jueves, 22 de febrero de 2018

Un canto venezolano

Hoy cantan las palabras, y las letras se hacen urgentes porque la indignación las desborda.

Vienen así, galopando desde el negro silencio de la noche estas tres historias.

Bilseida nos contaba temblando de miedo, pues la noticia le afectó gravemente su salud, un muchacho muy bueno y muy sano, fue secuestrado al salir del colegio, para pedirle dinero a sus padres, y a los pocos días fue hallado muerto. Encontraron a los culpables, unos malandros del barrio Rio Blanco, y una madre suspira preguntándose por qué ya no existe la hoguera o la guillotina.

Una princesa hizo un negocio, pero lo canceló, su inocencia y ternura la ausentan de toda malicia, ella sabe de tristeza, de belleza y de libros, no de negocios, no de mentiras. Y la honestidad no es común, si lo fuese, el país no estaría de esta forma. Alguien cobró el cheque, y ella se siente indignada, necesita un abrazo, y al verse el espejo se pregunta llorando por qué es tan tonta.

Nestor era el único de su familia que era tranquilo, el de mejor comportamiento, y alguna vez en la niñez de mi hermano fue mejor amigo. Hoy recibo la noticia, de que alguien le enterró un lápiz en el ojo, y lo puede perder. La vida te cambia en un instante, al inocente, me temo, no lo protege nadie. Porque dios es creado a imagen de las gentes, y a este dios no le importa nada, no le importa nadie.

La madre lloraba al recibir nuestra donación, todo el mundo llora, Frustración debería ser el nuevo nombre de esta empobrecida nación.

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