domingo, 1 de abril de 2018

Historias eróticas del profe Raga (2)

La Niña había sido amante del profesor a lo largo de dos años, él la había despojado sin esfuerzo de su virginidad y su timidez, no le fue difícil debido a que la Niña no había conocido nunca antes a un hombre que le inspirase tanta seguridad y admiración.

Sus primeras charlas eran todo menos parecidas a la atracción, el profesor le hablaba con una intensidad intelectual sin igual y ella respondía con una frialdad profesional que le hacían a él incapaz de pensar en una pasión entre ambos, mientras ella por su parte ardía por dentro fascinada ante ese hombre y esa capacidad de ver la vida como algo que tenía sentido, convirtiéndo así en salvación esos momentos en donde él la llenaba por completo de su impersonal pero estremecedora compañía, debido a que para ese entonces la vida de la Niña no era más que un mar de malancolía.

Tú me salvaste, tú me diste la vida, yo no era esto que soy antes de ser contigo. Le decía la niña cuando estremecía de placer entre sus brazos, cuando se había despojado de toda timidez con el paso del primer año, y su seriedad profesional se había convertido en una sumisión sensual y sin igual que sólo el profesor había sido capaz de conocer en toda su vida. La había transformado en una mujer tierna, dulce, en una niña llena de fragancias frescas y energías siempre recién nacidas. Pero cuando alguien trataba de amedrentarla sacaba una ferocidad sin igual y una tenacidad sin límites.

A mí el único que me somete es mi hombre --le decía al profesor cuando terminaba de contarle una historia en donde ella se tuvo que defender de alguien que trató de aprovecharse de su ternura inocente-- y eso porque para mí esa forma dulce de dominarme es la única que encuentro de sentirme segura y amada.

Sólo la Niña lo acompañó como amante desde los tiempos en los que el profesor Raga se hallaba casado, era su amante fiel, indispensable; era lo único que hacía que el matrimonio fuese soportable. Y luego de divorciarse a los dos años, la Niña en vez de aspirar al cargo de esposa, entendió con una sabiduría milenaria que mantener a ese hombre sin igual en su vida sólo sería posible con el lazo de la libertad, y fue entonces como ella le empezó a  demandar mientras este la penetraba que le describiese cada detalle de cada mujer que el profe poseía durante su ausencia.

Dime que te las coges como a mí --suplicaba entre más orgasmos de los que son contables-- ¿Por qué me gusta tanto que te cojas a otras? ¿Por qué me encanta tanto?

Y entonces había encontrado la clave, se había fundido con el profesor hasta un punto en donde la felicidad de él era la de ella, y no podía imaginar un solo instante de su vida en el que ella no estuviese presente, porque donde sea y como sea que él fuese feliz, allí también estaba ella.

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