Fue una reunión diferente a lo que me imaginé, el poema que escribí no lo leí; hay momentos para recitar poemas y hay momentos para vivir. No sé por qué me sigo imaginando el resultado de las cosas que hago, es mejor cuando toda tu atención está en lo que haces, al final de cuentas, sea como sea que te lo imagines, no ocurrirá de la forma en que te lo estás imaginando. La imaginación es producto de los deseos, los deseos del miedo, y el miedo es el proxeneta de la memoria.
Luego fuimos a esa tienda donde compré leña todo el invierno pero ahora estaba llena de plantas para sembrar, eran tan preciosas; había una mujer, seguramente salvadoreña, con cuerpo de niña: tierno, suave, roto. Mojado como un cartón, seco como la piel de los pobres luego de una ducha. Me miraba de forma muy hermosa, y su sonrisa era bella. Afortunadamente no tengo ese hábito de sentirme especial sólo cuando alguien me hace creer que lo soy. Me daba la sensación de que miraba así a cualquiera, y no como algo que diga para reprimir mis ilusiones, sino como un hecho; lo digo porque jugaba con sus amigos los negros, uno de ellos indescriptiblemente humilde: se me acercó, hizo una pregunta dulce y amable, como si me hiciese el amor, pero nadie hace el amor, sólo un pedante ignorante puede creer que el amor se hace. Y esas dulces palabras eran naturales y cansadas, como una gota de agua en la pared que se olvidó de secarse. Tal vez escribo para tener orden, tal vez escribo porque te amo y quiero que sientas lo que sentí. Esa niña no paraba de mirarme, y le saqué esa sonrisa de tigre que siempre me florece cuando me doy cuenta de lo hermosa que puede ser esa gente que para todo el mundo es insignificante, y bajó la mirada.
De regreso: hablan de muchas cosas, decían las cosas que se dicen, Kike se aburría como se aburre la gente que piensa que la alegría está en el camino sabido y no en el misterio. Todo es inherentemente misterioso, Kike, ojalá algún día llegues a comprenderlo. Se nos atravesó un coche, el matrimonio comentó acerca de lo libres que se sentían por no ser como esa pareja: una pareja musulmana compuesta por un hombre y su sombra con ojos. Qué tonto es el matrimonio, no se dan cuenta de que ellos son la prisión de la que están huyendo. Pero ocurrió lo más bello de todo, lo que me hizo escribirte esto. Un coche con una nena especial se cruzo con mi vista, sin proponérmelo ni pensar que el resultado de esa acción sería este textos y que me haría quedar bien a los ojos de los lectores, se me escapó por el cristal de la ventana una sonrisa y un saludo, diferente a la de tigre; una sonrisa menos mía, una sonrisa más de todos. Y se emocionó como quien ve a alguien que no recuerda pero que le trae algo que le gusta mucho. El resto fueron preguntas de Kike, expresiones de lástima hacía las personas con condiciones especiales, y mi fervorosa respuesta, porque si de algo sirve estar vivo es para no quedarse callado ante la lástima, es para cambiar las cosas que necesitan ser cambiadas.
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