jueves, 28 de diciembre de 2017

El sueño de los oprimidos.

Te asombrarías al pensar en los lugares en donde un ser humano puede encontrarse un hogar. Un hogar es ese sitio en donde siempre te quieren ver volver. Y fue entonces como Tania había curado su orfandad con los convictos del penal. Cualquiera se vería tentado a pensar que iban a abusar de ella, y maltratarla, y luego matarla. Pero para ser un críminal despiadado hay que ser libre, y aquí estos hombres estaban más sensibles a la presencia femenina debido a la escacez de esta. Cuántas veces uno deja pasar a una mujer cuando tiene opciones, ah, pero aquí, aquí uno se da cuenta que el mayor embellecedor es la ausencia, solían decir, no con palabras sino con acciones, los presos.

La prisión es la carencia y Tania era aquí una reina, a pesar de que su carencia era lo que la llenaba de toda adoración. Su carencia de pene, de masculinidad. Usaba el cabello corto, y todos los reos la instaban a dejárselo crecer, a acentuar las diferencias con lo masculino. Sus senos eran casi imperceptibles, y qué se la va a hacer, decían los más sobrios, por lo menos así nadie se obsesiona, porque sino imagínate, se prende esta mierda y hacemos una guerra, mejor así, que parezca una niña a la que todos cuidamos antes de que parezca una mujer a la que todos necesitamos.

Como ley de justicia todos se compartían a Tania por porciones iguales, era la única forma, porque si le tocaba más o menos a alguno por sus condiciones físicas, entonces eso sí que crearía un colapso. Al imponer equidad prevenían el destructivo enamoramiento, porque para enamorarse hay que primero creerse especial. Y en ningún lugar es tan peligroso el enamoramiento como entre críminales.

Fuera de la cárcel una mujer compartida empobrece su valor, porque para compartir a una mujer hay que primero reconocer tu debilidad, tu sentido de inferioridad o tu impotencia. La impotencia sí existe, es la condición humana, pero una cosa muy distinta es que algo exista a que algo te lo creas. Y una historia de amor solo ocurre cuando el hombre deja de creer en su condición humana. Cuando dos o más hombres comparten una mujer, sentimos que ellos reconocen su inferioridad ante ella.

Y tal vez dentro de esta cárcel sea igual que afuera, pero es una hermandad involuntaria, un reconocer que el placer, como el alimento, es de todos y es poco, y por lo tanto lo tenemos que cuidar. Somos reos, si la espantamos nos quedamos sin nada, así que vamos a cuidarla, vamos a dejar que sea el centro de nuestro universo.

200 hombres, 200 maridos, toda una familia enorme alrededor de la abeja reina.

Tania quedó embarazada y nadie tenía idea de quién podría ser su padre, el nombre del hijo era aún un enigma, muchos optaron por reconocerlo como Junior, el hijo de todos.

Lo cierto es que el parto se complicó, y Tania y Junior cumplieron su sentencia aquí en la tierra.

Los presos acrecentaron la ausencia, el dolor y la escacez, y crearon toda una secta en nombre de nuestra señora Tania, la que ampara a los privados de libertad, a los de las manos llenas de sangre cuyo todo fruto es  porque es forzado.

Tania, la patrona de las esperanzas que fecunda sueños que nunca llegarán a ser, sueños muertos, cuyos recuerdos, nos invitan a soñar mucho más.

Tania, aquella mujer que una de nuestras semillas dio lugar a su muerte, aquella culpa que todos compartimos al ignorar el verdaderos responsable. Nuestra verdadera pena, nuestra verdadera redención. La madre de ese hijo que nunca podremos conocer. Esa duda, a la que nos resistimos, la que nos come, la que nos acaba por dentro y nos convierte en el hazme reír de todos estos barrotes que son la vida.

lunes, 25 de diciembre de 2017

Princesa encantada

Llegaste,
caíste sobre la noche
transformándola, dándole un nuevo sentido.

Veía todo a mi alrededor,
la gente,
la hipocresía,
pensaba en mis libros,
en esa frase de Byron
《Salgo sólo para renovar mis deseos de estar en casa.》

Todo tan articial, tan forzado, tan ya me quiero ir.

Y cuando estaba por inventar una excusa para largarme, te vi llegar.

Y las mesas ya no eran absurdas,
la gente ya no era objeto de mis impaciencias,
la vida ya no era interrumpida, sino que era un camino que me llevaba hasta ti.

Te vi, y lo supe, supe la certeza.

Estabas ahí para mí. Una mujer como tú, nació para un hombre como yo, con el poder de hacer inmortal tu belleza al filo de mi sensibilidad y mi literatura.

Al final de la noche te lleve a casa, te hice mía, como nunca nadie antes.

Tranquila, cariño, no eres fácil, fue mi culpa. Te entregaste desde el primer instante, porque yo no hice otra cosa desde que te conocí, que demostrarte que para mí habías nacido.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Charles Dickens, Una historia de dos ciudades

Ambientada en medio de la revolución francesa, la obra de Dickens se muestra como un trabajo literario con la intención de comprender un fenómeno tan complejo como lo es la revolución.

