martes, 14 de julio de 2020

Ella y Federico (III)

Su esposo la había dejado por otra mujer. Ella estaba visitando a su familia en navidad mientras por dentro le ardía la decepción, la rabia y la vergüenza. Un amigo de la familia estaba muy borracho, y le dió una declaración de amor que ella rechazó con el corazón roto. A veces sentirse mal por alguien más es lo único que nos hace olvidarnos de lo mal que no sentimos con nosotros mismos.

Le tomó meses juntar el coraje, y si no fuera por la crisis mundial tal vez ella nunca se hubiera armado de valor para dejar su vida en ese pueblo de nadie y aventurarse contra todo pronóstico a empezar una vida nueva con sus dos hijos y un orgullo herido que era capaz de conquistar cualquier adversidad que se le presentara.

¿Qué se puede hacer cuando el sentimiento empieza a crecer por sí mismo, sin importar las circunstancias en las que se encuentran esas dos personas cuando se conocen?

Amar es creer que se ama. Eso es lo que la vida nos demuestra a diario, y sólo uno descubre la verdad del amor cuando lo desmiente.

Qué se iba a imaginar ella que al despertar esa mañana le esperaba el comienzo de una historia que podía sentir pero no explicar, que la hacía vibrar pero no podía expresar.

Al cruzar la puerta en su primer día de trabajo ninguno esperaba que dentro de ellos se abriera otra puerta, una puerta en el interior de ambos que se abrió desde el primer instante en el que ambos cruzaron miradas. Una puerta que las circunstancias no buscaban abrir y que nunca más serían capaz de cerrar.

No fue amor a primera vista pero desde que se miraron por primera vez ambos sintieron una comodidad extraña, ¿cómo ponerle nombre a algo que uno nunca ha sentido antes? Ella fue amable con él, sus ojos sonreían detrás de una negra máscara que le cubría la boca. Y él le respondía con una sonrisa coqueta y perfecta que disfrazaba la timidez que lo definía desde que había nacido.

Ella no parecía estar derretida por él, y si lo estaba, no lo demostraba. Ella era de esas mujeres que no demuestran lo que sienten de buenas a primeras, que todo lo que sienten es auténtico y que los golpes de la vida la han llevado a madurar y a enamorarse del pequeño mundo que le rodea sin importar que ese mundo no tengan significado para nadie más que ella misma y quiénes estén incluídos.

Sólo ella puede saber la primera impresión que él le dió. Sólo ella sabe si al llegar a conocerlo sería diferente a como se lo imaginó. Lo cierto es que era una mujer de hermosos sentimientos que se reservaba para sí. Una mujer vulnerable con una personalidad hermosa, que podía a veces ser ingenua y tal vez tonta, porque todos los seres con un bello corazón lo son. Pero ella había aprendido a dar sin entregarse. Porque su sentir no era perfecto, o de un sólo color, era auténtico, y todo lo que es autentico siempre duele. Por eso ella daba de a poco, para irse acostumbrando al dolor. Para sentirse segura, para que no jugarán con ella, para no perder su fe de nuevo.

La vida de ambos era todo lo opuesto a una historia de amor. Si algo tenían en común es que para ellos vivir era resolver un problema. Un esfuerzo por salir adelante cada uno de sus circunstancias. Pero cuando estaban juntos, sus circunstancias no existían. Él no tenía problemas cuando estaba con ella, lo disfrutaba, ella era una realidad diferente dentro de la suya, una realidad en donde el mundo de afuera no existía.

Él para ella era algo nuevo y diferente, algo que ella no terminaba de entender pero eso no se lo impedía disfrutar. Cuando ella hablaba con él, o cuando lo miraba, o cuando lo escuchaba, era como si se construyera un nuevo mundo. Un mundo en el que nunca había estado antes, y ese nuevo mundo le daba fuerzas y entusiasmo para sobrellevar sus nuevos retos. Despertarse por la mañana ya no era tan difícil cuando sabía que lo vería a él. Entenderse a sí misma no era tan difícil cuando quién la escuchaba era él. Y creer que su corazón podría de nuevo volver a sentir, no era una locura, si lo que sentía, era por él.

Es por eso que cuando ella le dijo que dejaría ese trabajo porque sus circunstancias la obligaban. Él se puso triste, y ella sintió que todo llegaba a su final y que lo mejor era simplemente aceptar el destino con alegría y sin resistirse.

Pero lo que no contaba era con que su presencia seguiría ardiendo en su ausencia. Porque de todos los elementos era la primera vez que ellos sentían que su fuego ardía en el fuego de alguien más. Y a medida que pasaban las horas ella lo recordaba, y a medida que ella lo recordaba sentía una necesidad de verlo. Pensaba en sus ojos tristes, nunca nadie se había puesto tan triste ni se veía tan hermoso como él se veía en su memoria. Se lo imaginaba con ella en otras circunstancias. Y se sentía tonta, y trataba de concentrarse en su trabajo, pero apenas su mente dejaba de estar ocupada, volvía a pensar en él. Y se sentía estúpida, hasta que se imaginaba que él también la podía estar pensando. Y dejaba de resistirse y se entregaba al culposo secreto de pensar en sus labios, en sus tristes ojos, y en esas ganas de abrazarlo en un mundo en dónde nadie pudiera verlos ni escucharlos.


1 comentario:

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