La chama me dijo que sí. El sábado no fue a la fiesta. La pasé muy bien, y no dejé de pensar en la Chama. Me preguntaba como sería si ella estuviese en la fiesta. Bailaba pero no muy sensual. La Chama me gusta para tener algo serio, me atre de una forma difícil de explicar.
En clases la tomaba de la mano en clases, la seguía, nos mirabamos como si ambos pertenecieramos a un lugar que no tiene nada que ver con el colegio. Cuando la miro me siento dentro de una burbuja donde sólo la Chama y yo respiramos y nos quedamos sin aliento al estar cerca.
En las escaleras una de las morochas, las hermanas malvadas y adineradas, nos vio tomados de la mano y me preguntó con ironía por qué no le pedía a la Chama que fuese mi novia. Le pregunté la Chama si quería ser mi novia. Frente a todo el mundo. Sonrió como si todo el mundo fuese una noche que amanece en su sonrisa y me dijo que sí. Me gustaría decir que estaba ruborizada pero la piel de la Chama es muy oscura como para saber si se ruboriza o no.
Al salir de clases no dimos nuestro primer beso en el autobús. Fue lento, suave, como besar un río de agua cristalina. Es corto el tiempo que toma el bus desde el colegio hasta mi parada. Cuando me bajé me sentía con una sensación extraña en las piernas. Era como sentirse todo poderoso. Cuando llegué a casa dormí con delicia, como quien duerme sabiendo que si se muere durmiendo morirá feliz.
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