lunes, 7 de enero de 2019

Leyenda de los dos amantes

Él le preguntó en medio de un silencio entre sus brazos:

¿Por qué tú estás tan enamorada de mí?

Ella se sonrojó, se volteó, sonrió, lo miró y lo dejó de mirar, demostraba esa emoción ansiosa y fébril que impide el nacimiento de las palabras y el orden de las ideas.

Al final, cuando ella terminó de expresar su amor en su inverbalizable lenguaje, le preguntó con un tono natural, como de quien ha sido tan consentida y mimada por su hombre que se siente segura de sí, dueña del universo:

Y tú, ¿por qué me amas? Y una sed de amor llenó sus ojos.

Él empezó a reír, con una melodía traviesa y casi perversa que salía del fondo de su abdomen, tenía una risa de niño, una frescura pura y una sensibilidad inesperada en un hombre tan masculino.

Respondió:

¿Y a ti quién te dijo que yo te amo?

Y su risa llovió por todos lados, como cuando se rompe el cielo.

Ella no pudo contener la risa cuando trató de ofenderse para que la mimara, cruzó sus femeninos brazos como había aprendido a su lado desde aquella noche en la que supo que la mejor cura para los celos no es la fidelidad sino una buena y dominante cogida de su dueño.

Escondió su mirada entre el muro y la ventana, mientras inútilmente trataba de ejercer su oficio de niña malcriada y amada, que se veía obstaculizado por aquella hermosa risa que salía de sus tímidos y carnosos labios.

Cuando pudo articular algo, le dijo que en ese caso no le daría más besos, aunque la felicidad alejaba de su voz cualquier indicio de que la amenaza pudiese ser considerada seria.

Entonces él, que siempre sabía qué decir, le dijo:

Ah, qué lástima, y yo que te quería dar un beso.

Y le rozó el oído con sus enormes labios de hombre potente.

Ella se dio la vuelta como quién se apresura porque se le va a quemar la comida o a mojar la ropa que se seca al sol, y sujeto su rostro con ternura y firmeza, como si no quisiese que se le escapasen esos besos por nada del mundo, y empezaron a besarse, a hacer el amor, a lamerse, y a cambiar los poemas del día por la sucias y vulgares palabras de la noche.

Pero esa es otra historia, que no pertenece a la literatura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario