Acaba de pasarme algo muy hermoso, era la hora del almuerzo, y antes, quise correr un poco. El día estaba frío y la cara se me ponía roja, y los fuertes vientos hacían ver vulnerable a mi enorme cuerpo. A los costados del camino habían muchas diminutas flores amarillas.
Al terminar de correr sostuve una entre mis dedos, y sin pensarlo la arranqué, y justo en ese instante una mariposa amarilla vino a mí. Entonces, pensé en ti, y en que así llegué yo a tu vida.
Arrancándote de todo lo que alguna vez fuiste para convertirte en una mariposa amarilla, y a través de mis dedos de ángel guardían llevarte a descubrir el otro lado de la vida, donde hay cosas que sí vale la pena vivir. Como el amor, como volar.
Luego me sentí rejuvenecer en cada paso, y al final terminé siendo un niño, el mismo niño que arrancaba flores todos los días al regresar de la escuela para dárselas a mamá. No porque esperara ser recompensado, sino por una necesidad de compartirle lo hermoso de la vida.
Y fue entonces como entendí por qué mi madre dice todo el tiempo que soy un extraterrestre, porque vine a enseñarle al mundo todas las cosas que desconocen a fuerza de tenerlas frente a ellos. Como la vida, como el amor, como tus ojos.
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