Él movió un caballo y por accidente tiró su reina al piso, y en ese entonces vi su rostro, sus largos dedos, sus frondosas cejas, y luego me miro con esos ojos que ven uno para el sur y el otro para el norte.
En ese momento ocurrió, ya no lo vi más a él, vi al niño que fue, que cargué en mis brazos, que me llenaba de su olor de bebé, y cuya saliva era la fragancia más tierna y relajante del mundo.
Luego con dos años, sin saber hablar, ya asomaba en su rostro las facciones de un perro muy malhumorado; yo robando tus postres, tú llorando por todo, como si te irritara la vida y el silencio.
Luego se metieron a robar a casa, y a madre le apuntaron con una pistola, y no había dinero, y luego te apuntaron a ti, y sentí tanto, tanto miedo, mi pequeño niño.
Cuando dormías me encantaba susurrarte promesas al oído, como tratando de himnotizarte:
"Cuando despiertes no vas a ser un niño tan lloron, y me vas a querer mucho y me vas a hacer sentir muy orgulloso de ti, a la cuenta de tres..."
Luego te caíste de la silla, y tu cabeza se llenó de sangre escandalosa, tan escandalosa como tú, y padre soltó el diario de su domingo imperecederamente rutinario, y madre gritaba enojada, y padre te sostuvo en sus fuertes brazos ahora ensangrentados, y tapaba tu herida con una servilleta, y tú sangrabas, sangrabas y llorabas sin cesar.
Él tenía miedo, terror y pánico, papá siempre fue cobarde, pero actuaba, era de esos cobardes que tenía que ser hombre cuando había que ser hombre, y lo admiro por eso, porque de nada sirve ser valiente siempre y acobardarte cuando toca el reto de tu vida.
No sabían que hacer, y yo paralizado, mirando, ellos me ignoraron por completo, y yo mirándote morir, sentía miedo.
Regresaron riendo, felices, que la cabeza es escandalosa, que no era nada grave, que qué miedo, que hay que tener cuidado, etc.
Pero te quedó una cicatriz para siempre en la parte trasera de tu cabeza, y a mí una identica en el rostro de mi corazón.
Desde entonces no quise hacer otra cosa que cuidarte, que protegerte, que defenderte, dedicar mi vida a ser el hermano que pudiera hacer todas las cosas que cuando necesitaste no pudo, porque no sabía, y en esta tierra uno debe saber algo para poder hacerlo.
Y lloro por primera vez en estas líneas todo lo que nunca había llorado, es como si me hubiese perdonado.
Y yo quería que fueras fuerte, era duro contigo, quería que nadie te hiciera daño, sentía que el mundo o por lo menos Venezuela era un lugar demasiado cruel para un ser tan hermoso como tú.
Y luego me di cuenta que se me pasaba la mano, empecé a vivir sin ti y quise sólo disfrutar el tiempo que tenía contigo.
Pero nos separamos, como separados por abismos que crecían con los años; tú en tu mundo de música, yo en el mío de palabras.
Y en el ajedrez de aquella noche navideña sin Venezuela, sin los seres que amamos, nos reencontramos; nos unimos de la única forma en la que dos hombres pueden, y es en la pasión que es más fuerte que la sangre y que la carne.
Ahora me ofreces un intercambio de damas, oh, hermano, yo no intercambio me reina por nada del mundo en la vida real, es mi tesoro más preciado, mucho menos la cambiaré en un tablero de ajedrez, ella está incluida en mis planes y la llevaré hasta el final.
Ahora interrumpes el juego, hablas incesantemente de Beethoven, como sueles hablar de todo lo que te apasiona, y me cuentas que tiene Asperger al igual que tú, y que aspiras ser un genio como él, y yo sé que será así, porque eres de esa extraordinaria raza de seres humanos que edifica sus sueños en disciplina y conocimientos, eres invencible, terco, testarudo. Eres mucho más listo de lo que era yo a tu edad, pero, te falta mucho por crecer y aprender, porque te acabo de dar un jaque-mate.
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