No dejo de pensar en ti, y en lo mucho que me gusta tu inexistente compañía. Me haces darme cuenta de muchas cosas, en especial, que este sentimiento es el mismo que sentí por la última persona que rompió el corazón de tu padre. Una sensación de querer abrirme, mostrar la belleza de mi ser, ser comprendido y amado por un ser que se hallaba allá, del otro lado de las cosas, pero que no existía, un ser cuya ausencia encendía mis afectos y cuya presencia desencadenaba mi aburrimiento y decepción.
Siento hasta el egoísta deseo de que jamás existas, que seas siempre un personaje, que vivas en mi interior y en el interior de otros, sin decepcionar a nadie.
Pero no te sientas mal si naces y lees esto, no paro de hablarte en mi mente, y no sé si debería repetir aquí las cosas que ya te dije en mi silencio, pero creo que escribo esto precisamente porque puede que existas, y mientras sea posible que existas más allá de mí, te contaré sobre esto que fuiste antes de nacer. Es decir tu padre, o lo poco que va quedando de él.
Voy a publicar estas cartas, no sé muy bien porqué ¿planeo usarte para ser admirado? Lo dudo mucho, pero sabes, dicen que tengo la capacidad de expresar lo que todos sienten y nadie sabe cómo poner en palabras. Así que de pronto no seas sólo mi hijo y yo tampoco sea sólo tu padre.
Pero te seguiré escribiendo, acabo de terminar de comer, tengo muchas ofertas para hacer el amor esta noche. Veremos cuántas acepto o si acepto ninguna, ¿te imaginas que alguna de esas sea en la que vas a nacer? Espero que no, tengo tantas cosas que contarte antes, de pronto no vaya a ninguna cita, y me quede mejor aquí, hablando contigo, eres la persona más interesante que conozco hasta ahora. Ojalá no nazcas para que no me decepciones. Es broma.
Te quiere, tu papito.
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