miércoles, 12 de septiembre de 2018

Alejandra

No la hubiese conocido de no ser por esa amante de mi padre, que tenía una voz ronca y dulce que estremecía, y casi llegaba a opacar por completo la vulgaridad de su lenguaje. Un rostro lleno de pecas y una tez blanca, era la estampa de la ideal mujer sifrina, sólo que gracias al dios nacido del vientre de la Catira Regional, no tenía ese mandibuleo que hace ver tan imbéciles a las personas del centro del país.

Las mujeres blancas y pecosas de senos operados eran la predilección de mi padre, repudiaba la tez oscura a pesar de que así era la suya, luego de una niñez de pobreza que lo hizo obsesionarse con el dinero, cualquier mujer que no fuese símbolo de poder no le atría. Es decir, toda mujer que pareciera extranjera o hija de extranjeros era su predilección.

Melissa era hermosa, pequeña, con ojos diminutos hundidos en unas cuencas enormes y unas orejas de ratón disimuladas con un cabello a la altura de los hombros. Tanto ella como mi padre juraban por los ojos del hijo que mi padre le hizo abortar cuando ésta se dejó de cuidar esperando que déjase a su esposa por ella, que él no le había pagado las tetas, y puede que sea cierto, porque económicamente ella no dependía de él, y la pobre no sabía que era por eso y no por todas sus inseguridades que él no se quería casar con ella. Todos somos así en algún punto, pensamos que los otros nos dejan por nuestras inseguridades pero en realidad lo hacen por las suyas.

Posiblemente la haya deseado, era demasiado hermosa para no hacerlo, pero los detalles descriptivos de mi padre con respecto a sus encuentros sexuales me hacían tenerle un poco de asco a ambos, y no tardé en verla con la frialdad fraternal con la que a un pariente atractivo se designa.

Ella, de forma ilusa, como tantas tontas mujeres, pensaba que aludiendo con su carisma a un miembro de la familia de su amante, podría influir en este de una forma en que lo hiciese cambiar. Cosa que nunca ocurre. Lo cierto es que fuimos juntos a un concierto de un artista que en ese entonces era la poesía entera para mí, y al que ahora no soporto sus canciones, debe ser lo mismo que siente alguien que conoce la literatura con Coelho y luego termina leyendo algo que sí valga la pena.

En esa salida estaban tres de sus amigas, todas con senos operados menos una, la más gordita y sensible, que terminaría operandóselos un mes después, volviéndose así un ser humano completamente empoderado e inalcanzable con poemas o conversaciones inteligentes, por lo menos para mí.

Afortunadamente no heredé el desprecio a la tez oscura de mi padre, y tuve la dicha de gozarme por completo a Alejandra, el calor de su cuerpo, el volumen de sus senos que para aquel joven poeta condicionado por el pensamiento venezolano eran las puertas del mismo cielo, con su cara espantosa, de sonrisa de esqueleto y ojos sin vida, que te hacían pensar que sin duda su vida antes de las enormes tetas era otra. Por eso ese era su mayor logro, el de ella y el de muchas mujeres de esa venezuela en la que viví, sacarle a su amante casado las tetas, y luego adquirir poder, status, e ir pasando de un amante poderoso a otro, y en algún punto, por qué no, coquetear con dejarse caer en las manos de un poeta. Aunque luego tristemente descubriría que mi padre le había ofrecido dinero a ella a través de Melissa para que se acostara conmigo, y fue entonces cuando me sentí humillado, y terminé todo contacto con Melissa y sus amigas. Y en el caso de mi padre, era sólo otra raya más para el tigre.

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