Porque una revolución no es una idea hermosa con la que discutes con amigos en un café, la verdadera revolución ocurre debido a un régimen injusto que oprime a un pueblo, y ese pueblo se va a las armas, y en el caso de la revolución francesa, crean una de las pesadillas más aterradoras que ha ocurrido en la historia humana. Muertes, sangre, injusticia, un régimen del terror en donde cualquier podía ser juzgado sin tener demasiadas pruebas en su contra. Espías, chismes, un pueblo y una masa movida por el odio, el resentimiento, la sed de venganza y el prejuicio.

Hay escenas conmovedoras, como la de un doctor que pasó preso injustamente muchos años, hasta el punto en donde había olvidado cómo hablar, y quién era; su nombre era el número de su celda y lo único que sabía hacer era zapatos, oficio que aprendió estando preso, pero es salvado por su hija, a quien dejó siendo una bebé, y con su ternura, amor e inocencia, le devuelve un soplo de vida. Sin embargo, los daños pesan más que los años, y cuando esta se casa, y el siente que la pierde, vuelve a su hábito de hacer zapatos, producto de la desesperación, a pesar de ya tener mucho tiempo ejerciciendo de doctor nuevamente. Evidenvidenciando así la inquietud de Dickens acerca del confinamiento solitario como tortura para el alma humana.

La perspectiva de Dickens es una en donde el individuo y su privacidad está por encima de la masa y su odio irracional, su fanatismo, su ignorancia. Esto basado en que, durante esta época, todos eran espías, nadie podía confiar en nadie, y si alguien te delataba como una posible amenaza a la patria naciente, ibas muerto, a la guillotina, como le ocurrió a cientos de personas juzgadas sin justicia.

Lucy, el personaje femenino, precioso y tal vez idealizado, como son todos los personajes femeninos protagonistas de Dickens, es pretendida por tres hombres, un gordo viudo adinerado que jamás ha hablado con ella, y la quiere comprar con su poder, pero es convencido por el bancario (personaje importante y divertido durante toda la novela, it is bussiness, just bussiness.) de desistir porque le advierte será rechazado; luego tenemos a Sydney, que es un muchacho que deperdició su vida en vicios y jamás aprovechó su potencial, el cuál le confieza su amor a Lucy aún sabiendo que no la merecía, y se desaparece de su vida, y esa confesión queda como secreto entre ambos; y por último, Charles, quien sería finalmente su esposo, un joven idealista, honrado y correcto, que era sobrino de un marqués cruel pero con el cuál jamás se había llevado bien y por ende, rechazaba su título, y creía de forma romántica en la revolución, él rechazaba su nobleza y su fortuna heredada por su linaje, y no usaba su apellido de noble sino el de su madre.

Un día recibe una carta, de un antiguo sirviente que es apresado, y tiene la intención de ir a rescatarlo (lo cuál me resulta conmovedor, porque quién que sea exiliado no sueña con volver a su país y ser un héroe) pero es apresado. Luego todos viajan a esa Francía llena de peligros que ignoran pero que luego no podrían evitar, y tratan de salvarlo.

El Doctor como antiguo prisionero de la monarquía es visto como un héroe, y usa sus influencias para sacarlo, pero la protagonista malvada, Madame Defarge, una mujer movida por el odio y el resentimiento, busca maneras de volver a encarcelarlo y de neutralizar al Doctor para que no pueda rescatarlo.

Pero aparece el héroe inesperado.

Sydney viaja hasta Francia, y por amor a Lucy, cambia lugares con su esposo, convirtiéndose en uno de los actos más bellos de sacrificio por amor que jamás se haya registrado en la literatura, inmortalizándose en la memoria y las lágrimas de los hombres.

Otra heroína es Miss Pross, quien por un presentimiento, deja que ellos se vayan primero de regreso a Londón, y al terminar quedándose, se enfrenta con la villana de la historia, que venía con un arma para matarlos a todos, y se encuentra con Miss Pross.

Y luchan, y luego se escucha un disparo, y hay un silencio, y no sabemos quién ha muerto.

La villana cae al piso, pero el silencio no termina, la sirvienta ha quedado sorda, y se quedará así por el resto de su vida.

Es una de las mejores historias que he leído, y la recomiendo, su riqueza literaria es única.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Paraparal, Capítulo uno.

Alguna vez estas calles fueron una laguna sin nombre, y sin nadie quien la nombrase o contemplara su esplendor. Con el paso de los años la laguna se secó, y personas que venían al centro del país buscando una mejor vida, buscando un misterio paradisíaco más allá de la interminable monotonía rural, empezaron a poblar estas tierras urbanas que empezaban a crecer junto al comercio del petróleo y al hambre salvaje de gastar y enriquecer.

