Mi nombre es Melissa Fonderberker, y he decido hacer una bitácora de mi lucha contra el cáncer porque le comenté a Julio -mi hombre-, que me encantaba navegar y siempre había soñado con hacerlo, entonces a él se le ocurrió que deberíamos emprender esta bitácora juntos.
Nunca imaginé que iba a enamorarme de un hombre y que lo iba a llamar -mi hombre-, tantos hombres y mujeres han tratado de poseerme, y eso me daba tanto miedo, y me parecía tan enfermizo, pero si Julio no me tratara como que soy suya, y sólo le pertenezco a él, te juro que lo mataría. Obviamente no, es un decir, a veces soy muy exagerada, en especial cuando me siento a escribir, pero lo cierto es que sí me sentiría muy triste, necesito que me posea, que me quiera sólo suya, me hace sentir tan especial y única en el mundo pertenecerle.
Estoy contando las cosas mal, siempre me pierdo, nunca puedo contar las cosas como Julio, él cuenta todo paso a paso y no se olvida de nada. Yo, por mi parte, no pienso en pasos como una escalera, sino que me expreso en divagaciones -o revoloteos, como les llama Julio, mi hombre- y me termino perdiendo en lo que me hace sentir lo que estoy contando y olvido con qué intención me puse a contarlo.
Julio es para mí una primavera, cada día a su lado está llena de primeras veces. Tal vez no fui justa con él al decir que me posee, porque aunque me posea, no se siente como las personas posesivas de mi pasado, hombres y mujeres agresivos y violentos, que trataban de manipularme -infructuosamente, porque nunca me importaron demasiado, por lo menos eso sentí luego de descubrir con Julio cuánto realmente me puede importar una persona.
Esa personas eran agresivas cuando no tenían de mí lo que querían, decían que yo les pertenecía, causando en mí una repulsión enorme a su compañía; eran mujeres y hombres muy hermosos y atractivos, pero con su caracter lleno de inseguridades, poco a poco, me hacían sentir que estaban en mi vida, no por lo que son, sino a pesar de lo que son, y esa es una manera muy triste de estar acompañado en la vida.
Debí haber hecho algo muy bueno para merecer a Julio -mi hombre- me mojo cada vez que digo que es mi hombre, y debo cruzar las piernas mientras se humedecen y siento que estoy al borde del precipicio de un orgasmo. Cuando digo que es mi hombre no digo otra cosa sino que me siento con el privilegio de ser suya.
Mi mejor amiga, Susana, me odiaría al leer esto que escribo, y tal vez lo escribo en primer lugar porque no se lo puedo mostrar a ella y en segundo porque me lo sugirió Julio -mi hombre- y me siento tan dulce y obediente al hacerlo que no aguanto las ganas de que llegue el siguiente día para poder repetirlo.
Susana es una de esas personas que no entiende que el "feminismo" y un corazón roto, son la peor combinación para el alma de una mujer. A ella le rompió el corazón un hombre que le dejó claro desde el comienzo que quería una relación abierta, y ella aceptó, no para tener una relación como la acordada, sino porque creía que ese muchacho iba a cambiar al darse cuenta de cómo era tener una relación con ella. Y ahora por fracasar en su empresa anda con un resentimiento ante el mundo que llama "feminismo".
Me gustaría poder decirle estas cosas a Susana directamente, pero nunca me escucha, es por esa razón en primer lugar por la que estoy escribiendo esto, y en segundo, por Julio -mi hombre.
No entiendo como pasé de ser una virgen que cuando tenía deseos sexuales no aparecía una sola imagen en su mente, a ahora no poder dejar de pensar en Julio -mi hombre, oh sí, mi hombre- y es que como dije antes y lo reitero ahora, Julio me ha llenado de primeras veces, del olor de su barba que es el sitio en el mundo que más huele a él, y por eso es mi hogar, o el olor de su semen, que me encanta, me deja perdida, ese aroma con tan solo evocarlo en mi memoria me lleva a las sensaciones más intensas que he sentido en mi vida, en esta vida que ahora es más viva que nunca desde que llegó Julio -mi hombre, mi único hombre.
Final de mi primer día en la lucha contra el cáncer: Julio me hizo el amor toda la tarde, muchas, muchas veces. Cada vez que me lo hace me gusta más, cada vez que me posee me dan más ganas de vivir. La cercanía con la muerte nos une, nos compenetra, nos pone en un estado de intensidad indescriptible.
Luego volveré y les contaré más cosas, ya no resisto las ganas de que me haga suya de nuevo.
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