Amigo, nunca te conocí.
Tu hermana llenó mis poemas,
cuando la vi por primera vez supe que en ella había algo
era más que una mirada, más que una voz, más que una mujer.
Eras un niño, eras guapo,
eras fuerte, estabas en forma,
lleno de sueños, lleno de una sonrisa de esas que tienen la frescura del silencio que promete cuando lo miras.
Te desvaneciste como se desvanece cada instante,
y yo no creo en dios, ni en las almas,
no creo que el amor sea la memoria,
ni que la verdad sea la treta imaginaria del deseo.
Pero no hace falta creer cuando se tiene una hermana como la tuya,
con el poder de tocarme y hacerme resbalar en su belleza que moja los pisos de mi vida.
Ah, no te conocí pero me dueles, me dueles como duelen todas las cosas crueles que pasan en este universo y que ni siquiera dependen de nosotros.
Oh, amigo, no te conocí nunca
pero mira
hoy escribo sobre ti
hoy muero aunque sea un poquito contigo.
No sé quién eres, es cierto,
pero ojalá hayas sido bueno,
ojalá este profundo dolor no sea nada
comparado al profundo vacío que dejas en la tierra.
Ojalá tu hermana sepa que cuenta con mis brazos,
así como tú cuentas con mis poemas.
Y si sirve de algo,
me ofrezco,
a que te expreses a través de mí
para que tu padre te sienta en sus hermosas e inmortales fotos
para que la voz de tu hermana te lleve y te traiga a donde quieras
y como todo pasa por hermosa o terrible casualidad,
aquí tienes unas cuantas palabras
llenas de un poquito de vida que duele
por toda la muerte que hoy no sientes
pero nosotros no podemos dejar de sentir.
Tu amigo siempre, aunque no te conocí,
Victor Hugo Raga.
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