me hacen sentir que viajo en el tiempo. Kelly asegura que vivo perdido en el tiempo, yo le digo que en la literatura el tiempo no existe, porque en el amor sólo existe una eternidad que siempre acaba de empezar.
Lo cierto es que este texto debería ser más corto, pero yo no sé escribir por encargo, sólo sé escribir lo que siento como verdadero. Así que si están leyendo esto, es porque Kelly quiso compartir un texto dirigido para ustedes pero que realmente era exclusivamente para ella. Porque desde que Kelly me conoció, ella tiene quien le escriba.
Cuando conocí a Kelly no me impresionaron sus textos, ningún lector respetable puede impresionarse demasiado por los textos de un escritor joven que tiene aún tanto por sentir y crecer. Pero sin duda lo que me impresionó, fue ver su enorme potencial; porque conocer jóvenes escritores que escriban mal es casi una cuestión hormonal, pero conocer escritores jóvenes que tengan potencial es, sin duda, una de las maravillas más extraordinarias que a uno le pueda ocurrir. Y eso me pasó con Kelly Díaz, y desde ese entonces no me dejo de maravillar.
En esta nueva aventura los invito conmigo a sentarnos en primera fila y deleitarnos con el desarrollo y el crecimiento que nos quiere compartir Kelly, debido a que la literatura es un acto solitario que sólo existe gracias a la fe en la compañía, en los otros; escribir es de cierta manera ser uno con el mundo, y es ese el milagro que Kelly nos viene a compartir, y del que quiero formar parte, y espero que ustedes también.
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