No sé si eres real, la verdad me importa poco. Lo cierto es que esa mirada me encierra en el futuro que existe en el ahora. Esos ojos me revelan los misterios que no se pueden revelar. Se asoma a mí como una sombra que sube despacio por las escaleras para acabar conmigo. No sé quién eres, pero por ahora no importa, y quizá lo más importante es que no me importa. Casi puedo imaginarte despavorida, huyendo, al leer esto.
Vamos a ser claros: la vida tiene cosas atroces y otras muy bellas. Y contigo se me olvida esa diferencia. Saca cuenta, así de hermosa eres. Tenía una necesidad terrible de escribir como si escribiendo uno pudiese morirse, pero las muertes viejas no sirven de nada al menos que te hagan sentir nuevas cosas. Y todo estaba muerto, y escribir es morirse ¿Qué se puede escribir cuando todo está muerto?
Pero llegaste tú con tu mirada.
Llegaste tú, con tu mirada, dándome dos buenas razones para morirme de nuevo: unos ojos que desatan poesía.
Bueno, importa muy poco el resto. Nunca he sido bueno para enamorar, lo mío es hacer poemas. Aún no te he saludado y ya me estoy despidiendo. Me llaman Raga, nena, Victor Hugo Raga (para los que de mí no saben nada). Y tengo muy pocas cosas, entre ellas, este poema improvisado y la incapacidad para decirte que sin conocerte me gustas por tu mirada. Y se acabó, hice esto en plena libertad, esa libertad que te dan las cosas que no valen de nada.
Libertad de dedicar un poema, a una musa desconocida para todos excepto para tu alma.
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