lunes, 25 de febrero de 2019

Sexo de reconciliación

Sexo de reconciliación

Ella hizo que él se molestara
él se enojó
y fue distante durante el día
ella se angustió
perdóname
no pasa nada
pero perdóname, no te pongas así
estoy ocupado, hablamos luego.

Pero por favor
bueno
si quieres ven
y ella fue
él abrió la puerta
ella estaba al borde de las lágrimas
con la garganta llena de explicaciones
cállate
no digas nada
ponte de rodillas
ella con la voz quebrada aún
preguntó
¿qué hago?
cállate y abre la boca
dijo él mientras sacaba su pene erecto y lleno de rencor
sí, mi señor
y así empezó
el sexo de reconciliación
ella pasó del abismo de las lágrimas al cielo del placer
y él se reafirmó en ella
como poseyéndola por primera vez
eres mía, perra
naciste para servirme
me perteneces
y ella se estremeció con esas palabras
qué otro hombre en esta era
sería capaz de decir tales barbaridades que le daban en ese preciso punto de la vagina que comparte con sus ancestros más antiguos

el orgasmo de la mujer está en la esencia más primitiva
en la sumisión absoluta
en la posesión suprema
de esos instantes en donde dos
escapan de la moral
de la sociedad
del miedo.

Él la puso en cuatro
ella sintió que esos instantes que le tomó levantarse
eran eternos
quería tenerlo adentro
lo necesitaba eyaculándole
no quería ser cogida
quería
(suplicaba con urgencia)
su semen en su cuerpo
su organismo entero quería ser fecundada lo antes posible
tener la descendencia de ese hombre
no perderlo nunca
llevarlo en ella para siempre
en este mundo en el que nada dura
y en el que nadie ama
porque todos están rotos y preteden ser fuertes.

Él acabó dentro
ella sintió que esos habían sido los 3 minutos más largos y agonizantes de su vida
tanto placer
tantas torturas para llegar a un beso
¿lo puedo abrazar, señor mío?
¿Me puede besar, señor mío?
Dígame que es mi dueño,
dígalo, lo necesito.

Pero él estaba dormido.

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