A veces conozco a personas que me agradan, en un viaje, en un trabajo, en un evento. Y nos caemos tan bien, que duele depedirse y saber que nunca volveré a verlos, aunque intercambiemos números o cosas así.
Desde que me fui de Venezuela, he aprendido a vivir perdiendo las cosas que amo, sabiendo que cualquier lugar que llame hogar es simplemente una estación, un remanso, un bello sitio de paso.
Pero la razón por la que quiero a Venezuela libre, no es para recuperar lo que perdí, ese país que todos amamos y perdimos jamás volverá a existir.
La razón por la que creo en la lucha venezolana por libertad es porque quiero que los niños del futuro nacidos en esta hermosa tierra del Caribe que me ha dado todo lo que tengo y lo que he dejado de tener, tengan la oporturnidad de tener algo que amar, algo que defender.
Venezuela, ella es una abismo que todos los venezolanos tenemos en común, un pantano inmenso de dolor, frustración, de generaciones con sueños perdidos.
Pero en el fondo de ese pantano, hay una flor de loto, que viene hacia nosotros y esa flor, es nuestra Venezuela libre.
Muchas vidas se han perdido, muchas vidas se perderan. Pero la calidad de vida se ha denigrado tanto, nos han sometido a las peores humillaciones, nos han dejado sin dignidad alguna. Es tanto el dolor que ya no tenemos nada que sentir. El amor no es más que un recuerdo.
Pero hoy amaneció diferente. Hoy las heridas volvieron a doler, hoy volvimos a sentirnos vivos, hoy nos volvieron a doler las ausencias, hoy volvimos a creer en esos sueños que ya habíamos dado por jamases.
Hoy sentimos que una Venezuela libre es posible.
Hoy resucitamos, hoy tenemos una nueva vida que dar, que entregar.
Hoy volvemos a tener algo que defender, un lugar al que llamar hogar.
Y ese lugar es la Venezuela del futuro, la que edificaremos en las ruinas del país que nos quitaron.