Pero mi familia no llegó por ambición, llegó porque mi abuelo Ángel, conocido por el mundo como el Musiú, por su tez blanca y por su barba roja que jamás dejaba crecer; sin embargo, dentro del hogar, se le conocía en secreto como El Viejo, por su crueldad y su maltrato ante todos los hijos, maltrato que abriría la puerta a un sin fin de aventuras secretas entre mi madre y mis tíos de las que sólo pueden ocurrir bajo el maltrato opresivo de una dictadura doméstica.

Empecemos a evocar personajes diciendo que la madre de mi abuela era una india del campo, Valle de la Pascua, para ser más exactos. Con más hijo de los que puedo recordar, y con tantos padres como hijos. Ella trabajaba limpiando casas como críada para una familia de acaudalados que vivían en Caracas pero tenían su casita en el campo. Y, luego de miradas, susurros y sonrisas, terminó cediendo sin demasiado esfuerzo -más allá de unas cuentas palabras de resistencia desconectadas por completo con sus acciones- a las urgencias de amor del hijo de la familia acaudalada.

Tal vez la madre de mi abuela, cuyo nombre es Maita, haya pensado que su vida estaba resuelta, y que sus hijos y ellas encontrarían un refugio, una vida mejor; o tal vez, desde que supo que estaba embarazada se resignó con orgullo, reconoció las consecuencias de sus actos, y sumó una carga más a su esclavizante destino de esa maternidad que era a su vez una maldición.

Lo cierto es que nadie puede saberlo, ustedes elegirán si quieren ver esta parte de mi prehistoria como una historia de amor, o como la historia de una mujer valiente que se enfrenta con uñas y dientes contra la condena de su destino, de su miserable existencia. En mi literatura todo el mundo es libre de creer lo que quiera.

Tal vez ella estaba resignada al rechazo y sólo le contó al padre de mi abuela para que lo supiera; tal vez desesperanzada, tal vez asustada, o tal vez ambas cosas. O sino, puede que haya estado feliz, y buscase compartirla con el hombre que amó con tanta prematura entrega, como si hubiese nacido para ser suya y encontrarlo, como suelen amar las personas desesperadas por encontrar algo que los libere de su destino.

Otros dirán que existe la posibilidad de que ella no más haya sido una puta muy fácil, menos un amor que una satisfacción del instinto animal; a esas personas, les ofrezco dos soluciones, una es incluir esta teoría en alguna de las dos anteriores, y la otra, es descartarla por completo, porque yo la verdad no estoy interesado en especulaciones tan poco placenteras, literariamente hablando.

Pero dejando atrás las teorías y acercándonos un poco más a los hechos, mi abuela le contó a su -suponemos- amado, y este, demostró mucha felicidad y entusiasmo, y le dijo que iría inmediatamente a Caracas a arreglar todas las cosas necesarias para empezar su destino juntos y para siempre. Nunca sabremos si dijo esto en serio o simplemente para decir lo que pensaba ella quería escuchar, pero lo cierto es que nunca más regresó a Valle de la Pascua, algunos creen que hasta tomó el primer barco para su tierra ancestral, España, apenas tocó piso caraqueño.

Me pregunto si Maita regresaría a casa y tocaría su vientre, se sentiría conmovida e ilusonada, suspiraría feliz, por primera vez, sentiría que había nacido para esto, que había pasado por tantas visicitudes como una prueba de Dios o del destino, para luego empezar una vida mejor, una vida de felicidad y amor que disipara de una vez y para siempre las penas acumuladas durante toda su vida y que le habían forjado ese carácter áspero, tácito y sombrío. Una felicidad tan bella y pura como nunca se había atrevido siquiera a soñar, y que ahora no podía sacar de su mente, se expresaba a través de ella en forma de fantasías, de los sueños más infantiles, los que se había dedicado fervientemente a reprimir debido a que la realidad no hacía otra cosa que despreciarle cualquier cosa que pareciese placentera.

Tocaba su vientre; ella nunca había recibido amor, y como suele ser frecuente en personas para quienes durante su vida, y en especial la infancia, se les ha sido privada de ternura, las palabras como un "te amo" simplemente no formaban parte de su vocabulario, siquiera de su concepción del mundo, esas palabras eran, como es siempre en las clases más pobres, una de las cosas que los hombres balbuceaban cuando estaban terminando de hacer el amor, un "gracias por satisfacerme", una mentira vulgar y vacía.

Pero, aunque nunca había conocido el amor como nosotros lo entendemos, ella sentía al igual que nosotros; su cuerpo hablaba más allá de su conocimiento, y pronunció las palabras más tiernas que alguna vez salieron de su boca, y que nadie, ni siquiera nosotros, a decadas de su muerte, pudo escuchar.

"Creo que te llamaré Gladys", dijo, y el corazón se le llenó de una inexplicable e intóxicante felicidad.

jueves, 14 de diciembre de 2017

Kike y mi defensa siciliana.

Él movió un caballo y por accidente tiró su reina al piso, y en ese entonces vi su rostro, sus largos dedos, sus frondosas cejas, y luego me miro con esos ojos que ven uno para el sur y el otro para el norte.

