Cuando Maria camina, ve a todos lados. Se esconde de los ojos que nacen junto al mugre de la pintura de las paredes. Va a tener sexo, porque ama, no a hacer el amor, va a tener sexo porque ama, que es muy distinto: y es mejor.
Maria va a desabrochar mi pantalón y va a tatuarme sus ojos mientras me lo mama. Va a darme culo aunque le duela, eso si no es porque me ama sino porque me tiene ganas. Maria desea complacerme, hacerme su Dios y no precisamente para salvarla sino para castigarla.
Maria debe irse, los ojos vuelven a nacer en el mugre de las pinturas de las casas. Maria se va con miedo y tiene la mente nublada mientras dice que me ama. Si no tuviese que irse, me gustaría que se vaya. Pero como debe irse, nacen en mí anhelos por tenerla en mis noches y en mis sueños.
Pero se va, Maria se va con miedo. Sus piernas arqueadas y diminutas, diminutas como ella. Si no fuese en la cama tan puta sentiría que la he violado. Es tan pequeña, si no fuera por sus enormes tetas no parecería que se ha desarrollado. Cada paso que da al alejarse la hace más extraña y más pequeña. Querer que no se vaya me hace odiarla. Se ve tan lejana en cada paso, en cada paso veloz y minúsculo. Su olor a mujer poseída aún sigue en mi piel y me hace aguas la garganta.
No poderla tener cuando quiero me hace quererla a cada momento. Ahora no puedo nada, ahora me duele todo lo que quiero.
Oh, Maria, sin ti se hacen crueles las guitarras.
Maria se va y viene viendo para todos lados. Me ama y la amo como nadie antes se ha amado. Porque la mejor manera de promover el amor es prohibirlo.
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