jueves, 3 de marzo de 2016

Dead Horse

  A Jenniffer y Carlitos





Ella me dijo
que jamás había acariciado a un caballo
qué dura tarea explicarle
que uno no acaricia a un caballo
uno acaricia un lenguaje
que todas las criaturas entienden
y que los humanos no sentimos,
pues tratamos de explicarlo.

Al caballo no se le demuestra nada
él ve alrededor para ver quién lo mira
o quién te acompaña
sin saber que lo hace
sin saber que eso simplemente lo imagino yo
sin saber siquiera que está mirando.

Él se acerca
y siente la pureza de un alma que no existe
un alma que simplemente muere
muere cuando le das un nombre
un alma que es todo cuando sientes
y es nada cuando piensas
o verbalizas
o haces poema.

Cómo decirte que él se acerca
como si estuviese
simplemente interesado
en buscar tu mano
a ver si tienes comida
-Lo cual es cierto
pero él no sabe
que lo hace
porque quiere tocarte
y que le han enseñado desde muy pequeño
que el único contacto
que puede tener con las manos
es el contacto que tiene
cuando éstas lo alimentan.

Él no está interesado en la comida
(se encuentra en un jardín lleno de ella)
pedírtela es una excusa para rozarte.

Qué ardua, qué ardua labor me he propuesto
explicarte cómo su hermoso pene crece
cuando se alegra por tenerte cerca
y cómo todos nos impactamos
nos saboreamos los labios
así como lo hacíamos
al ver su hermoso cuello
sus indestructibles músculos
y que debemos avergonzarnos
porque a uno le enseñan
que debe avergonzarse
de lo que es hermoso
y enorgullecerse
de lo que parece serlo

Cómo decirte que por un azar precioso
una bella mujer gorda
en silla de ruedas
(automática, quizá por eso es gorda)
pasea a un bello poni
y es muy amable conmigo
y comprende que no puedo tenerle lastima
por su postrada vida
porque un ser que ama
siente compasión
y da alegría
y por eso el caballo se acercó a mí
por eso y porque se sentía solo
tan solo como sólo puede sentirse un caballo
y esa soledad hermosa e inocente
es la que lo exalta en incomprensibles emociones
-quizá todas lo son cuando no tratamos de saberlo-
al verse en ese espejo miniatura y mucho más peludo
un espejo sostenido no más que por un breve y mal oliente lazo
-no lo olí, pero no hacía falta-
apretado por no más que cinco dedos
llenos de amor
llenos de coraje
llenos de miedo
llenos de una esperanza muerta
que la hacía galopar
con su mirada
porque muertas estaban sus piernas.

Cómo decirte, mi amor
que esas cosas no pasan cuando acaricias un caballo
que esas y todas las cosas
sólo pasan una vez
como la vida
y que sólo quien está despierto puede verlo.

Cómo hablarte de estas inconfesables lágrimas que siento
cuando comprendo que uno sólo puede comprender
las caricias de un caballo
cuando vemos un caballo muerto.

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