En ese momento ocurrió, ya no lo vi más a él, vi al niño que fue, que cargué en mis brazos, que me llenaba de su olor de bebé, y cuya saliva era la fragancia más tierna y relajante del mundo.

Luego con dos años, sin saber hablar, ya asomaba en su rostro las facciones de un perro muy malhumorado; yo robando tus postres, tú llorando por todo, como si te irritara la vida y el silencio.

Luego se metieron a robar a casa, y a madre le apuntaron con una pistola, y no había dinero, y luego te apuntaron a ti, y sentí tanto, tanto miedo, mi pequeño niño.

Cuando dormías me encantaba susurrarte promesas al oído, como tratando de himnotizarte:

"Cuando despiertes no vas a ser un niño tan lloron, y me vas a querer mucho y me vas a hacer sentir muy orgulloso de ti, a la cuenta de tres..."

Luego te caíste de la silla, y tu cabeza se llenó de sangre escandalosa, tan escandalosa como tú, y padre soltó el diario de su domingo imperecederamente rutinario, y madre gritaba enojada, y padre te sostuvo en sus fuertes brazos ahora ensangrentados, y tapaba tu herida con una servilleta, y tú sangrabas, sangrabas y llorabas sin cesar.

Él tenía miedo, terror y pánico, papá siempre fue cobarde, pero actuaba, era de esos cobardes que tenía que ser hombre cuando había que ser hombre, y lo admiro por eso, porque de nada sirve ser valiente siempre y acobardarte cuando toca el reto de tu vida.

No sabían que hacer, y yo paralizado, mirando, ellos me ignoraron por completo, y yo mirándote morir, sentía miedo.

Regresaron riendo, felices, que la cabeza es escandalosa, que no era nada grave, que qué miedo, que hay que tener cuidado, etc.

Pero te quedó una cicatriz para siempre en la parte trasera de tu cabeza, y a mí una identica en el rostro de mi corazón.

Desde entonces no quise hacer otra cosa que cuidarte, que protegerte, que defenderte, dedicar mi vida a ser el hermano que pudiera hacer todas las cosas que cuando necesitaste no pudo, porque no sabía, y en esta tierra uno debe saber algo para poder hacerlo.

Y lloro por primera vez en estas líneas todo lo que nunca había llorado, es como si me hubiese perdonado.

Y yo quería que fueras fuerte, era duro contigo, quería que nadie te hiciera daño, sentía que el mundo o por lo menos Venezuela era un lugar demasiado cruel para un ser tan hermoso como tú.

Y luego me di cuenta que se me pasaba la mano, empecé a vivir sin ti y quise sólo disfrutar el tiempo que tenía contigo.

Pero nos separamos, como separados por abismos que crecían con los años; tú en tu mundo de música, yo en el mío de palabras.

Y en el ajedrez de aquella noche navideña sin Venezuela, sin los seres que amamos, nos reencontramos; nos unimos de la única forma en la que dos hombres pueden, y es en la pasión que es más fuerte que la sangre y que la carne.

Ahora me ofreces un intercambio de damas, oh, hermano, yo no intercambio me reina por nada del mundo en la vida real, es mi tesoro más preciado, mucho menos la cambiaré en un tablero de ajedrez, ella está incluida en mis planes y la llevaré hasta el final.

Ahora interrumpes el juego, hablas incesantemente de Beethoven, como sueles hablar de todo lo que te apasiona, y me cuentas que tiene Asperger al igual que tú, y que aspiras ser un genio como él, y yo sé que será así, porque eres de esa extraordinaria raza de seres humanos que edifica sus sueños en disciplina y conocimientos, eres invencible, terco, testarudo. Eres mucho más listo de lo que era yo a tu edad, pero, te falta mucho por crecer y aprender, porque te acabo de dar un jaque-mate.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Poema a una mexicana

Cuando vi tus ojos supe que había encontrado el lugar en donde el águila se posaba en mi nopal, e hice de tu mirada mi bandera.

Mi amor por ti es más inmenso que México antes del tratado de la Alta California.

Conviertes mi pasado en valles y lagunas, y tu eres tan neceseria para mí, como la historia de México lo es para entender a la América latina.

Eres la Nueva España del corazón de este imperio, tu Veracruz me besa el Atlántico y con tu Acapulco me aprietas el Pacífico.

Y este San Luis de Potosí, con su corazón solito, y con esta Zacatecas descubro el oro de tu risa.

Desde el desierto de tu soledad encuentro mis caminos Mayas, cuando me miras con esa mirada Yucateca que se siente parte de nada que no sea sí misma.

No hay muro que evite que mi río de todos los contextos se llene de ti. Eres la primera revolución que toca mi siglo XX, y si me preguntan, diré que soy un leal soldado de Pancho Villa, y si estás en peligro, y si te quieren oprimir, sólo diré que Zapata volverá.

Llenaré tus muros de Diego Rivera y de Orozco, y piernas pa' qué las quiero, si tengo alas para volar.

