Qué bella te ves cuando hablas hasta el cansancio, pequeña diosa, eres como una niña o un dios en edad de jugar, abres los cajones de tu mente, y antes de transportarte a cada uno de tus mundos, sueltas una involuntaria y tierna risa.
¿De dónde saliste? ¿Cuántas bellas soledades debieron agonizar en ti antes de encontrarme? Cállate y prepárame la cena, quiero que me hables y observarte, hasta que sea la hora de los besos y el silencio.
Dime que eres sólo mía, y si vas a mentirme que sea sólo para decirme que eres libre, mientras tu cuerpo súplica ser esclavizado por mis besos.
Abre tus piernas como si las mujeres de mi pasado te estuviesen viendo, arráncame el condón para que sepan que sólo a mí me perteneces, déjate arrebatar por la fuerza insondable de mi poderío. Invoca de mis labios tu verdadero nombre, hasta que te haga llegar a aquel delirio que acaba con todo lo prohibido.
Ahora duermes, vuelve a ser una niña, extrañame hasta que te duela, y pretende que eres fuerte y que no soy el fuego de tu vida, para luego aparecer y que sientas la llegada de la primavera entera simplemente cuando me escuches decir tu nombre.
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