Después de tanto tiempo, salí a caminar, me di un momento de silencio, para detenerme, observar y escuchar.
Es asombroso, cómo a pesar de no tener expectativas lograste decepcionarme. Me hiciste tanto daño, a mí y a tantas más personas. Pero de alguna forma, te agradezco, gracias a ti aprendí a ser tan fuerte; aprendí que nunca debo poner en un lugar a alguien que no desea estar ahí, porque la vida es para los que la desean, los que la luchan, los que la labran. Pero en cambio tú, me demostraste esa cobardía, la que impide que los amores y las vidas, lleguen a historias, se salven del olvido...
Pensé que iba a salvar tu vida, pero ya estabas muerta antes de conocerme, creía que soñabas cuando simplemente respirabas, me dijiste que era el blanco de tu gris, que aprendiste que la vida no tiene extremos sino matices, y que te enseñé el lado bello de la vida.
Bueno, tú a mí me enseñaste el lado doloroso de la vida, el lado que no vale la pena, el lado de los que no merecen mi amor.
Me enseñaste la indiferencia, la cobardía, el egoísmo. Me enseñaste esa parte del mundo contra la que lucho, de la que no formo parte. Y si creo que existe un mejor mundo, que un tipo de vida diferente es posible, es porque no quiero que existan seres como tú, y como los que te hicieron ser lo que eres, ese ser al que amé y como recompensa se dedicó a destruirme. Con su frialdad, su distancia, su indiferencia.
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