lunes, 18 de septiembre de 2017

Cine: Warrior (2011)

Hay películas que si nos las cuentan, nos harían bostezar; pero al verlas, nos hicieron conmover hasta el punto de las lágrimas. ¿Qué no es acaso una buena película aquella que nos mantiene en una tensa atención y hace que las horas que dure, se nos pasen como si en esas horas no existiese el tiempo?

Una cosa muy interesante ocurre en el proceso de selección, tanto de un libro como de una película. ¿Alguna vez han observado con detenimiento esa expectativa que ocurre antes de adentrarse en una de esas aventuras de la imaginación? (Acaso no toda aventura empieza en la mente y no termina sino hasta que la dejas de pensar). Lo encantador de esto es que la película o el libro nunca va a ser como la estamos proyectando, pero al mismo tiempo, si lo que proyectamos no es estimulante, cómo elegir entre tantas opciones y terminar encontrando a aquella, la que te hace sentir tanta felicidad por un instante, que te hace preguntarte ¿Cómo carajos es posible que pueda sentir otra cosa luego de sentir una dicha tan honda? ¿Cómo es posible sentir tantas emociones y que después la vida siga, como si vivir fuera algo normal, y a la vez algo que te permite sentir tanto y tan hondamente?

Esta reseña no se trata de una descripción intelectual de lo que va a pasar en una película, porque cuando trato de contarme a mí mismo lo que vi, esas palabras no tienen el aroma que sólo tienen esas escenas, esas emociones que no hubiese sentido si me contaban o me explicaban por qué debería ver algo. Constantemente uno es bombardeado por otros acerca de las cosas que les gustan, desde las sombras de Grey hasta los juegos de los tronos (si es que hay alguna diferencia, pues sólo conozco ambos nombres por referencias), y las explicaciones de esas personas te quitan esa fascinante expectativa, que aunque inherentemente errónea, es indispensable para gozar de cualquier empresa o aventura.

Uno puede creer que se puede hablar de un libro con mayor facilidad de la que se puede hablar de una película, porque el libro está hecho de palabras; pero la verdad es que un libro no está hecho de palabras, está hecho de sueños e interpretaciones, y es por eso que el arte de contar, de contar las cosas que sentimos, no está en las palabras, sino en lo que las palabras te susurran y acarician, en la forma en la que te seducen.

Ya has leído lo que me ha inspirado esta película, ¿Vas a verla? ¿O no necesitas que te la cuente?

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