viernes, 3 de julio de 2015

El poeta de pene pequeño.

Me abro paso entra las gotas, y ni siquiera bajo el frío,
Este llanto, de hace tiempo, se siente con permiso de llorar.
Estas líneas las he escrito en un diario muy privado,
El cual una vez, una dulce chica, me hizo prometerle,
Prometerle con amor, que se lo iba a mostrar.
Se mudó de ciudad y consiguió entretenimiento
Compañero de sexo; y de mi diario,
No creo que se vuelva a acordar.
Hace tiempo que recibo con desgano a quienes llegan;
Sin embargo, aún no aprendo a dormir solo.

-¿Whisky? Con agua estoy bien-.

Tengo un pene pequeño, y miedo a que me dejen.
Es extraño, a pesar de que por lo general
Las mujeres con las que he estado,
Coinciden, aún odiándome,
Con que soy un Dios en la cama
Por follar con la mente,
Por excitar mucho antes de tocar.
Inclusive me sorprendo,
No es deliberado,
Que a veces pregunto, ingenuo,
En el encuentro...
Y ellas ya tres, ellas ya cuatro...
Y yo ¿Cómo es posible, estás bromeando?
Pero no, al parecer ser intelectual si sirve de algo.

Incluso con esto,
Tengo miedo de que no me quieran.
Sin ánimos de presumir,
Ya que más que por mérito creo,
Que se debe a alguna confusión,
A algún malentendido:
A diario se me ofrece,
Alguna señorita que aún no sospeche
Del tamaño de mi pene.
Pero eso me da igual,
Todo el tiempo ando excitado.
Es cierto, con ocurrencias insólitas
Que hacen bailar mis ideas acerca del sexo
Que en mi caso, el sexo, es siempre,
Mucho más que sólo sexo.
Pero lo confieso,
Aunque sea ridículo admitirlo,
Que si no me siento querido o importante,
Las ganas no me llegan,
Ya lo saben... se calló el mito...
Del poeta frió y fascinante.


Nunca he empezado un amor, sin pensar que me va a durar hasta la muerte, y de cierta forma así ha sido.


Hay noches que son para rechazar el cariño, para estar solo y triste; para morir de poesía y sin abrigo.
En reuniones grupales,

Soy bien aburrido.
Pero cuando a una mujer inteligente,
Le resulto fascinante,
Ocurre algo alucinante,
Como pavo real sobre tortuga,
Abro mi ser y me despliego.
Conversaciones de treinta horas,
Interrumpidas solamente,
Por las inevitables y molestas,
Interrupciones del sexo y del sueño.


Hay amantes casadas,
Que me llaman para encuentros
Furtivos, irresistibles, apasionantes,
Como sólo los puede dar,
Una mujer infeliz que no escapa sino engaña.
Entonces llego,
Una hora porque marido,
Y me encuentro con que a hablar comienzo,
Y afortunadamente,
-Le resulto fascinante-
Y se nos pasa la hora,
Y dale que poesía, y dale que arte.
Quizás apago, ahora que lo pienso,
Desde bien adentro,
Los fuegos que encienden
Los fuegos del cuerpo.


Siendo honestos,
Colocando la verdad en la balanza.
Masturbándome, la he pasado,
Mejor que con la mayoría de los polvos
Que la vida, muy generosa, me ha dado,
Es que lo mío, lo que me prende
Son las ideas,
Amantes voluptuosas no han faltado,
Pero son las entregadas a mi mente
Y al ceder de sus placeres,
Las que me han, en el fuego de la memoria,
Tatuadas, quedado.


Hace mucho que no me siento plenamente amado.


Dar amor no es suficiente para ser feliz, pero por lo menos así uno aguanta.


Tengo tanta certeza de que moriré como de que será por suicidarme (lo doy por hecho, sin tanto drama).


Cuando mis cercanas compañeras
Tienen otros amores,
Lo reconozco,
La sublime mar congelada,
En donde patinaba mi felicidad,
Me hace pingüino o servil foca
Que no sabe nadar
Ni el frió soportar.
Me invade la certeza,
De que me dejan de querer,
Certeza que esconde,
La otra certeza,
De que nunca me han querido,
Porque no abrí completito
El corazón;
Ya que...
Si abriéndolo poco,
Me siento así de mierda
Me siento así de menos
Ante alguien, ese hombre,
Ese nadie...
Evidentemente,
A prueba este poema,
Escrito por mí y no por quien quiera
Que sea él...
Ese nadie,
Evidentemente,
De prueba sirva este poema,
Ni la mitad de fascinante que yo.
¡Imagínate, coño, imagínate!


Me gustaría dejar de compararme.
Ser libre de la imagen,
De poeta, de Raga,
Del gran pene que no me hace falta.
Para evitar asumir que soy mejor,
Para poder sólo sentarme a mirar,
Perdido en aquel cielo azul,
Al gatito ronroneando,
En su pancita,
Sobre aquella nube,
A las piernas del infinito.
Y olvidarlo todo,
Y sentir cuánto te amo,
Cuando volteo y ahí estás,
Con un gatito en cada ojo.
Y me besas con tu boca,
Y tu aliento de un semen
Sea de hombre o de mujer,
Que no es mío,
Y me abrazas con ese cuerpo,
Agitado y sacudido,
Por brazos y besos que no son míos.
Pero todo está bien,
Porque no soy mejor ni peor,
Porque no existo,
Porque sólo soy.
Y este poema se abre,
Como mi mente,
Como un pene pequeño
¿Eso es gonorrea o es que estoy enamorado?

No hay comentarios:

Publicar un comentario