Te llenaré el abdomen de ese inefable Juan Rulfo que enciende los llanos, Y con Carlos Fuentes beberemos la muerte de Artemio Cruz, para terminar perdidos en un laberinto de la soledad llena de Paz.

Toda la diversidad cabe bajo lo que significa ser mexicano, y palabra de macho, está tierra es mía, yo soy mexicano, nací despreciando la vida y la muerte.

Que mi amor te libre de la United Fruit Company, del canal de Panamá y de esas 13 colonias que llegaron para ser tus 13 plagas y que sólo tu poderosa cultura te salva de ellas. Pero no te me enchiles todavía con este picante poema, que hasta hay mariachis en Alemania.

Mejor pega tu cintura a mi bolero, rozame el Pedro Infante, apriétame el Jorge Negrete, y deja que te llene el aliento de mi Agustin Lara.

Ámame con la dignidad de Maria Félix y las lágrimas de Chavela Vargas.

Te miro, y todo lo que miro es de primera calidad, tus amores perros, la tía Alejandra de Arturo, y los olvidados que no olvidó Buñuel. Y si te quieren entender que llamen a los hijos de Sanchez.

2 de Octubre de 1968, nunca olvidaré, de todo y todos te defenderé.

Besáme con tu México profundo, bésame en lengua zapoteca. Lléname los campos del cuidado del maíz, y que no se nos rompa otro mexicano en los semáforos.

Adelita en el tren, Porfirio que no quiere terminar, pero ámame cómo sólo tú me amas, que para escribir este poema me tengo que comer tus enchiladas.

Yo te cielo, y de la nada me empieza a latir muy fuerte el corazón, y un susurro entre las sombras me dice que eres tú y que soy yo, porque los mexicanos nacemos donde nos da la chingada gana.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Niñas tristes

Hoy visitamos a la madre de Alfredo y amiga de Mamá.
La tarde fue fría como en revancha al caluroso día que arrebató las energías.
La señora María nos recibió a verdor –¡tiene tantas plantas!– y con un café que sonaba a sonatina, pues tomé una cucharadita y dándole vueltas en el pocillo de cerámica, así sonaba, sonaba a sonatina el café con el azúcar, bailando y haciéndose un solo sabor y aroma –quiero que seas mi aroma y mi sabor– entonces la conversación se tornó mas seria pues hasta entonces tocabamos temas de importancia diaria y ánimo, pero ahora fue sobre la importancia de la niñez, es la señora María terapeuta y llena, y fue a impartir alivio a un preescolar y es que en el preescolar reinaba el odio, y entonces es que se comprende como el mundo se descarrila.
El hecho fue que era una tarde y todos niños y niñas de 4-5 años, se hacían juegos y sonidos, se promovía el afecto y los abrazos, pero una niña nada decía o abrazaba y aislada a un rincón del preescolar se quedaba sola, era rechazada a acuerdo general. La señora María lo nota y actúa, y todas las niñas deben abrazar a esa soledad bella –decía ella que la niña era de gran ternura– pero ninguna quería y una pronunció fuertemente “Yo no la abrazo, yo la o d i o” así que la señora María preguntó que ocurría y habló con la maestra y todos abrazaron a la niña que aún brotaba lágrimas por el rechazo de la niña que gritó todo su desprecio, y no comprendía, ella sólo sabía que no era querida. La maestra luego dijo que la niña solita era de recursos lamentables, y por eso la denigraban, causando así el daño que sólo la señora María pudo advertir. Y luego explicaba ella que todo vive y crece a partir de la niñez, que los niños abandonados pasaran factura en la adolescencia, así aislándose y cediendo a la tristeza, pensé entonces en mi propia niñez y en las razones que luego fomentaron mi soledad, pensé en nuestras conversaciones, en tus colores a mi vida, y en preescolar, incluso con tu llegada coloreaste mi preescolar.
Lo cierto es que ya me desvié mucho del tema pero quería contarte esto desde que llegué pues esa niña en el rincón y luego otra de un caso distinto donde los padres peleaban por ella, pues divorciados uno la jalaba y otro la arrebataba, ella era una niña tristísima y tan linda, pero nuevamente tan triste.
Pensaba en lo primordial de esos años, en la importancia de los profesores encargados de esos niños que comienzan y consideré ir a un preescolar para obserbar y ayudar pues en la mayoría de los casos –tristemente– sólo ven sin mirar y si alguien es dejado solo así queda sin averiguar o ayudar y entonces en la adolescencia todo lo demás y como agregado enseñan sin quererlo a los demás niños que luego está bien repetir el patrón y discriminar, hacer daño.
En fin, nuevamente lamento el desvío pero aún pensaba en ello.

-Jeca

sábado, 9 de diciembre de 2017

Retrato de la blancura

Amaneció nevando, y las cortinas casi no podían resistir el resplandor de tanta blancura. No pude más que salir a correr, mi barba se llenaba de nieve, y sentía cosquillas por todo lo blanco, y no había nadie para beber junto a mí mis hermosas sonrisas.

