miércoles, 20 de junio de 2018

La mujer de Byron

No es un secreto para nadie que Virginia Woolf tiene una importancia fundamental en la literatura, no sólo como escritora sino además como lectora, Virginia Woolf nos pemitió releer -y lo más importante- repensar las obras que la moral y la tradición de su época no supieron ver. Su lucidez rádica en no comparar la obra con lo que se supone que debe ser, sino en ver la belleza de lo que la obra es o intenta ser, en sí misma. Es por esto que Woolf termina siendo esa luz que nos arroja a un Ulisses de Joyce y a un Don Juan de Byron.

Byron fue criticado por las mujeres de su tiempo debido a que un romance en el Don Juan no era sentimental sino lujurioso, y Byron celebraba los ataques de esas mujeres, porque decía que éstos no eran más que el síntoma de la su hipocresía desenmascarada. Afirmaba el poeta que el sentimiento era la máscara con la que las mujeres tapaban una pasión mucho más baja, más real, más humana. Que ese sentimiento no era más que una ilusión, una invención, una fantasía, que jamás estarían dispuestas a perder puesto que en ella, las mujeres eran reinas, adquirían poder.

Al contrario de lo que se pudiera llegar a pensar, los personajes de Byron no son los del macho poderoso, al contrario, son femeninos, con atributos de una mujer, pero una mujer que no se niega a su naturaleza ni a su instinto. Byron no ataca a la mujer, ataca a la falsedad, y por eso toda su poesía es una lucha encarnizada contra el orden preestablecido, y una lucha que mantendría hasta su último aliento.

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