Estaba listo para mi segundo encuentro con la Obrera. Luego de que el anterior hace dos semanas se me hubiese visto frustrado. Ya por fin me dirigía hacía ella tras dos agonizantes semanas de soledad, desespero y tristeza. Camino a aquellas tierras distantes en donde si alguien descubriese que iba sólo por una chica, hubiese pasado fácilmente por loco. Y el solo hecho de imaginarme explicando que mi motivación era cumplir mi fantasía sexual de un trío, me llenaba de fastidio y tal vez vergüenza.
En el camino, me dirigía al encuentro entusiasmado, y por otra parte, asustado. Meterme en esos inseguros barrios de las afueras de la ciudad me resultaba aterrador, pero recordar mis desdichas en días anteriores me encendía la ansiedad, hasta un punto de ni preguntarme ¿Y si te accidenta que le dirás a tu jefe? En medio de estos turbios pensamientos y el entusiasmo de mi piel, un autobús pasó muy cerca de mi coche, a tal punto que saco de su posición el espejo retrovisor del lado del conductor. Me asusté, me llené de rabia y mis resentimientos se despertaron "¡Esos malditos transportistas públicos, igual que los motorizados, son unas plagas todos! ¡Imbéciles, irresponsables, hijos de puta, este país de mierda no sirve! ¡Mamagüevo gobierno todo es su culpa! Hasta que intente ponerlo en su sitio y al descubrir que calzó a la perfección. De pronto el entusiasmo volvió a mí, pero como si fuese terapéutica la rabia: Dejé de preocuparme por los riesgos y alucinaba con las posibilidades.
Al acercarme al punto de encuentro, las dudas volvían. Pensaba en poder ser visto, reconocido, perder mi trabajo por usar el coche del patrón, no porque fuese para mi uso personal, sino por arriesgarme a llevarlo a sonas peligrosas ¡Y todo por una vagina! Por fin llegué al punto, sudaba frío. No tardó en llegar la Obrera. Vino en una camioneta de alguien que sin duda era rico, naturalmente pensé que era un amante el cuál quería hacerle un favor, para que ella más adelante le hiciera "un favorcito".
Se bajo, para mi sorpresa, con tres acompañantes. Cualquiera pudiese ante este hecho, asomar la esperanza de que no fuese el amante de ella sino de alguno de los acompañantes, o, pretendiente. Afortunadamente, tengo el hábito de apuñalar todas las esperanzas para que sólo sobrevivan las más fuertes y aferrarme con seguridad: para no decepcionarme sin necesidad.
Hacía mí coche venían las cuatro personas: la Obrera, una mujer fea que se amoldaba perfectamente a la descripción que me había dado de la amiga que haría el trío con nosotros, una muchacha joven y morena, y un chico como de mi edad. Sus vestuarios me llevaron al análisis:
La obrera: Tacones, vestido, pantimedias. El hecho de que se vistiera así me hizo pensar al principio, que estaba loca.
La (nuestra) amiga: Ropa normal, casual, si no tuviese el cabello mojado pensaria que no se había bañado.
La jovencita: Muy parecido a la Obrera, pero, sin pantimedias.
El chico: Definitivamente sin haberse bañado, en chancletas, cabello seco, camisa de andar en casa.
Arranqué sin presentarnos, pues los nervios se apoderaron de mí, y hasta que no me viese en mi hogar, no me sentiría seguro. Como supuse la amiga fea era la del trío. La joven era prima y más tarde descubriría que no era prima sino novia de un amigo cercano. El chico, si bien el peor vestido, era inteligente, apreció que tenía una biblia en el tablero. Preguntó si era testigo de Jehova, dije que la usaba para fingir cuando un policía me detenía en alguna alcabala. Me arriesgué a parecer cínico para no desinhibir ningún tipo de deseos carnales.
Descubrí que se habían vestido así previendo de que fuesemos a una discoteca, hecho que me molesto porque pensaba en primera instancia de que íbamos a follar ella, su amiga y yo, y si su amigo desaseado no fuese inteligente (nada sorprendente, pero a diferencia de las muchachas, era el único que parecía medianamente culto, aunque debo confesar que no esperaba a nadie culto: mi interés era plenamente carnal) y su prima tan guapa, me habría amargado.