Las ramas de los árboles estaban llenas de blanco, como cenizas de un fuego que hubiese quemado todo el frío, la inmensidad y la soledad de la vida. La soledad no es oscura, es blanca, la oscuridad cálida es la verdadera forma de la compañía.

Todo era neblina, mis lentes no me acompañaban pero no necesitaba la totalidad de mis ojos para gozar del aire mojado y de los copos de nieve estrellándose, sin saberlo, contra mi rostro. Mi aliento era de humo blanco, y ese humo blanco olía a bebé.

Nunca antes había disfrutado tanto de una nevada, debido a que el frío me deprimía, me hacía sentir nostalgia hasta por lo que nunca he vivido, y la nieve me dolía tanto como la vida. Pero este año fue diferente, desde finales de otoño he empezado a correr a diario, y a ducharme cada día con agua muy fría, a acondicionar mi cuerpo, y es ahora en esta primera nevada que me doy cuenta de cuánto bien me ha hecho.

En Venezuela sólo conocí la nieve de niño, en una caricatura llamada Los Caballeros del Zoodiaco, me fascinaban, me hacían jugar que era un caballero, que sacrificaba mi vida por salvar la de mis amigos, que eran mis peluches, porque siempre fui un niño solitario y amargado. Me colocaba frente al aire acondicionado, jugaba que era nieve, y que moría congelado para que mis peluches rescataran a la princesa Atena. Siempre soñaba que moría por los otros, que mi vida cobraba sentido al dar la vida por alguien más, que la muerte haría que todos me amaran a pesar de que en vida nunca me dieron la admiración y reconocimiento que tanto anhelaba.

Luego fui a Mérida, y nunca imaginé que en esa tierra se hallaría la flor más hermosa, la de los andes, mi tierna y bienamada flor andina. Pero lo cierto es que en aquella ocasión, la nieve era dura, sólida, como hielo en un vaso de cerveza en mano de un Maracucho; fantaseaba que estaba en Grecia (para aquel momento confundía Grecias con Siberia), y los enormes cachetes de mi rostro estaban rojos, y ni muriéndome de frío iba a tomarme esa sopa.

Le hablé a mi padre ayer, es asombroso cómo alguien puede tener 5 años sin verte y cuando le marcas no puede hacer otra cosa que no sea criticarte, es un hábito crónico, que te hace recordar porqué te nacen tan pocos deseos de llamarle, lo cierto es que me cuestionó por mi peso, nunca he conocido a una sola mujer a la que le moleste mi peso, ni al estar delgado ni al estar más gordo, a todas les encanta como soy sin importar como esté, pero a mi padre todo le molesta, creo que va a morirse sin entender que yo no soy las expectativas que tiene él.

Pero salí a correr, y me sentí vivo, lo importante de hacer ejercicio es que puedes estar delgado o gordo, pero cada día en el que lo hagas, te vas a sentir bien, te vas a sentir hermoso, y los otros van a sentirte como te sientes, en tu voz, en tu mirada, en tu felicidad contagiosa.

Los copos de nieve caían suavemente, nunca he leído o escuchado palabras o recuerdos que caígan sobre la vida de forma tan hermosa como lo hicieron esos copos durante toda mi carrera, durante toda la mañana, durante el resto de mi vida, que empieza y termina ahora.

viernes, 8 de diciembre de 2017

El último adiós.

No tenemos control sobre la muerte, ya has vencido tres veces el cáncer, y ahora has recaído.

Mientras yo me hallo aquí, a paises de distancia, inclumpliendo otro día más tu sueño de alguna vez volver a verme.

Ya estás en una edad en donde te quejas de todo sin saber muy bien por qué te quejas, la última vez que te llamé hablamos de ti, de tu vida, de lo que te apasiona, y fuiste tan feliz, lo sentí en tu voz, y luego empezaste a quejarte de mí, de que tú estando mal y yo haciéndote hablar con mis preguntas y mi sed de tus historias. Pero hace tiempo que no me duelen tus puñales en la espalda, no es personal, simplemente te quejas casi por inercia de todo lo que pasa, como para hablar, como para necesitar que te escuchen, aunque tengas que hacerte escuchar con quejas que son innecesarias.

Tu recaída tiene mucho de tu estado de ánimo, una vez que tu nieta se fue del país, te sentiste mal, y te sentiste mal como sólo los viejos se pueden sentir: lastimándose con todo, hasta con lo que no tiene que ver con ellos, una tristeza que es un miedo a sentirse solos y a la muerte, un resentimiento de un ser que en el final de su vida es cada vez más niño, más irracional, más no te vayas que sin ti me muero. Y te estás muriendo.

