Ella quiere quedarse, pero sabe que debe irse. Tiene una ternura desbordante que la hace llorar al ver flores u olas del mar. Pero nació sin palabras, y calla, y cuando tiene que decir no dice, y cuando dice, no dice: embiste. Ella ha amado en silencio, y en silencio se ha revolcado en amarguras. Es la persona más hermosa del mundo, pero nadie termina de enterarse. Sólo se anima a hablar de cosas que no le dan envidia al silencio, y cuando siente, sabe sentir, y cuando dice, parece mentir, porque en el camino del sentimiento, siempre se le tropiezan los pensamientos, los palabramientos, y con tanta exageración genuina, todo lo que dice parece una mentira.
Amarilla es una flor preciosa, de esas que no nacen dos veces. Es una flor nueva, ajena a los entendimientos profundos del poeta. El poeta le dice palabras, pero ella sólo sabe de aromas. Amarilla ya no es pálida, se ha marchitado. El poeta nunca pudo encontrar una palabra lo suficientemente perfumada, para decirle que la ama.
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