lunes, 2 de julio de 2018

El aleteo de una mariposa

No sé esconder lo que siento, me dueles, y te hallo en cada cosa. Los pequeños detalles me llevan a ti, me siento como si hubiese perdido otra patria. He tenido dos patrias. Una, me la inventé cuando me fui de aquel país, fue la mitifación de mi pasado, la leyenda del poeta, un amor que nunca sentí y que nunca me dieron.
La segunda fuiste tú, un futuro inalcanzable, que derramé sobre ti, sí, sobre ti derramé todos estos sueños de forma violenta, todas esas cosas que me urguían vivir y tanto me callaba, tanto me guardaba.
Mientras más rápido uno se enamora más evidente queda en claro todas las necesidades insatisfechas desde siempre que uno está tratando de llenar, pero de llenar donde no se puede.
Porque es así, deseo lo que necesito sólo de quien no puede dármelo, y esa es la verdad que todos callamos en esa mentira que nos tragamos y que se llama fe.
En un día ya me creía soberano del mundo, por sentirme poseedor de tu mirada. Pero nunca fuiste mía, nunca he tenido nada.
Sólo esta sombra de la sed de mis deseos, sólo esta carta que arde, porque mi corazón siempre, siempre se retuerse en los viejos anhelos de cosas que nunca fueron. Ya sea la de ese, mi falso pasado, que a veces desarmo y reconstruyo, y lo llamo futuro.
Ah, escribo porque llorar no sé, y contar mis problemas tampoco.
Te hablo a ti, universo inexistente, dicha del dolor, mis deseos de durar eternamente, de tenerlo todo, que son tan frágiles, que hasta los puede hacer pedazos sin querer, el aleteo de una maripoa.

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