Conversar se me da bien, si bien se me hace imposible no razonar y tratar de analizar a la gente con la mayor sinceridad que pueda, al final mis actos son amables y mi proceder, lo más bondadoso posible (por lo menos lo intento) así que me insté a conocerlos.
Nuestra amiga era la que no se callaba, me hizo ver (para molestia de la Obrera) que lo de la disco era una excusa, porque la obrera sólo quería ponerse su mejor pinta para impresionarme y por eso su atuendo pornográfico. No era sorpresa para mí que en los estratos más bajos los modelos de belleza son así, así que tomé con ternura ese acto de aquel bello e incomprensible (o mejor dicho incompatible) ser que estaba a mi lado, y tomé su mano, acto que la hizo sentir orgullosa ante sus amigos. El chico era maricón e hijo de padres árabes, con dinero. Estudiaba en la universidad de San Juan de los Morros, pero ¿Cómo había terminado a parar con semejantes seres como las diosas semialfabetas que nos rodeaban? Pues, amigos de infancia y el venía de visita. Si bien esa zona donde viven es peligrosa y llena de hampones, también es campo, hermoso campo, lleno de plagas. Y por último, la prima, ella era la que hablaba menos, pero al intervenir en un par de ocasiones, deduje que era indiscreta y que con el pasar de los minutos dejaría salir su personalidad. Alguien con prejuicios sociales diría que es de esas mujeres que son bellas hasta que abren la boca y dejan ver de qué clase de sitio vienen. Lo triste de los prejuicios clasistas es que muchas veces están en lo correcto, lo malo es que acrecentan la brecha y nos divide más como sociedad, perjudicando a todos.
No tarde en darme cuenta de que ellos pensaban que yo era el novio rico de la Obrera, es normal, todos creen que por uno andar cerca de empresarios es rico. Y sólo los idiotas siguen el juego, para impresionar y aparentar lo que no son. Cuando llegamos no había luz, nos instalamos, saqué mi botella de tequila con sus limones y la sal. Me excuse y dije que me daría una ducha rápida, debió ser más rápida de lo que esperaban pues se sorprendieron al verme de regreso. Coloqué música en mi coche, regetón. Me ayudaron los prejuicios clasistas, pues parecían disfrutar mucho de mi selección de música para la ocasión. Descubrí que al árabe lo habían traído a última hora y por eso su apariencia. Hablaron de su homosexualidad, yo le pregunté si era inevitable como dicen "un condición" y dijo que no, que era una opción, y mis prejuicios cristianos aparecieron, pero los ahogué con tequila.
Nuestra amiga estaba hablando de que tenía el periodo y comentaba (con una falta de pudor que me revolvía el estomago) que iba a ponerse un supositorio. Cuando medite, supe que significaba que lo de el trío era seguro, hecho que me llenó de satisfacción. Pero, al meditar más, me pareció poco aseado y hasta asqueroso.
Cuando regresó del tocador (todos eran amables, con una amabilidad típica de esa gente maleducada que esperan agarrar el mínimo de confianza para tomarse provecho de ti) dijo, empezando a perder su falsa educación, que quería que invitara a amigos. Yo conocía a varios hombres, pero yo no quería hacer una fiesta. Y mucho menos, dejar que la careta se fuera, yo podía controlarlos a medida de que sintieran vergüenza de sus actos. Se me ocurrió llamar a mi amigo, quizá el único que he tenido desde que me mude aquí, el hijo de los Evangélicos.
Para mi suerte, mi amigo tiene el hábito de andar siempre sin hacer nada, pendiente de su teléfono a la espera de que alguien lo llamara y decirle que fuera hasta ese sitio desde donde era llamado: para ir a no hacer nada, pero con amigos. Y lo más importante, tiene moto. Llegó, y la amiga que apartir de ahora, llamaré la Loca, empezó a bailarle. Mi amigo no es cristiano pero le gustan las fiestas, a pesar de que no bebé ni tiene sexo. Cosa esta última que no confiesa pero que es obvia. El solo alejaba a la loca, al principio se reía pero intentaba zafarse. Al rato todos nos limitabamos a beber, fumar y escuchar música (las chicas a bailar de pie), mi amigo se acercó a mí para preguntarme por qué fumaba, y lo más importante ¿De dónde había sacado a estás locas? La verdad es que tampoco tenía la más mínima idea. Así que le dije un chiste. Yo no tenía el hábito de fumar, pero cuidaba muy bien de no poner barrera entre mi trío y yo.
