miércoles, 22 de noviembre de 2017

El día que cometí un feminicidio

Mi nombre es Joseph Arturo Raga, jardinero de profesión y escritor de vocación, y escribo esta carta debido a que deseo aclarar algunos aspectos acerca del feminicidio que he cometido.

El día 25 de noviembre, me entregué a las autoridades luego de haber asesinado a una mujer. De hecho, yo mismo fui el que reportó su muerte. Y en todas las noticias mi rostro serio y calmado salió a relucir como muchas cosas: feminicida, abusador sexual, críminal a sangre fría y algo acerca del patriarcado que no entendí muy bien.

Yo entiendo perfectamente bien este miedo a los hombres, debido a que, si no estoy mal informado, el 95 % de los abusos sexuales son cometidos por hombres. Y por eso dediqué gran parte de mi vida a educar a las mujeres de mi familia para que supieran descartar a los hombres que mostraran rasgos de maltratadores, controladores, y agresivos. Señales como la inseguridad, como molestarse por no responder un mensaje, o la violencia cuando no obtenían lo que querían, y cualquier tipo de manipulación. Nunca he pensado que las mujeres deben renunciar a los hombres, simplemente creo que es necesario educarlas a pasar el tiempo de su vida con el que sea correcto, debido a que, luego de invertir emocionalmente en alguien, es más arduo despegarse de él.

Maté a una mujer, es cierto, pero no considero que se me deba ver como feminicida. Aunque los dejaré a ustedes juzgar por sí mismos. Y les pido que tengan en mente que, según me explicaron, un feminicida es alguien que comete el crímen ante alguien sólo por ser mujer. Y la verdad es que, durante toda mi vida, a las mujeres no he hecho otra cosa que darles el trato que un hombre educado, cariñoso y protector, le da a las personas que ama; pero de cualquier forma, aquí están los hechos:

La hija de mi hermanastro, que debería tal vez llamar mi sobrina, pero la verdad es que no tengo demasiado apego hacia ella, ni la siento como mi familia, estaba siendo abusada sexualmente. Pero no por mí, aunque a los medios y a las personas que difundieron la información de los medios, no les pareció demasiado importante corroborar la información.

Voy a aclarar el contexto, fuimos a un pueblo que queda a unas cuatro horas de casa, muy alejado de la ciudad, y estabamos en una reunión con amigos de amigos de la iglesia para pasar el día de acción de gracias.

Aclararé una cosa, cuando uno se casa con alguien, se casa con toda su familia, creencías, y amigos, y dejo esto claro para que entiendan por qué me hallaba en un lugar del cual no formaba parte, ni simpatizaba, y hasta ciertos niveles, tampoco toleraba.

Yo quería pasar el día de acción de gracias con mi madre y mi hermano, los únicos miembros de mi familia que viven en este país conmigo, pero ellos la iban a pasar con la familia del esposo de mi madre, y son personas que no me hacen sentir precisamente bien a su alrededor. Dejo esto claro, porque quiero que entiendan qué estaba haciendo yo en un grupo de personas religiosas cuando personalmente, no tengo ninguna creencia de esa índole.

Y perdonen que insista tanto en eso, pero la policía siempre insiste en querer saber por qué uno está donde está a la hora del crímen, y pensé que ustedes querrían entender lo mismo.

Lo cierto es que me dirigía a mear, y escuché un sonido extraño, como el de un juguete cayendo al piso; y cuando estaba tratando de orinar, no pude, debido a que el recuerdo del sonido me perturbaba demasiado. A veces eso me ocurre, hay sonidos que por lo general ignoraría, pero en ciertos momentos, no puedo dejar de escuchar, me llaman con una fuerza misteriosa, y yo siempre respondo a su llamado.

Me cuesta empezar a escribir estas líneas, siento un mareo en el estómago y ganas de llorar, ahora que lo pienso, hay cosas que es más difícil recordarlas o pensarlas que vivirlas.

Lo que hallé fue a una mujer abusando sexualmente de la hija de mi hermanastro, no sé cuántos años tiene la niña, pero me da igual, lo que esa mujer estaba haciendo estaba mal sin importar la edad que tenga esa pequeña criatura.

No deseo describir esos actos, me enferma pensar que alguien pueda estimularse sexualmente al leerlo, ya que, si esa mujer pudo, ¿cómo se que alguien más no?

Lo cierto es que había un bate de beisbol en la habitación, lo tomé con cautela, y le di en la cabeza con todas mis fuerzas, y aún no comprendo cómo a esa mujer no le salió volando la cabeza con la ventana, pero lo cierto es que cayó muerta inmediatamente.

Ahora les voy a explicar por qué me considero un asesino, y es debido a que yo soy un hombre bastante fuerte, con un cuerpo enorme, no de largo pero sí de ancho. Si el abusador sexual hubiese sido un hombre, creo que seria justificable el batazo, pero era una mujer, y creo que pude manejarlo de forma diferente, aunque en el momento, lo confesaré, simplemente tuve miedo, y por eso la maté. Si no hubiese querido matarla -esto lo concluí durante la confesión policial- no le habría dado el batazo cuando estaba desprevenida.

La policia y la familia de la niña apelaron por mi la libertad y han tratado de convencerme de que estaba justificado, en primer lugar porque le mujer era alta y gorda (o sea, que tenía fuerza para luchar) y peligrosa, y tenía antecedentes penales de demencia, agresividad y abuso infantil, y por eso se había metido en la organización religiosa a la que pertenecen mi padrasto, su familia y sus amigos, para estar en un círculo en donde se pudiera mover con confianza y abusar de los niños.

Yo no sabía nada de eso, pero si les soy sincero, dudo que alguien pueda sobrevivir luego de abusar sexualmente de alguien en mi presencia. Tal vez, yo también sea un monstruo.

Y en segundo lugar, porque uno no puede premeditar cómo se va a comportar en tales situaciones, o por lo menos, eso me dijo la jueza luego de escuchar el testimonio, examinar las pruebas, y dejarme en libertad.

Decían que la mujer pudo con ese fuerte físico haberle hecho mucho más daño a la niña, y hasta matarla; y bueno, daño le hizo, tanto físico como psicológico, a esa pobre e inocente niña.

Yo soy un hombre de honor, y les afirmé lo que pensaba: que yo pude haberlo manejado mejor, y que al no controlarme, la terminé matando.

Al final casi en contra de mi voluntad y mi juicio moral, fui dejado en libertad; y los medios de comunicación no respondieron por las acusaciones que hicieron, ni siquiera rectificaron, y las cartas llamándome violador y feminicida y patriarcal (¿es eso un insulto? porque no comprendo el concepto) no me dejan de llegar.

Y yo las entiendo, porque los hombres han sido los responsables de todos los abusos por los que las mujeres han pasado, pero yo simplemente deseo limpiar mi nombre, o por lo menos, contar mi historia. La historia de un hombre que cometió un error, pero que no es un mal hombre. La historia de un hombre que mató a una mujer, pero que no odia a las mujeres. La historia de un hombre dejado en libertad y tratado como un héroe, pero al mismo tiempo, un hombre con un cargo de consciencia: la pertubación de ser juzgado erróneamente.

He dejado aquí lo que ha ocurrido, no les pido que me amen, les pido que si van a odiarme, que sea por lo que realmente soy, y por lo que realmente hice.

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