Contar una historia es inventarla.
Muchas veces uno se encuentra en situaciones tan tristes, en donde darías lo que fuera porque la persona que te cuenta la historia supiese contarla.
Ahí se encuentra, con su rostro gordo y rojo brillando de vida y de dicha, con sus ojos llenos del calor que sólo tienen las nostalgias y el anhelo; y yo aquí, como en otro mundo, como en otro idioma, porque él no se da cuenta de que cuando empieza a nombrar personas de su niñez, en mi mente no aparecen rasgos, ni rostros, ni lugares y mucho menos emociones asociadas con esos nombres, él tiene que crearlos, pero no lo sabe, no describe.
Ahora me dice -creo- que sus hermanos y él se robaban la comida de otro niño, y le parece tan divertido, está al borde de las lágrimas, y el chiste para mí es un misterio. Se siente tan incómodo, como cuando las mujeres piensan que por ser mujeres no necesitan ser educadas, y susurran algo en secreto y empiezan a reír y todos nos sentimos tan incómodos y alienados. Siento que se ríe de un chiste que es un secreto entre su gordo rostro y su memoria, ¿se estarán ríendo de mí? no lo sé, y no me importa.
La verdad es que sí me importa, daría lo que fuera porque ese chiste o esa historia me llegaran, y calentaran mi cuerpo, y aliviaran el dolor de mis brazos de tener todo el día cortando madera con el hacha en la puta nieve.
Qué frío hace, no siento mis dedos.
Él no sabe lo que pienso, todo lo que se esconde tras mi barba es un secreto. Un hombre con barba es un hombre con secretos, y uno sólo puede confiar en los hombres con secretos, porque los hombres con secretos saben que el pasado no es lo que te define, sino tus acciones. La barba, la barba es como una mujer, no la puedes controlar, sólo puedes cuidarla y dejarla crecer, y una vez que la tienes, cambia tu forma de ver la vida y la forma en la que todos te ven a ti. La barba, la barba está llena de historias, de mujeres, de risas, de chistes, de formas de ver el mundo. La barba es la historia que te salva de los otros. Y por eso la acaricio y me sumergo en su belleza y en sus recuerdos. Daría lo que fuera por escuchar esas palabras que le cambian la cara a cualquier día, y en especial a un día de invierno, "bueno, puej, ¿y si vamo' 'ace' un cafecito?", y se acaba todo, y vuelve a empezar el mundo, pero con otra delicia más para que se pierda en tu barba. Porque la barba está hecha de historias y de literatura. Todo lo que se pierde en tu barba nunca está perdido.
Ahora estoy frente al fuego acariciando mi barba, otro día, otra historia para contar, otra historia perdida en mi barba. Sobrevivir es contar historias.
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