Se empezaba a oscurecer y nada que llegaba la luz, ocasionalmente encendía el coche para que no se descargara la batería. Le dije a mi chica que me acompañara a buscar velas. Entonces fuimos a la cocina, la pegué contra la pared, empecé a besarla, para mi infortunio sus tacones la hacían demasiado alta y tenían que besarla en la punta de los pies. En mi cabeza era mucho más sexy, ella definitivamente no estaba esperando nada así. Encontramos las velas y cuando regresabamos la cogí del brazo firmemente, esta vez sí se me dio. La llevé a una alcoba, no pase seguro (¿Estaría esperando que entrara su amiga, intuyendo que sospecharía lo que hacíamos?) Nos acostamos, yo abajo ella arriba, besándonos. Pero ella se detuvo, decía que ahorita no. Sabía que ella tenía razon y por eso entré en razón: le pedí que por lo menos me lo mamara. Me dijo que podían abrir la puerta, me levanté y pasé seguro. Me dijo que no quería ahorita. Bajé mi cierre y saqué mi pene hinchado. Me pidió que por favor no. Puse su mano sobre mi polla y la empezó a abrir y cerrar. Me besó mucho, nos perdimos en ese mundo por unos segundo de aquellos tan parecidos al sueño y me despertó diciéndome al oído que ella realmente quería que sus amigos compartieran conmigo, con su novio, que no todo era sexo. Que yo era el chico más interesante con el que había hablado, y que le parecía mentira y genial (¿genial?) Que yo tuviese apenas la edad que tengo, ocho años menos que ella. Y que además, le dolió que luego de que hicimos el amor por primera vez, yo me hubiese desaparecido y cuando nos veíamos en la fábrica yo no la trataba como su novia, y lloró sobre mi hombro y mi polla ya estaba flácida, y nos abrazamos, la besé dulcemente sintiendo sus lágrimas en mis labios, le dije que la quería. Pero realmente no la quería a ella sino a su estupidez e ignorancia que la hacían tan noble, una nobleza jamás antes alcanzada por la razón. Aunque sabía muy bien que tampoco tenía pureza. Era probable que fuese demagogia, sentimental demagogia, hermosas lágrimas de cocodrilos. Y ya qué, lo único que me puso la verga flácida fue que creyera que íbamos a ser novios.
Con el transcurrir del tiempo se hizo de noche, en una oportunidad estaba ella de pie, bailando rozando mi trasero, y se sentía bien. Entonces los deseos me hicieron mover la boca y decirle que la Loca, ella y yo la pasaríamos chevere esa noche. Y ella, se enojó, a mi sorpresa. Y el hecho de que se enojara me enojó a mí ¿No estaba todo ya hablado con antelación? ¿Qué demonios? fue a comprar cigarros y antes de irse me dijo, con tono de niña malcriada, que si quería podíamos hacer el trío pero con su amigo el gay. Y con tono irónico y sonrisa cínica (una sonrisa parecida a lo que siento por dentro cada vez que recuerdo que me dijo que novios) me preguntó si no me gustaría metérsela por el culo a su amigo. Retirándose, intuyo que casi llorando, y llevándose a su amigo.
