Me diste la incertidumbre
los misterios que mi imaginación
convirtieron en fe
-tocarte-
sentir que tenía entre mis dedos
el poder absoluto
pusiste a tambalear las ruinas de palabras
que eran mi existencia
disfracé para ti mis viejos hábitos en los que habito
mis ancianas tristezas
mis heredadas nostalgias.
Creí la mentira que te dije
que mi pasado era ese deseo
tan bien narrado
que mi conocimiento
era vivo
y no vivido
ah,
te di la seguridad que me faltaba
y protegiéndote me sentí tan seguro.
Pero te fuiste,
y ahora mis ruinas volvieron a ser lo que son
pensamientos sin gloria
absurdos colores
de un ardor que nunca fue fuego.
Ahora todo se ha llenado de muerte
mi ser se halla divorciado de certezas
-no te odio-
porque nunca estuviste;
esos silencios tuyos
perturbadores
eran un charco
que reflaba mis profundos miedos
y los anhelos imposibles que nacían de ellos;
ah,
verte dormida
era sentir tu respiración
-respirar-
y llevarse como para siempre
mis más hondos vacíos.
Pero ahora,
ahora nada es nada
ni si quiera este poema sombrío.
Veo a mis seres amados
y ya no te veo conmigo,
y tiemblo de miedo:
-sus hermosas manos-
pienso en los ancianos
en el tiempo
en la vida
esa cruel muerte
esa vejez infinita
ese aferrarse a lo muerto sin descanso
todo parece mentira
y duele tanto.
Me diste,
me diste ojos para verlo todo,
para despertar de mis sueños,
para salir de mi nido
-ese asesino de alas-
ahora me duele todo el cuerpo
el egoísmo miserable
la sustancia de la que estoy hecho
y de la que te inventé
con la que te llené los silencios
con la que te di esa fe
tan falsa como yo
como todo lo vivido
¡déjame morir!
que todo mi ser se vaya contigo
déjame hallar una nueva forma de vivir
que no termine en el miedo
en el odio
en este dolor infinito
que me diste
sin pedirlo.
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