viernes, 10 de agosto de 2018

Qué sería yo sin escribir...

Qué sería yo sin escribir. A ver, puedo empezar por dónde sea, siempre tiendo a hacer los comienzo de forma inusual, por ejemplo, de niño me comía las empanadas desde el borde, no desde las puntas, como todo el mundo, y eso me valía de regaños porque estaba mal jugar con la comida. Es asombroso el poder que tiene las supersticiones, me pregunto dónde se originó esa sumisión tan absoluta a ellas. Si nos dicen un hecho científico decimos que uno nunca sabe, e ignoramos las evidencias, si nos dicen una superstición, la créemos solo porque nos la enseñaron desde niños. Tal vez es al pasado a lo que nos aferramos, y el pasado está lleno de miedos, y el miedo de supersticiones.

Segundo párrafo y ya esto no se parece en nada a lo que tenía en mente al sentarme a escribir. Supongo que eso es lo hermoso de este arte, de lo contrario sería como ir al baño, sorprenderse es lo que sería alarmante; en este caso, no sorprenderse sería una buena razón para romperse el corazón.

¿Mauricio Babilonia cagaría mariposas?

En fin, tercer párrafo, ya dejemos morir para siempre lo que quería decir, por lo menos puedo decir algo, una persona muy especial me dijo una vez que hay enfermedades en el cuerpo que surgen de cosas que no se dicen. Yo nunca digo lo que quiero, me da vergüenza y pudor, si escribiese un poema para ti te morirías de inseguridad pensando que puede ser para cualquiera, y luego me dejarías jurando que amo a otra y tú eres el segundo plato, o el tercero, o el de plástico para que los niños no lo rompan o si lo rompen qué importa.

Dicen que hablo mucho, pero es simplemente un equivalente a todo lo que callo, a que cuando me siento en hogar -en especial si es nuevo- no puedo parar de expresarme, de rehacer mi vida en esos ojos ajenos, testigos deleitados que no terminan de verme y ya están empezando a soñar conmigo.

Si supieras, cariño, que al escribir es una mezcla de todo, del dolor de Elizabeth, de la mirada de Lucia, de la ternura de Jessica, de los chistes de Natalia, del mal humor de Vanya, de los poemas de la chica Sabines y del odio y miedo que siento por Fernanda, de la frialdad de Nancy, de la rabia que me da esa chica que ni recuerdo su nombre, la que es una Golly Dolly y sólo se interesa en relaciones tóxicas, en la voz de mar de Vero, en los ojos tristes de Marissa, en el olor de mi madre, en la admiración que siento por Carolina, en las palabras ardientes de Andrea, en la locura de la Lulu, en la fiesta que es Diana, en el deseo incestoso que sentía por mi prima Michelle, en la amistad sin fin de Karen, mi prima, en todas las hermanas de todas mis compañeras que secretamente he deseado por pura perverción, en la argentina tierna y loca que no se le entiende lo que dice pero lo dice muy bonito, en las mujeres que me miran en el trabajo y cuando me ven varias veces se animan a decirme piropos por el puro placer de sonrojarme, en ese iman para que me toquen que son mis brazos, y yo detesto que me toquen, y lo sabes, siento que no me gusta tener las manos en mi cuerpo de alguien que no ame, y por otro lado cuando amo no quiero que se aparten de mí. Entonces, te das cuenta, yo al escribir derramo todo, todo lo que ha pasado por mi vida, todas las mujeres que me han querido y que he deseado, (por cierto, Jenniffer, hola, espero que te vaya bien; Hola, Laura, cómo te va, qué gusto verte por acá; Irene, tiempo sin verte, besos). Escribir es como soñar, expreso todo lo que no me cabe, pero claro, luego uno tiene que darle una forma, crear una mujer imaginaria y decirle, y seducirla, porque lo que a uno le mueve no es el apellido de la mujer o su nombre, sino que sea mujer, y que te toque como sólo ella puede, y te llene de su perfume, del oro de su risa.

Uno no escribe porque quiera casarse, estar al lado de alguien hasta que se sature y ya no lo soporte, o cortarse los sentidos y las emociones como sacrificio para algo Superior, no, uno escribe porque siente, porque es niño, porque quiere jugar, jugar le hace feliz, y qué sería de mí sin escribir, no lo sé, pero dejaría de ser todo lo que te enamoró.

Y sí, Ana, a ti también te recuerdo, deja ya de joder.

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