Supuse que iría y aprovechando la ocasión, tomaría cervezas que venden en el mismo sitio de los cigarros, indudablemente ofrecida por alguno de los malandritos de aquí, o de los borrachos, me avergüenza ser tan sincero, pero sentí que eran personas más acorde a su estilo. Estaba un poco desconcertado, menos por celos que por saber que obviamente tantas energías gastadas para nada ¿A mí que me importa el universo si yo sólo quiero un trío? Entonces, despejando mi nube de pensamientos, llegaron la Prima y la Loca, una me bailó de frente, la otra de espalda. Cualquiera con prejuicios sociales se reiría de lo que aconteció luego: comenzaron a echarle tierra a su amiga, a decir que era infantil, que ella es muy inmadura etc. Luego de esas críticas, que ni interés me daban, la prima, sorprendiéndome, dijo: nos tienes a nosotras, no te preocupes, vamos a bailar. Esto me impactó, hasta ese momento yo juraba que ese tipo de argumentos sólo eran posibles ee escuchar en mis fantasías, pero ahí estaba yo y estaban ellas. Coloqué en cuatro, en el sofa a la prima que tenía un cuerpo mucho más apetecible que la Loca, y la Loca por detrás me besaba y sosteniendo mi cuello hacía su dirección suavemente me daba un beso, debo admitir que fue delicioso. Y también debo admitir que si no estuviese simultáneamente sintiendo las nalgas de la Prima bailando en mi pene, no lo hubiera disfrutado.
Un sonido se escuchó, en la puerta gritaban. Eran ellos, con otras personas. Me enojé de que trajeran gente (cualquiera no muy idiota podrá intuir correctamente que era hombres) pero me alivie al saber que no eran los malandritos, y que eran tan sólo dos. Uno era el Teniente, un hombre gay que hace mucho tiempo atrás había intentado desflorarme emborrachándome. Cuando tenía apenas catorce años. Tenía el hábito de llevar mujeres a su casa (militares, lesbianas pero guapas) y los jóvenes de mi edad se atraían por ellas este mostraba a todos de su teléfono videos pornográficos de menores (chicas de doce años desvirgadas por primera vez) y luego, ofrecía alcohol a los chicos de mi edad y les decía que hicieran lo de el vídeo. Desde que intento conmigo (sin ser violento en ningún momento, pero no por eso menos malparido) me alejé y el dejó de hablarme, muy probablemente por vergüenza (?) Y el otro un rubio, vecino, su familia era de plata. No era malandro sino sifrino.
Llegó demasiado rápido para pensar que había follado con otro, los tipos esperaron afuera y el árabe se acercó educadamente (en ese instante su educación me daba ganas de partirle el hocico) y me dijo que encontró a un amigo que había conocido hace tiempo en una fiesta, en una discoteca de Maracay, cuando me dijo el nombre del teniente una carcajada espeluznante me quebró el alma (a pesar de que me límite a fruncir el ceño) por el hecho de imaginar las diferencias entre quién el me decía que trajo: un hombre serio, correcto, educado, amable. Y el maldito que sabía yo que él realmente era. En ese instante supe que todos eran unos malditos. Absolutamente todos. Hasta yo. Y ese cinismo tan divertido me hizo decirle que por supuesto, que yo sé quién es que bienvenido.
La Obrera estaba muy cariñosa, el árabe me dijo que se puso triste, que la entienda, que ella me quiere muchos y en poco tiempo se ha encariñado conmigo (recalcando aquí, primero lo que acaba de decirme del enfermo ése, segundo que es apenas la segunda vez que salgo con la Obrera. Aspecto que evidentemente ignora, y además dejaba entrever lo imbécil que cree que soy) me fui al coche a encenderlo por lo de la bateria, en ese momento la luz había llegado. Todos estaban de todas formas en la oscuridad, disfrutándolo así que no encendimos las luces. La noche era fría y deliciosa. Cuando de pronto, la Obrera se metió junto a mí en el coche, yo andaba ido en pensamientos, riéndome para no llorar. Y cuando se sentó hablamos. Me pidió disculpas. Le dije que estaba bien, mientras por dentro pensaba que qué alivio si por lo menos conseguía coger esa noche. Cuando sonó una canción para mí ininteligible pero que para ella fascinante, me dijo que la subiera. Subí un poco, no mucho. Tal vez porque no me gustaba o tal vez porque quería dejarle ver que seguía molesto.
Tocando inesperadamente mí pene dijo: sacatelo.
