domingo, 26 de noviembre de 2017

Bitácora de mi lucha contra el cáncer: Capítulo dos.

Ayer pasé el día con Susana, y fue tan hermoso. Me contó la verdadera historia -o por lo menos su versión de los hechos- que ocurrió entre ella y Galileo, su amor.

Me siento terrible por haberla juzgado mal, y tuve que decírselo, y fue hermoso, es tan liberador reconocer que nos hemos equivocado y sentir que sale desde adentro y que la otra persona no puede odiarnos -¿cómo podría? si a uno le duele tanto como a ella haberla juzgado de tal manera, y en tu voz y tus lágrimas se puede sentir.

La historia contada por Galileo es, como suele ser siempre que los hombres hablan de sus exes, incompleta, para suprimir lo momentos en donde fueron tan vulnerables y de los que ahora se arrepienten o avergüenzan, pero Susana me contó precisamente esos momentos, los que le dan sentido a esta historia.

Yo observaba la luna y estaba por la mitad, cual niña asomada detrás de una puerta, una niña asustada escuchando conmigo esta historia, y con tanto miedo a ser descubierta.

Susana me cuenta entonces que Galileo era mal amante, pero que a ella no le importaba, que lo amaba, y que hacerlo feliz le hacía sentir plena, plena aunque no conociera aún lo que es un orgasmo. Yo me sentí tan mal al pensar en Julio, en lo afortunada que soy, en lo desafortunada que es ella y que son todas las mujeres. Tal vez me siento mal porque no creo haber hecho nada para merecer a Julio, es más de lo que imaginé, es más de lo que creí que podía existir.

Ahora veo a llorar a Susana y quiero limpiar sus lágrimas con mis dedos, quiero besarla, quiero ir a casa y que Julio le haga el amor, que Julio la haga suya como me hizo a mí, que le devuelva las ganas de vivir como lo hizo conmigo. Julio es lo único realmente bello que me ha pasado en la vida y es como si deseara compartirlo con todo ser que se lo merece.

* * * * *

Regresé a casa, estoy enferma, no debí comer helado, pero es que uno se descuida cuando es feliz. Le conté a Julio la historia, y terminé hablando de cosas que no tenían nada que ver, pero Julio lo recuerda todo, me trae de nuevo, me endereza el camino; siento que es paciente conmigo porque de alguna manera se da cuenta que nunca antes conocí a alguien tan interesado en mí, en lo que tengo que decir, es como si uno no aprendiese realmente a hablar hasta que encuentra alguien realmente interesado en escuchar. Y ese es Julio, el hombre que me dio la nueva vida, la vida llena de primeras veces.

Le conté a Julio el escenario en donde Galileo le rompió el corazón a Sussy, él se hallaba en una fiesta a la que ella asistiría. Sussy nada que llegaba y Galileo ya estaba drogado hasta la madre, y cuando él se droga sus deseos sexuales se acrecentan, y eso, sumado a la debilidad intrínseca de la voluntad al estar drogado, le hizo acostarse con otra chica en la misma fiesta.

Pero es necesario aclarar que Galileo solía acostarse con esta chica y Susana lo sabía, Galileo desde el comienzo le dejó claro que él no podía tener una relación cerrada debido a que su apetito sexual era demasiado grande. Y por eso hasta este punto yo pensaba que la culpa era de Susana por aceptar eso y aún así querer cambiar a Galileo.

Sin embargo, lo que Galileo no me contó son las venas de esta historia, lo que me contó Susana, y me hizo cambiar mi manera de ver las cosas.

Resulta que Galileo le había dado un periodo de prueba de un mes a Susana, a ver si él se convencía y aceptaba su relación. Y ese periodo siguió avanzando, y nunca se definía, y esto hacía que Susana se aferrara a esa esperanza, a esa esperanza que no era nacida de su egoísmo solamente, como pensaba, sino creada en parte por la indecisión y promesa de pronta definición de Galileo que jamás llegó.

Durante ese tiempo pasaron cosas hermosas entre ellos, Galileo se convirtió en el primer hombre de Susana, y ella hallaba una increíble ternura en detalles tan sublimes como verlo dormir feliz después de un orgasmo, o recibir esos abrazos que Julio me cuenta que todos los hombres dan después del orgasmo, no por amor a la persona, sino más bien como por agradecimiento de dejarlos en ese estado. Y me dolía pensar lo hermoso y nuevo que todo aquello era para Susana y que era imposible que fuese igual para Galileo.

Susana llegó a la fiesta, se los encontró teniendo sexo en un coche, y cuando los enfrentó Galileo le dijo que ella sabía que eran libres, y que se podía acostar con quien quisiera así como él lo acababa de hacer.

Y le rompió el corazón.

Julio escuchó con paciencia, yo sentía una intensa curiosidad por preguntarle que hubiera hecho él en ese caso, pero no me atrevía; y sin embargo, él como siempre sabía lo que quería y no me arriesgaba a decir. Y me contó que en ese caso, a Susana lo que le dolía era sentir que no era especial para él, que ella y la puta del coche estaban al mismo nivel, decirle a Susana que podía acostarse con otro no era decirle que amaba su libertad, era decirle que era tan puta y poco importante como la mujer con la que se acababa de acostar. Y cuando dijo esto, yo casi pierdo el aliento al sentir tanta inteligencia de su parte y quise en ese instante saltarle encima y hacerle el amor.

Luego continuó diciendo que Susana necesitaba era que Galileo la reafirmara, que le díjese que él tuvo que usar a la puta esa porque se moría de ganas por su mujer pero nada que llegaba, ¿dónde carajos andabas? ¿por qué haces que tenga que cogerme a otra en tu ausencia? ¡Estaba pensando en ti mientras me la cogía! y luego besarla y hacerle el amor mientras ella se sentía la más afortunada en todo el mundo.

Es tan bizarro todo esto, en especial porque es tan cierto eso, todos los hombres deberían ser como Julio, ojalá algún día Susana tenga la dicha de sentir cómo él le hace el amor...

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