Habito en la morada de Dios,
Mi padre, padre nuestro y protector.
Dios entra a casa y no me hace mucho caso,
Cosa que me importa poco;
Me hace feliz saber que él está
Y le agradezco por dejarme quedar
En su hogar y cuidar de mí.
Dios me obliga a trabajar,
Y yo lo hago contento;
Porque si ustedes no lo saben,
En el paraíso todos seremos obreros de Dios.
No te asustes, hermano mío
-menciono entre sonrisas-
Dios es justo y no será como son los hombres,
Seremos felices todos de honrarlo
Con los dones que nos ha dado:
"Para su honra y gloria".
Como prueba de su amor les contaré mi testimonio:
A Dios le encantaba su moto;
Nunca la usaba pero le llenaba de tranquilidad
Entrar a casa y verla.
Le llenaba de esa paz parecida a la muerte:
La del hábito.
Tuve una resplandeciente ocurrencia
Para servirle a mi Dios:
Cada día le refrescaba el polvo
Con una húmeda tela.
Dios veía y se alegraba;
Pero nada decía y nada en agradecimiento me daba.
No piensen mal si lo comento,
Es para ilustrar,
Mis acciones fueron desinteresadas.
Pero, por accidente, un día,
Le marqué una torpe cicatriz a su moto.
Fue ingresándola, al concluir mi tarea diaria
De moverla, humedecerla y contemplarla
Por brillosos instantes.
Dios se enojó conmigo y deseó matarme;
Pero fue misericordioso,
Y solamente me pasó por encima con ella,
dejándome minusválido.
Los impíos:
Homosexuales,
Fornicadores y pensadores;
Pueden arrojar saetas
Para debilitar mi fe en Dios,
Por su aparente injusticia;
Pero lo que ellos no entienden,
Porque no conocen su gloria,
Es que mi Dios actúa bajo razones misteriosas.
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