No entendí muy bien, y a medida de que entraba en razón bajó mi cierre. Y por un instante mire alrededor, francamente la idea me calentó rápido. Saqué mi pene, y me dijo que si empezaba la canción de nuevo y le subía volumen me lo iba a mamar.
¿Qué? Dije incrédulo, como si Dios se me apareciera o algo.
Ella le subió y bajo a mamarmelo, que delicia, miraba alrededor, cuidaba la zona mientras sentía la sangre haciéndome hervir la piel, hasta las mejillas. Qué sorpresa, qué delicia. La canción pasó y ella, como hecha otra mujer, mamaba como una diosa. Vi de lejos acercarce rápidamente al Árabe, maldita sea. Pensé. La levante violentamente, y no alcancé más que a cubrir mi pene con la camisa. Con la suerte de que estaba oscuro, el tonto aquel sólo preguntó si podían fumar. Le dije que sí. Vi en su mirada algo de sospecha, además de que preguntó si no interrumpió nada. La Obrera le dijo que no, y le lanzó un beso. A mí me dio asco.
Le dije que fuesemos para adentro de la casa. Me miró sorprendida, quería terminar. Fuimos, ella quería seguir mamandómelo. Entramos a una habitación, cerré la puerta bruscamente. Le quité sólo la ropa interior. Estaba enfurecido de deseos. Recordaba cómo se sentía tener sexo sin condón. Era lo máximo, una delicia. Acabé en tiempo récord. Ella estaba un poco disgustada. Pensé que ella pensó: si ibas a acabar tan rápido me hubieses dejado mamartela. Pero dijo con una dulce voz: papi lo que yo no quería era que se me llenara la ropita de tu rica leche. Sentí que la amé. Sus palabras fueron magistrales, dijo dulcemente "ropita", pudiendo haber dicho "lechita", pero no, lo dijo de la mejor forma y sin saberlo. Toda una diosa.
La noche crecía con el tiempo y las copas. Estabamos emparejados: Los maricos juntos, la prima con el catire vecino, y la Fea con mi amigo (ambos de mala gana) jugabamos a bailar, a besar, penitencias, etc. A mí me aburría, la misma mujer que me seduce ahora me acaba de hacer acabar hace unos minutos. Lo placentero era que nadie imaginaba eso. Pero yo si tenía ganas, sólo que no de ella, sino de su prima. Su prima cuando todos se descuidaban me agarraba el culo, y yo a ella. Más de eso no paso nada interesante. Fui la primera vez que vi dos gays bailando, pensaba que era peor. Nada emocionante.
Estaba cansado, y ella también. Así que subimos a mi habitación, la misma donde le había dado aquella, según ella, la mejor noche de su vida, "Y quién iba a pensar que me la dio un niño" decía aquella vez, aunque yo permanecía escéptico. Le hice el amor con desdén, creo que sólo pensaba en mi trío no hecho. Entonces le dije que me dolían los pies ¿Quieres un masaje? Preguntó. Sí, respondí.
Llamó a su prima, no me lo esperaba, fue algo que me dejó asombrado, ella subió y como una
En medio de la madrugada bajé las escaleras, ambas dormían, sabía que había algo que me
esclava de aquellos tiempos egipcios, se limitó a obedecer. Me encantaba el placer del masaje me
faltaba, me dirigí como sonámbulo, pero muy decidido y lúcido. Fui al baño de visitas, me lave
volvía las ganas del trío. Recorrió a placer lo que le decía, mi chica estaba ahí justo a mi lado. La
el pene que estaba todo lleno de semen viejo y feliz, me miré al espejo y supe que el feliz era yo
veía y sonreía. Esta vez no cometí el error de decirle nada. Sólo daba la orden a la esclava. Mis
por haber hecho realidad mis fantasías, pero como las ansías de poder, yo sólo pensaba en más
pantorrillas, mis muslos, mi pecho. Todo acariciado y mi amada amante junto a mí contemplando
y así fue como me decidí por ver en la habitación, estaba ella ahí, sospechaba que podía estar con
mi placer. Desafortunadamente apareció el Árabe diciendo que la Prima debía darse prisa. Lo
un hombre, pero estaba sola. Pensaba en el supositorio, en el asco, en su ojo fuera de la posición
maldije en mi mente, pero entendía, ellos no podían jugar sin mujeres. Pero aquí estaba mi trío
normal que le correspondería tener y no tiene. Pero también, se me hacía imposible no pensar
junto a mí a cada lado de la cama. Iba a mandarle a la Obrera, pero no. Si bien la prima me
en su beso ¿Me abría gustado de no ser un trío? No sé, pero muy ajenos a todos estos
gustaba más, yo necesitaba mi trío a toda costa. Hice lo que debía hacer. Le dije que cerrara la
razonamientos que me empeñaban en hacerme desistir: nacía un deseo, esa ansía de más que ya
puerta, el jamás hubiese aceptado irse sin la mujer, sería inaceptable para los otros. Así que pasó.