Esa nieta tuya, que nació anticipadamente y fue todo un milagro su existencia, la hija de tu hija, la hija de tu única hija, aquella cuya pereza incomparable motivada por tu necesidad de darle todo lo que no tuviste por huerfana, esa hija que nunca terminó una carrera porque todo le aburría, que engordó a niveles alarmantes y cuya obesidad fue su principal caracteristica durante toda su vida. Esa hija que aprendió a mentir y a robar, y que te juró, dos años después del nacimiento milagroso de tu nieta, que te juró por sus ojos y su vida que ella no te había robado nada, y se puso de rodillas llorando, y dijo que la culpable había sido mi madre, pero ya mi madre y tú la habían desenmascarado antes de afrontarla, y cuando lo supo, como todo narcisista, no siento culpa, sino vergüenza, y luego seguiría contando incondicionalmente contigo, sabiendo mejor que nadie cómo manipularte.

Apenas se fue tu nieta para ese país que queda en la mitad del mundo, en donde los venezolanos son plagas y el rechazo es la ley que nos ampara, caíste en depresión, y recaíste.

Quedará tanto de ti en mí, tantas historias que debo escribir, todas tus pinturas, tus lecciones, la risa fuerte que tienes, mi sangre colombiana, esa risa hermosa, tú tocando el piano y el cuatro y eso que lo aprendiste ya siendo adulta mayor, tu voz cuando cantas el coro que es más gruesa que la de todos los hombres, y tantas, tantas historias que debo escribir sobre ti, porque nací para escribir y nací de tu sangre para que tú estuvieses escrita en mi literatura.

Probablemente seas la primera persona importante para mí que se muere, pero ya perdí un país, ya perdí el pasado, ahora todo lo que queda es perder y perder, y tener nuevas cosas, y escribir, y darte un breve espacio de inmortalidad, en esto que es mi literatura.

No me arrepiento de que debas irte, es el curso que deben tener las cosas, me siento agradecido de haberte conocido. Me duele quedarme sin tus historias, pero te prometo que voy a escribir todas las que me contaste, porque nunca permitiría que alguien que he amado se vaya de mi vida, así, como si no hubiese pasado.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Fer Amaya (O una lágrima cayó en la palma de mi mano)

Mujer del otoño inolvidable
tu mirada vino sin ser invitada
y llenó mi corazón de tu amarillo
de canarío perdido, y del rojo
que arde en tus sueños.

Ahora tus pestañas caen
como hojas por doquier
y tus lágrimas no tienen
de dónde aferrarse
antes de caer.

Mujer del otoño inolvidable,
cuánto calor siento en el cuerpo
calor que me quema
como si fuera ceniza
esperando el soplo implacable
de este invierno que se acerca.

Fuiste una hoja que cayó
tan parecida a todas
y la vez
tan distinta
no podría describir en palabras
la forma en la que caíste
sobre el verde de mi corazón.

Las caídas,
desde que te conocí
antes de conocerte
-en ese sueño-
no hacías más que caer
y es que las hojas que caen
son como el amor:
eterno mientras dura.

Digo eternidad,
y deseo que dure para siempre este poema
este instante
este tú
que soy ahora
que soy contigo

pero mi padre siempre decía,
no tenemos lo que merecemos
sino lo que se negociamos
¿es está la hora de la venganza que cae?
porque te amo.

¿En dónde andarás?
¿Sobre qué estarás dudando?
¿Qué harás allá sin mí para sembrarte de certezas cada duda?
Te me adelantas,
te nos adelantas a ella y a mí,
te adelantas cayendo tan rápido
nunca vi a una estrella fugaz
pasar tan rápido como lo haces ante mí
ni siquiera aquella estrella fugaz
-aquella, tu única estrella-
en la que me pediste
la que me hizo llegar
la que nos hizo nacer.

Sufres, ya no por ti, ya no por los dos juntos, sino por mí.

Pero, mi nena, mi siempre nena,
si yo he de quedarme más tiempo que tú,
no es porque lo quiera,
es porque aún faltan cosas que escribir.

Y hablaré de ti,
y te cantaré,
y te amaré,
y nunca reprimiré
ni el más pequeño de tus recuerdos
que se cuele por mi pensamiento.

Eso te lo juro y lo prometo.

Y si al leer este poema
me preguntan por ti,
diré que eres una mujer bonita
con una enfermedad muy fea,
ah, no, no, mejor seré inefable
como todo lo que en mí tocas
y diré,
y diré,
diré simplemente,
que eres hermosa
y que podría dar toda una conferencia,
acerca de ti.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Esa mirada

José Luis era un muchacho delgado, de esos que parecen tener huesos que comen, que comen y se alimentan de sus músculos y su piel, era, en una palabra, espantosamente feo. Sin embargo, lo admiraba, no podía dejar de mirarlo, y mis ojos no se despegaban de él. Él percibía mi mirada, y se incomodaba, nadie se daba cuenta de que lo estaba mirando, sólo él, y yo no tenía idea de cómo lo hacía debido a que en ningún momento miraba hacia mí.

Simplemente decía en un tono muy alto, como para avergonzarme, sin mirarme: "Ah, no, pues, si quieres te doy una foto... o un almanaque ¿qué prefieres?", y todos se le quedaban mirando como si estuviese loco, con rostros de curiosidad, se preguntaban por qué carajos en medio de una actividad cualquiera, este muchacho daba esos alaridos, que no eran ni conversación ni gritos.

Yo me quedaba callado, nada le decía, pretendía que no era conmigo, y él le respondía a sus amigos en el mismo tono, ese tono que era para humillarme a mí, pero sin mirarme, "No sé, que se me quedan viendo, como que están enamora'os míos".

En aquel entonces yo apenas tenía de 10 a 12 años, Jose Luis tenía 17, y lo que me producía tanta admiración en él era su capacidad de resaltar siempre, era muy rebelde, muy alzado, muy valiente y arrogante. Tenía unos ojos inmensos, un cabello rizado que no se enredaba demasiado, y una escalofriante nariz que contrarrestaba con su extrema delgada contextura.

Su apodo era Jonkiro, y nunca entendí qué significaba ese apodo, sólo que era tan estrafalario como él mismo. Siempre estaba llamando la atención, metiéndose en problemas, saliéndose con la suya, y desafiando a los demás, no respetaba a los mayores, le faltaba el respeto a todo tipo de autoridad, y nos proyectaba una sensación de ser invencible.

Siempre nos miraba con superioridad, como si no fuésemos nada, como si sólo pudiésemos empezar a tener existencia si él nos miraba, era de esas personas para quienes todos a su alrededor son inferiores a él y no te hace sentir ninguna otra cosa que no fuese esa inherente inferioridad.

Además de ser espantoso por naturaleza, se vestía siempre con ropas escandalosas, rozando en la homosexualidad alegre, pero siempre con un porte de delincuente, era como si te estuviese retando a que lo llamaras ridículo para hacerte pedazos.

Él se terminó empatando con Stefanny, la niña de la que yo estaba enamorado en mi primer y único año en el líceo Miguel José Sanz, de la urbanización Girardot; y no sé cómo sería esa relación, pero basado en mis años de experiencia entendiendo el comportamiento de los seres humanos y su desenvolvimiento en la vida de pareja, no me cuesta demasiado imaginarlo como alguien manipulador y narcisista.

Stefanny le tuvo un hijo, tan horroroso como el padre, es una pena, porque ella es bien bonita, pero el hijo salió todito al padre. El otro día la vi en un centro comercial, está pasando por una de esas étapas típicas de las mujeres que cayeron a muy temprana edad en las garras de un hombre que las maltrató y les hizo creer -o ellas se hicieron creer a sí mismas- que nunca estarían con otro que no fuese el primero, aunque fuese un bueno para nada y controlador. Es esa étapa en la que las mujeres tienen un renacer, se dan cuenta que son jóvenes, que tienen un hijo pero siguen siendo hermosas, y tienen un futuro por delante -dentro de lo que cabe en Venezuela y su dictadura- y todavía no es demasiado tarde para ellas, o por lo menos por fuera, en la forma en la que se visten y se arreglan, aunque por dentro siguen rotas, porque las mujeres tienen ese hábito de creer que repararse por fuera las va a reparar por dentro, pero es al revés la cosa, y casi nunca se enteran.

Al fin de cuentas, yo no sé si las cosas pasaron así como yo las imagino, con ella perdí el contacto mucho antes de que fuese novia de Jonkiro, y con Jonkiro nunca en mi vida he intercambiado una sola palabra, ni por accidente; lo cierto es que esta historia me vino a la mente, porque hoy en un torneo de ajedrez, me di cuenta de la forma en la que era visto, con tanta admiración por los pequeños niños y niñas, los adolescentes sentían curiosidad por saber todo de mí, parecían mujeres cuando están impacientes por que las lleves a la cama: con una curiosidad casi sólo comparable con la que hay entre un hijo y un padre. Los mayores me daban consejos y se deleitaban con la madurez, "en especial en estos tiempos", etc. Y las madres de los niños más pequeños me sonreían con esa sonrisa que es demasiado directa para ser de atracción, esa sonrisa que sólo ocurre cuando una mujer ha sido madre, y entiende que luego de ser madre, el mundo se divide entre lo que le conviene o perjudica a tu hijo. Esa sonrisa de admiración, de que muchacho tan guapo y hermoso y grandote y que dios te cuide. Las chicas que estaban en esa edad en donde el cuerpo les cambia demasiado y repentinamente, me ignoraban de forma deliberada, tan obvia que era claro que intentaban evadir hasta el más mínimo contacto, de ese muchacho cuya sola presencia las intimida. Y las niñas más pequeñas, me invitaban a jugar ajedrez como si yo fuese su padre y me pidieran permiso para sentarse en mi regazo. Y esas miradas eran hermosas, eran naturales, eran una invitación a formar parte de algo, del ejemplo, de la educación de esos niños que serán yo, y a la vez esos niños que fui. Y luego no pude sino recordar a José Luis el Jonkiro, y preguntarme por qué le incomodaba tanto mi mirada.