Imagina que alguien te da dos semillas para que plantes dos árboles. El primero es un árbol de naranja, y en temporada te otorga esa dicha redonda, esa dulzura de su jugo, ese aliento y esa sombra fresca en tu sed y tu paladar.
En cambio, el árbol de manzanas no crece, y luchas constantemente para que te de frutos, te esfuerzas y te esfuerzas y nada que el árbol responde.
Luego, al pasar los años, el árbol florece, da frutos, y tú brincas de alegría, saltas, celebras, tienes lágrimas en los ojos y no puedes creer la dicha, la felicidad.
Pero te das cuenta de que algo ocurre, cuando te acercas, notas que el árbol no era de manzanas, sino de limones. Y así son las relaciones de pareja, nunca te dan lo que quieres, sólo pueden darte lo que hay.
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