mencioné, era ella, la Loca, la única de las mujeres que me faltaba, para mi noche perfecta, para
Desnude las sabanas y mi polla estaba a todo lo que da. Les dije a las chicas que me la chuparan,
sentirme Dios, descubrí que ser Dios es una maldición que se siente deliciosa, pero no paraba de
era lo máximo, sentirlas a ellas dos, mi sueño. Pero el árabe se acercaba, veía mi polla. Me miro, lo
cavilar en esa soñolienta pasión que iba más allá de mi control ¿Te imaginas cómo le debe oler la
miré. Bajo y dejó caer su lengua. Estaba de frente, ella de lado, en ese momento yo era Alejandro
boca, me preguntaba mientras me acercaba lentamente, escuchándola roncar. Dirigiéndome
Magno. Un Dios. Dejé que me lo chupara solamente él un rato. Cuando sentí que iba a correrme
hasta donde estaban los condones escondidos, y el lubricante (había dejado en cada cuarto
dejé caer unas pocas gotas y me guarde todas las demás para no perder energía. Ya era mío, mi
previendo cada cosa. Me aproximé a ella, besando su espalda y tanteando su ano con mi pene.
perra. Y le ordené que esperará afuera, obedeció. Hice lo que tenía que hacer.
Cómo es natural, fui el último en despertar la casa estaba patéticamente ordenada. Me hicieron desayuno. Cuando los fui a llevar iban todos conversando como si no hubiese pasado nada. Como si la noche y sus placeres fueran un sueño que se encuentra tan lejos como las mismas estrellas. Había comentarios de un cinismo tan excitante que dolía. La Prima, decía que ella a sus dieciséis años no sabe nada, que le da miedo dejar la virginidad. Concluyendo con un: ¿Tú lo hiciste anoche Prima, qué tal es? Y su prima, respondiendo igual de natural, decía: sí, es rico ¿Verdad papi? Mirándome. Y yo respondía: sí, mami. Con los ojos en el camino para disimular mi perplejidad (o perversidad) El Árabe preguntó en su tono más amaneradamemte chismoso posible: ¿Y lo tiene grande? Entre risas de todos, algunos hasta creí ver sonrojados por el retrovisor. Me parecía increíble esos genuinos gestos que ni los ganadores del Oscar consiguen, es fácil fingir ser grande. Porque nadie sabe qué es sentirse grande, por eso los dioses de la pantalla nos engañan. Pero fingir lo normal, lo cotidiano ¿Cómo lo hacían? Mi chica sonrojada dijo: No es tan grande pero vaya que lo mueve bien. Y yo, no sabía por qué, pero me sonrojé y sonreí con nervios ¿Había soñado todo, me habrían drogado? Y la Loca dijo más tarde: me cae mal la gente hipócrita, doble cara, de frente es una cosa y de espalda te apuñalan. La vi por el retrovisor mirándome con picardía. Me dio vértigo su cinismo pero me puse feliz ¡No era un sueño, sí pasó! Pero luego recordé que también me había besado ¿Y si ese beso era lo que la hacía ser cínica?
Los dejé, y de regreso a casa en aquel largo y solitario camino en coche. No hacía más que preguntarme si todo habría sido sólo un sueño. Cuando llegué a casa me di cuenta que no: Porque me habían robado los ahorros escondidos ¡Esos malditos! En ese momento deseé que todo hubiese sido un sueño.
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